Guillermo Almeyra
Argentina: iniciativa y política
La iniciativa política y, por supuesto, el poder, están en manos de los representantes del capital financiero (sea de los imperiales, como el FMI, sea de la oligarquía terrateniente-financiera) y, en menor medida, de las bandas que conforman el gobierno. La resistencia de los piqueteros, de los estudiantes, de las asambleas populares y de los núcleos de izquierda, socialistas, por importante que sea, está a la defensiva y trata de parar los continuos golpes económicos, políticos, sociales, culturales, que desde el poder llueven sobre las clases explotadas.
Esa resistencia crea desde abajo elementos de poder popular, autorganización, ejemplos de autogestión (como las fábricas ocupadas que producen bajo control obrero o las acciones de las asambleas populares barriales para hacer menos graves los sufrimientos de la inmensa mayoría de la población). Pero a pesar de la importancia a más largo plazo de tales acciones para la reconstrucción del país desde abajo y para la formación de decenas de miles de dirigentes de base en todos los sectores oprimidos, esa resistencia no basta para imponer una alternativa a la política del sistema. Tampoco para detener el hambre y la desmoralización, cosa que sólo es posible organizando directamente un plan de trabajo masivo para los desocupados, que responda a las necesidades urgentes de cada localidad y luche por redistribuir la riqueza de modo de financiarlo con los recursos que existen, pero que están concentrados en pocas manos. Los planes contra la desocupación se piden, en cambio, con cuentagotas, al gobierno hambreador, y el grito "šque se vayan todos!" es, sin duda, de repudio a esos "todos", pero también de desesperación, pues deja en manos de ellos "que se vayan", sin ver cómo barrer de la vida política y del poder a los que deban ser barridos (y no a "todos").
El gobierno ha convocado a una votación que todavía está en parte en veremos dada la división creciente en el peronismo (que quiere hacer de esas "elecciones" presidenciales una selección interna entre diversas corrientes, o sea, esencialmente la proimperialista de Menem, la nacionalista derechista de Rodríguez Saa, la nacionalista de centroderecha de De la Sota-Duhalde, ya que los radicales están fuera de juego después del gobierno de De la Rúa, y la centroizquierda y la izquierda no han entrado en el juego).
Esas "elecciones" sólo para presidente y vicepresidente, dejando intactas ambas cámaras parlamentarias, que son ilegítimas, y la Corte Suprema corrupta nombrada por Menem, son fraudulentas. Habría que imponer comicios generales para todos los cargos electivos, nacionales, provinciales y municipales, en la vía de la organización de una asamblea constituyente que reorganice la vida política y la economía después de un amplio debate nacional. El gobierno, por supuesto, se niega a ser barrido de los tres poderes y se opone a la votación general. Por su parte, la izquierda, en su inmadurez, cree poder oponer el poder en la calle al que desde arriba destruye cotidianamente la vida de centenares de miles de argentinos y el país todo. Sin fuerza para la insurrección y sin organizar siquiera un boicot electoral que pudiera ser un momento organizativo en la preparación de una salida desde abajo a la actual crisis político-social y de dominación que vive el país, se queda en la impotencia resignada de la protesta sin propuestas ni perspectivas.
El partido ad hoc del diputado Luis Zamora, sin embargo, propuso a toda la izquierda política y social ponerse de acuerdo para luchar por comicios generales y por fórmulas comunes. Por su parte, el ARI de la diputada Elisa Carrió (Zamora y ella son las figuras políticas con mayores simpatías entre los ciudadanos que no pertenecen a las sectas ni están influidos por éstas) ha iniciado, con muchas vacilaciones, sondeos similares y coincide en que las elecciones deben ser generales. ƑPor qué no convocar entonces -quizá por medio de una organización ciudadana amplia, no partidaria- un foro amplio de discusión para elaborar un programa común de salvación popular y aplicarlo en todos los terrenos, incluido el electoral? No se puede recurrir sólo a las manifestaciones y las acciones de protesta: hay que organizar también planes e imponer soluciones, en cada localidad, para no dejar que el hambre o la represión sigan cobrando vidas. No participar, simplemente, en las elecciones, por fraudulentas que éstas sean, o participar a último momento con un boicot o una candidatura sin posibilidades, equivale a tener una política electoralista, por otra parte pasiva. La resistencia debe ser organizada y la gente común, desmoralizada, despolitizada, debe encontrar en ella formas de organización, ideas, propuestas, moral, utopía. La organización cotidiana del movimiento no se opone a la construcción de una candidatura de frente social alternativo, que difunda y propague un programa para la alternativa utilizando la lucha por elecciones generales, es decir, por una salida democrática no violenta, como la que la mayoría de la población desea.
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