El programa HAARP podría provocar cataclismos
Denuncian en Moscú plan militar estadunidense para alterar el clima
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 12 de agosto. Cobijado en un programa de investigaciones que se presenta como inocuo y de metas difusas, Estados Unidos realiza experimentos para crear un arma por ahora sin parangón en el mundo, potencialmente equiparable a la nuclear en capacidad de aniquilación. Y en su afán de lo-grarlo a cualquier precio, los estrategas mi-litares del Pentágono multiplican el riesgo de infligir un daño devastador al medio am-biente en escala planetaria.
Esta conclusión doble, poco alentadora, marcó la audiencia parlamentaria sobre las manipulaciones ionosféricas con fines militares, celebrada a puerta cerrada y en fecha reciente por los comités de Defensa y de Asuntos Internacionales de la Duma, la Cámara baja del Legislativo local.
El documento que recoge las preocupaciones de los diputados rusos, a cuyo contenido tuvo acceso La Jornada, advierte que la atmósfera, la ionosfera y la magnetosfera de la Tierra, como consecuencia de un proyecto conjunto de la fuerza aérea y la marina estadunidenses, son violentadas por la emisión concentrada de ondas electromagnéticas de alta frecuencia, desde 180 potentísimas antenas transmisoras.
Los haces de energía de "horno de microondas global", como lo denomina el coronel Aleksandr Plaskin (ex director del centro de investigaciones espaciales del Ministerio de Defensa), calientan una zona determinada de la ionosfera, capa elevada de la atmósfera situada entre los 80 y los 400 kilómetros de altura, y rebotan ya como ondas eléctricas de frecuencia extremadamente baja (ELF, por sus siglas en inglés) que pueden penetrar la corteza terrrestre a gran profundidad.
Se atribuye el juego de palabras, como forma de subrayar la peligrosidad del Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia (High Frequency Active Auroral Research Program, HAARP), que sin una letra significaría arpa en inglés, a los físicos Jeanne Manning y Nick Begich.
Los legisladores rusos no emplean la ex-presión en su texto, pero consideran igualmente diabólico el HAARP, que instrumenta el Departamento de Defensa de Estados Unidos desde hace 12 años.
Oficialmente es un programa destinado a "mejorar las comunicaciones y los sistemas de vigilancia para uso tanto civil como de defensa", conforme se lee en su página web (http://www.haarp.alaska.edu).
Washington, al cuidar hasta el detalle de adjudicar a esa dirección en Internet la terminación "edu", propia de universidades o centros de investigación científica, procura encubrir los alcances reales de un proyecto de obvio perfil militar.
No sorprende la cautela. Quienes han seguido el tema tienen claro que, desde que empezó a funcionar, hacia junio de 2000, el polígono de pruebas en Gakona, Alaska, las ondas ELF se convirtieron en el componente esencial del llamado armamento geofísico integral.
Este tipo de armamento, especifica el do-cumento de la Duma en poder de La Jornada, "podría bloquear las radiocomunicaciones y sistemas de radares de un enemigo potencial, alterar los equipos electrónicos de sus aviones, misiles y sistemas de seguimiento terrestre, pero también causar ave-rías en las redes de electricidad y en los ductos para gas y petróleo, influir negativamente en la bioesfera, incluido el estado síquico y la salud de la población de regiones enteras".
Investigaciones realizadas en este país, todavía en los tiempos soviéticos y cuando había presupuesto para ello, demuestran que las ondas ELF, al penetrar el cerebro, pueden dejar temporalmente fuera de combate a los seres humanos y, dependiendo de su intensidad, hasta causar locura.
Se trata de un arma de nueva generación. Las pruebas realizadas en Alaska apuntan a que se busca perfeccionar una tecnología capaz de destruir a conveniencia la agricultura y la ecología de cualquier país calificado de adversario, además, sin que éste se entere de que fue inducida la catástrofe.
El programa HAARP, advierten los legisladores rusos, ofrece a Estados Unidos toda la información indispensable para que, tar-de o temprano, pueda alterar el clima al pun-to de provocar huracanes, inundaciones, terremotos o sequías, según requiera el alto mando militar a fin de doblegar, sin tener que combatir, la capacidad de respuesta bélica de potenciales enemigos.
Al mismo tiempo, los experimentos que vulneran la ionosfera encierran el peligro de desencadenar reacciones incontrolables y, por tanto, es por lo menos irresponsable excluir, como hacen los encargados del HAARP, que pudieran derivar en cataclismos geofísicos, geológicos y biológicos en escala planetaria.
La física moderna, coinciden en afirmar los especialistas rusos, no está en condiciones de elaborar modelos teóricos exactos o infalibles acerca de las mutaciones que su-fren sistemas geofísicos tan complejos e in-terrelacionados como son la atmósfera, la ionosfera y la magnetosfera, a partir de los procesos inéditos que causa su exposición a los efectos de las ondas electromagnéticas de alta frecuencia.
La administración del presidente George W. Bush, denuncian los diputados de la Du-ma, tiene previsto intensificar el próximo año las pruebas en el polígono de Alaska e iniciar la construcción de una estación en Groenlandia, tres veces más potente. Podrá disponer también de los datos obtenidos por la instalación que opera en la península de Tromse, Noruega.
Por ello, los poderosos intereses ocultos que, de una década para acá, permean los foros de la Organización de Naciones Unidas empiezan a dejarse sentir para que el tema no reciba la atención que se merece en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, que se llevará a cabo en Johanesburgo, Sudáfrica, del 26 de agosto al 4 de septiembre próximos.