ENTREVISTA/HECTOR
VASCONCELOS, EMBAJADOR DE MEXICO EN DINAMARCA
La lista de libros para los escolares se debe modificar
FALTO LA PRESENCIA DETERMINANTE DE ESCRITORES E INTELECTUALES
Cualquier selección de obras que excluye La
Odisea y El laberinto de la soledad es un proceso fallido. Con
ciertas salvedades, casi podría hacerse la biblioteca ideal con
los textos excluidos. No se justifica omitir a Cervantes y Shakespeare
CESAR GÜEMES
En un solo enunciado Héctor Vasconcelos deja en
claro su postura respecto a la relación de libros para las bibliotecas
escolares dada a conocer en reciente fecha: ''La lista no debe permanecer
como está".
Embajador de México en Dinamarca, Vasconcelos se
formó en Harvard, Cambridge y Oxford; fue director del Festival
Internacional Cervantino durante cinco años y primer secretario
ejecutivo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Desde su oficina
en ese país europeo responde a La Jornada.
-Existen notorias ausencias en la lista de marras. ¿Cuál
es su postura? ¿Cuáles sus sugerencias al respecto?
-La
lista no debe permanecer como está. Debe ser modificada o, al menos,
adicionada. Cualquier proceso de selección de libros que lleva a
la exclusión de La Odisea, por una parte, y El laberinto
de la soledad, por otra, es un proceso fallido. Con ciertas salvedades,
casi podría hacerse la biblioteca ideal con los textos excluidos.
No puede haber justificación alguna para que no hayan quedado incluidos
Cervantes y Shakespeare.
''La idea de establecer bibliotecas de aula es espléndida
y de ello hay que felicitar a la Secretaría de Educación
Pública. El problema está en el contenido de esas bibliotecas.
Estas selecciones no se pueden hacer al margen de los hombres pensantes
de México, de los escritores y los humanistas. Entiendo que la presencia
de éstos en el proceso de selección fue limitada y tardía.
¿Por qué no se tomó el parecer de Gabriel Zaid, Alejandro
Rossi, Carlos Monsiváis o Carlos Fuentes, por citar unos cuantos
nombres? ¿Se consultó institucionalmente a El Colegio Nacional?
''En cuanto a las exclusiones: ningún adolescente
mexicano debiera llegar a los 18 años sin haber leído El
laberinto de la soledad y Sor Juana o las trampas de la fe,
que son muy probablemente los libros más importantes que se han
escrito sobre México. No hay mejor visión de conjunto acerca
de México que El laberinto; no se ha escrito un texto que
permita una mejor comprensión de 300 años de nuestra historia
colonial que Sor Juana o las trampas de la fe. ¿Y dónde
está en la lista Martín Luis Guzmán? Ningún
niño o adolescente mexicano debería dejar de leer El águila
y la serpiente o La sombra del caudillo. El hecho de que no
estén las obras esenciales de Carlos Fuentes en la lista es una
negación radical de nuestra realidad cultural. Nadie puede entender
el México moderno sin La región más transparente
o La muerte de Artemio Cruz. La ausencia de Alfonso Reyes es grotesca.
Deberíamos enseñar a leer y pensar a los niños mexicanos
con las obras de Reyes. Leer Visión de Anáhuac podría
ser un requisito de ciudadanía. ¿Y dónde están
esos modelos para escribir el castellano que son los textos de Torres Bodet?
En fin, cualquier lista de libros para bibliotecas escolares debe empezar
por todos los libros mencionados."
-El debate generado en torno a la lista es sobre la pertinencia
de que primeros lectores se acerquen a obras consideradas excesivamente
densas, que los alejarían de la lectura misma. ¿Sería
este un criterio pertinente?
-Con el criterio que afirma que no hay que dar a los lectores
obras densas, mi padre nunca habría editado su famosa colección
de ''clásicos" en la SEP. Si él divulgaba ediciones de Esquilo
en los años 20, creo que bien podemos editar a Homero para los niños
hoy día. Pero tomemos este caso. ¿Dónde está
la densidad en La Odisea? Entre las muchísimas lecturas que
esta obra ofrece, está la que consiste en verla como un cuento,
el más maravilloso de todos. ¿Qué los niños
no se divierten con el encuentro entre Ulises y los cíclopes o las
sirenas? Hasta la fecha recuerdo la hilaridad que me produjo, a los ocho
años, el encuentro entre Ulises y el cíclope llamado ''Nadie".
Este asunto de la densidad depende también de la elección
que se haga entre las obras de un determinado autor. Quizá la introducción
a Shakespeare no deba ser El rey Lear o Hamlet, pero, ¿por
qué no Romeo y Julieta, Macbeth o Ricardo III?
¿Cuál es la densidad que podría encontrar un joven
en El águila y la serpiente?
-Como mexicano e hijo de escritor, ¿de qué
forma describiría su formación literaria? ¿Cuándo
empezó, con qué titulos y con qué ánimo se
acercó a ellos?
-Precisamente el primer libro que me leyó en voz
alta José Vasconcelos, que algo sabía de estas cosas, cuando
yo tenía ocho años, fue La Odisea. Seguimos después
con La Ilíada y La Eneada. Más tarde vinieron
Esquilo, Eurípides, y los Diálogos de Platón.
Conservo aún el ejemplar de la Apología de Sócrates
con la hoja separada en que interrumpimos la lectura un día antes
de su muerte, cuando yo tenía 14 años. Evidentemente a él
no le parecían estas lecturas inadecuadas para un niño. Pero
mi verdadera formación literaria, así como en todos los demás
terrenos, se dio cuando ingresé a la Universidad de Harvard a los
18 años y tomé ahí los cursos básicos de literaturas
inglesa, francesa, española y alemana, así como un curso
de épica y drama.
-Una de las aristas de la selección oficial de
libros es que no sólo afectan el quehacer diario de las escuelas,
sino que la lista se inserta en el marco de la política nacional.
Esta inserción, ¿hablará de la salud o la enfermedad
de esa esfera ciertamente amplia?
-En efecto, la importancia de esta selección de
libros es medular, porque tiene que ver con la formación de la conciencia
de los niños y jóvenes mexicanos y el papel del Estado en
ello. Parecería que el problema esta vez estuvo en las comisiones
que hicieron la primera selección de las obras enviadas por las
editoriales. Como ha dicho Víctor Hugo Rascón Banda, el proceso
debió haber sido a la inversa: primero las sugerencias de los grandes
escritores. Habría que conocer la membresía de la Asociación
Mexicana de Fomento al Libro y a la Lectura Infantil y hay que ver si no
hubo, en alguna parte del proceso, intereses confesionales. En todo caso,
insisto en que debió haber habido, desde el inicio del proceso,
una presencia determinante de los escritores y los intelectuales de México.
-A propósito de la más reciente visita del
Papa se inició una discusión sobre el laicismo y el compromiso
social para la calidad educativa, ¿cuál es su punto de vista?
-Dar un paso atrás en el laicismo del Estado mexicano
sería negar la esencia misma de cerca de 200 años de tradición
republicana. Después de todo, muchos mexicanos, desde los tiempos
de Hidalgo y Morelos, han muerto en defensa de un México liberal
y plural. Sostener y fortalecer el laicismo en el Estado y en la educación
es la única manera de no dividir nuevamente a la nación.
Me cuento entre quienes piensan que no habría que revivir la pugna
entre clericales y liberales. Es una pugna que ya desgarró a México
en el siglo XIX y en el siglo XX y nos volverá a desgarrar, si no
lo evitamos, en el XXI.