Víctor Hugo Rascón Banda /II y última
Los intereses de las editoriales
Para tercero de secundaria, en los clásicos, quedó Anton Chéjov, Edgar Allan Poe, Gilbert K. Chesterton, Juan Rulfo, Juan José Arreola y Rafael Bernal, el autor de El complot mongol. No aparecieron en la mesa libros de Carlos Fuentes (culpa de Abascal o de los editores), ni Cervantes ni Elena Garro, ni la novela de la Revolución, ni Fernando del Paso, ni autores del siglo XIX, como Joaquín Fernández de Lizardi o Manuel Payno, menos la narrativa contemporánea tan rica y profusa.
En literatura para jóvenes había en la mesa sólo autores estadunidense desconocidos, en malas traducciones, un español y un libro de José Manuel Villalpando. No estaban los libros excelentes de Ediciones Castillo, que promueve este género mediante concursos anuales ni las del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, que hasta ferias juveniles organiza.
En narrativa latinoamericana sólo había dos libros para escoger: una antología de siete autores y otra de 60. El jurado optó por la antología de textos breves, que incluyeran al mayor número de autores, aunque no todos fueran grandes figuras literarias.
En esta selección de tercero de secundaria cabe la frase ''son los que están, pero no están todos los que son".
Imagino que el jurado de cada grado se encontró con una caballada flaca, propuesta por las editoriales, en primer término, y peinada y cribada después por los pedagogos de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Pregunta: ƑBastan 12 libros para fomentar la lectura y crear un país de lectores? ƑLos 13 libros de divulgación científica no quitan el lugar a los libros de lectura gozosa, por gusto y placer? ƑLa biblioteca en el aula es para ayudar a hacer las tareas y para complementar la labor del maestro con sus materias obligatorias o es para seducir a los niños y para fomentar el hábito de la lectura que no le fomentan en su casa ni en la materia de español?
Esta es decisión de la SEP, que debe ser discutida por especialistas.
Y de los libros de divulgación científica y cultural tampoco había mucho de dónde escoger. De pintura, había que optar entre Leonardo Da Vinci y Marc Chagall. Había uno de Ethel Krauze, sobre Cómo acercarse a la poesía, excelente, y varios sobre Moctezuma, Palenque, la época virreinal, el clima, álgebra, ecología, el cuerpo humano, el universo, y uno magnífico de Sergio Régules, El sol muerto de risa, que era literatura sobre la ciencia, ameno y bien escrito.
Algo semejante debió haber pasado en las otras mesas de los demás grados.
Con sólo 12 libros de literatura en las minibliotecas de las aulas, es difícil crear un país de lectores. Doce libros es la única ópción que van a tener todos los adolescentes de todas las secundarias del país ƑY la literatura regional? ƑY la diversidad cultural de muchos Méxicos?
Conclusión: Nadie puede estar en contra de un Programa Nacional de Lectura. En esto, hay que estar con la SEP, no contra la SEP, pero el procedimiento debe invertirse. Los grandes escritores deben sugerir la mejor literatura de México y el mundo; los pedagogos de la SEP deben seleccionar los grados en los que deben leerse. Y la SEP, con el cheque en la mano, debe solicitar a las editoriales ''imprímeme esta lista". El que sabe opina y el que paga manda. No al revés.