Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 18 de agosto de 2002
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Política

Néstor de Buen

Las cosas de la política

Vivimos una etapa en que la política, esa actividad fundamental tan cara -en cualquier sentido- a los mexicanos, se expresa en ofensivas candentes contra el opuesto, decisiones tomadas como desquite y una sensación de todos contra todos en la que, a fin de cuentas, quien pierde es el país.

La imagen de una concertación entre partidos es totalmente ajena a los bandos en contienda. Cuando no es el PRI, que lo es casi siempre, el que toma las iniciativas contra el Presidente y su gabinetazo -como se ha dado en llamarle-, es el PRD el que para defenderse de los panistas de la Asamblea acusa al gobierno de cuanto se puede que, dicho sea de paso, es siempre bastante y justificado. O lo hacen los verdes, aliados frustrados de Fox. El gobierno, a su vez, se aferra al Pemexgate y suelta mandobles contra todos. Sin olvidar que el PAN, supuesto partido de apoyo al Presidente, también juega a la oposición. Diego dixit.

En ese ambiente en que lo positivo deja lugar a los rencores y a los afanes de recuperación del poder o a la intención de asumirlo, la relación entre el Presidente y Elba Esther Gordillo, que siempre ha sido cordial -me consta-, ha provocado dentro de su propio partido una evidente repulsa, con exigencias de renuncia a la secretaría general y rumores insistentes acerca de traiciones y malas conductas. Anticipo que es mi amiga, lo que no implica en modo alguno conformidad con lo que pueda hacer. Tiene la gracia de que sabe defender sus puntos de vista, y que es tan agresiva como haga falta.

Hace unos cuantos meses Santiago Creel planteó una especie de pacto nacional para que entre todos intentemos resolver los brutales problemas que nos afectan. La propuesta no mereció demasiado atención en las oposiciones y aún vive en estado nebuloso. Es más divertido atacar que concertar. Y a fin de cuentas estamos ya en la preparación de la campaña que el año que viene conducirá a la renovación de la Cámara de Diputados. Me temo, dicho sea de paso, que ganará el partido del abstencionismo.

En mi concepto, lo que ha hecho Elba Esther Gordillo no ha sido otra cosa que plantear, a partir de su importante posición en el PRI, la posibilidad de las coincidencias. Claro está que se apoya en una amistad personal antigua entre ella y Vicente Fox, que nunca se ha ocultado y que si la memoria no me falla encontró su origen en el famoso y ahora recordado con frecuencia Grupo San Angel, que debió su nombre al hecho de que las primeras reuniones se celebraron en la casa de Jorge G. Castañeda, por los rumbos del sur.

Si la amistad fuera un escollo en contra de las responsabilidades políticas propias, yo estaría hecho un verdadero lío. No porque sea yo un político activo: me lo impide la desgraciada Constitución que me considera, por naturalizado, mexicano de tercera. Mis mejores amigos son, en su mayoría, absolutamente contrarios a mi manera de pensar. Y no por eso dejo de quererlos, buscarlos, y si se puede, construir puentes que permitan, a partir de la discrepancia, la realización de fines comunes.

Estoy absolutamente convencido de que Elba Esther no ha cambiado de manera de pensar y de actuar en la política por el hecho de su amistad antigua con el Presidente. Vicente Fox es notoriamente conservador y no lo disimula. No es el caso de Elba Esther, quien sustenta una tesis que en lo sindical juega muy cerca de la vieja estrategia priísta: el sindicalismo como acercamiento al poder dentro del marco del corporativismo. Ni es la única ni es tampoco novedoso que mantenga esa tesis. Por supuesto que no me agrada en lo más mínimo. Pero es un hecho histórico: priísmo esencial.

Expresar inconformidades con el Presidente es un poco el deporte de moda. Reconozco que lo practico con entusiasmo. Y por lo mismo, independientemente de las discrepancias que son constantes, también quiero reconocer, porque lo merece, lo positivo. La cancelación del viaje a Texas, por la actitud repugnante y desconocedora de tratados internacionales del presidente Bush y de su gerente en Texas en la ejecución de la pena de muerte de un ciudadano mexicano, a quien no se le reconoció su derecho a la intervención consular de México pese a la Convención de Viena, me parece un acto de mérito. Porque se trata de un acto de inconformidad con el presidente (el gobernador me vale) de un país que disfruta ejerciendo su mando imperial y que apoya su conducta en el poderío militar y su desprecio absoluto por la comunidad internacional. Al rato nos bombardea.

Elba Esther no tiene por qué renunciar a su puesto en el PRI. En mi concepto ha demostrado ser mucho más inteligente que sus críticos. Lo que no me extraña en absoluto.

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