BAJO LA LUPA
Alfredo Jalife-Rahme
¿Quién caerá antes:Bush, Blair o
Hussein?
Irak no es Afganistán, donde EU es derrotado
Repudio mundial a otra guerra en el Golfo
SE HA DESATADO una carrera contra el tiempo para que los
ultrahalconazos del equipo Bush concreten su demencial guerra contra
Irak para sacar a Estados Unidos de su marasmo económico. El plazo
de octubre para "cambiar al régimen dictatorial de Bagdad" ha sublevado
a la opinión pública universal, en particular a los aliados
europeos de Estados Unidos que participaron en la operación Tormenta
en el desierto en 1991. Pero 1991 no es 2002, cuando la superpotencia
unipolar se debería encontrar más poderosa que nunca. Doce
años más tarde los juegos geopolíticos se han transformado
sustancialmente y nos encontramos ante un nuevo "tablero de ajedrez mundial"
-título del libro bélico de Zbiguiew Brzezinski sobre la
balcanización conjunta de Medio Oriente y Asia Central, bajo
la doctrina del "choque de las civilizaciones" del racista y xenófobo
Samuel Huntington.
DESDE LOS GRANDES hasta los pequeños, todo mundo
ha detectado la vulnerabilidad financiero-económica de Estados Unidos,
al que sólo queda, como última carta, recurrir a un "operativo
didáctico bélico", que incluye, en caso necesario, el uso
de armas nucleares, que pretende detener la caída inevitable del
otrora imperio invencible del siglo XX y sueña con imponer un nuevo
orden financiero-económico-energético-legal bajo su azorante
paraguas tecnológico militar.
PERO IRAK NO ES AFGANISTAN, donde Estados Unidos está
sufriendo una silenciosa derrota humillante, que será exhumada cuando
se realicen los inventarios contables reales, que en la actualidad seguramente
está realizando la quebrada empresa auditora Arthur Andersen para
engañar a los medios informativos y a la opinión publica
estadunidenses. Tampoco se puede equiparar a la Guardia Republicana de
Saddam Hussein con los escurridizos talibanes, añejos ex (?) aliados
del nepotismo dinástico de la familia Bush, que se juega su última
carta petrolera en las elecciones del próximo trimestre.
TODO
EL MONTAJE hollywoodense del 11 de septiembre se está derrumbando
y la "guerra contra el terrorismo global" se ha convertido en una charada
global. Hasta un aliado predilecto del equipo Bush, el dictador de Pakistán,
el general Musharraf, en una entrevista explosiva a la revista The New
Yorker, que aparecerá mañana, ha puesto en tela de juicio
la identidad del instigador y los sicarios del atentado terrorista del
11 de septiembre: "No pienso que Osama Bin Laden sentado en las montañas
hubiera podido realizarlo (...), fue quizá (nótese el "quizá")
el padrino, el financiero, la fuerza motivadora. Pero quienes lo ejecutaron
fueron más modernos. Conocían muy bien a Estados Unidos,
sabían de aviación. No pienso que haya tenido la inteligencia
o la planeación minuciosa. El planificador fue otro". ¡Orale!
¿Quién diantres fue entonces el "planificador"? ¿Se
ubica dentro de Estados Unidos?
EL ENCUESTADOR OFICIAL del primer ministro británico
se asustó del grado de repudio de la opinión pública
británica a una guerra contra Irak, en especial, del recién
entronizado obispo de Canterbury, R. Rowland, y el grupo de obispos anglicanos,
quienes la califican de "ilegal e inmoral", ya no se diga de la bancada
del Partido Laborista y los sindicatos que ven aterrados que Tony Blair
sigue los mismos pasos, de hace 12 años, de la amazona monetarista-fiscalista
Margaret Thatcher. Dicho partido tendrá una conferencia el próximo
mes, en la cual se pueden dar sorpresas desagradables en los altos mandos.
Blair nada tiene asegurado, y tres poderosos secretarios, entre ellos Jack
Straw, de Relaciones Exteriores, podrían presentar sus renuncias.
Tampoco los militares británicos están convencidos. Sir Michael
Rose, el anterior comandante de la fuerza internacional de paz en Bosnia,
calificó de "locura" la expedición contra Bagdad (The
Economist, 9 de agosto de 2002). En forma sarcástica, funcionarios
anónimos de la cancilería británica señalan
que el equipo Bush ni siquiera ha contemplado los efectos que tendría
en Cachemira, Turquía y Cisjordania.
LOS ULTRAHALCONAZOS han lanzado a su jauría
académica (Bernard Lewis, Robert Kagan, Richard Haas, George Will,
Francis Fukuyama, Charles Krauthammer, etcétera) para contrarrestar
el debate en los medios, que están perdiendo notoriamente. El más
liviano de todos, Fukuyama, ex empleado del texano James Baker III (abogado
de baby Bush en la elección bananera de Florida), se pierde
en nimiedades para demostrar lo patentemente obvio: "la fractura de Occidente".
Fukuyama, fracasado sepulturero de la historia (pero no de su histeria),
nunca se cuestiona si Estados Unidos, primero, pertenece a "Occidente",
y segundo, si puede representar los valores civilizatorios de "Occidente",
que justamente nacieron en Bagdad, desde su alfabeto. Se nota que Fukuyama
y el equipo Bush no han leído el clásico de Kramer Todo
empezó en Sumer. El "Occidente" del equipo Bush ha de ser el
"Occidente" de la empresa contable Arthur Andersen.
DESPUÉS DE LAS SABIAS precauciones de Samuel Berger,
el anterior consejero de seguridad nacional de Bill Clinton, quien advirtió
los riesgos de "una Bahía de Cochinos en el Golfo", no deberían
ser desdeñadas las propias de Brent Scowcroft, anterior consejero
de seguridad nacional de daddy Bush. Scowcroft, quien participó
en la guerra de 1991 contra Irak, esta vez advierte que se podría
generar una "explosión" en Medio Oriente que socavaría la
guerra contra el terrorismo"; admitió que existe consenso internacional
contra el equipo Bush en su proyectada guerra (Times, 5 de agosto
de 2002).
LA MUY INFLUYENTE Rand Corporation cayó en manos
de los ultrahalconazos del equipo Bush y acaba de publicar un reporte
especial, para uso del Consejo de Política de Defensa, cuerpo consultivo
del Pentágono, que preside Richard Perle, ardiente ultrahalconazo.
El reporte lleva la autoría de Laurent Murawiec, quien refleja los
puntos de vista del vicepresidente Cheney, que busca enterrar entre los
escombros de Bagdad su expendiente comprometedor de cuentas fraudulentas,
cuando fue director de la empresa petrolera texana Halliburton. A "juicio"
de la Rand, que perdió lastimosamente su legendaria seriedad que
exhibió durante la guerra fría, Arabia Saudita, "núcleo
de la vileza", debería ser incluido en el eje de mal, por
lo que "sus campos petroleros y sus activos financieros deberían
ser capturados". Es evidente que la hambruna financiero-económica
del equipo Bush es de tal magnitud que está dispuesta, con cualquier
coartada, a llevarse la riqueza de los países indefensos, aún
fuesen o hayan sido sus aliados "especiales". El capaz analista William
Pfaff fustigó a los halcones del equipo Bush y al autor del
reporte de la Rand, como "aficionados" (Seattle Times, 9 de agosto
de 2002). Por cierto, otro ultrahalconazo, Richard Perle, acaba
de publicar en un periódico del grupo Hollinger, del que fue director,
como fue del Jerusalem Post (Daily Telegraph, 9 de agosto
de 2002), una ominosa advertencia de que Bush "actuaría sólo".
Su principal argumento es muy endeble: compara a Hitler con Saddam y a
los europeos contemporáneos con los "apaciguadores" que se dieron
cuenta de su peligro hasta la invasión de Polonia en 1939. Perle,
autor del libro Línea dura (1992) y editor de Reconfigurar
la seguridad occidental (1991), es partidario acérrimo de la
"guerra preventiva" y representa la quintaesencia sicopatológica
del belicismo nuclear. Pero Perle hace caso omiso de que el único
país que ha lanzado armas nucleares, las más letales de todas
la armas de destrucción masiva, sobre las poblaciones civiles de
Hiroshima y Nagasaki, con alrededor de medio millón de asesinados
en forma colectiva, ha sido justamente Estados Unidos, que ahora se ufana
de querer desmantelarlas en el campo enemigo. Robert Kagan regurgita lo
mismo que Perle: aduce en forma despectiva que Estados Unidos debería
irse por la vía libre y que las reticencias de los europeos en pocos
años tendrán el mismo peso el Pacto Andino.
HASTA EL TEXANO DICK Armey, líder mayoritario de
la Cámara de Representantes e incondicional de baby Bush,
frente a la animadversión internacional, ha manifestado que una
"guerra sin provocaciones contra Irak es ilegal" y violaría "la
ley internacional", lo cual equivale a repudiar la sicótica doctrina
de "guerra preventiva" de sus aliados en el gobierno. Parece que el equipo
Bush cambió de táctica y piensa debatir el derrocamiento
de Saddam en el Congreso, para salir airoso con un voto de apoyo que pondría
a la defensiva a las palomas del Partido Demócrata antes
de las elecciones, lo cual le daría la legitimidad de que carece
a escala mundial.
LO DE MENOS ES DERROCAR a Saddam, quien no es ninguna
perita en dulce, como pronto lo saborearán los aventureros invasores.
Irak constituye un país muy complejo y el derrocamiento del régimen
de Bagdad desencadenaría un triple caos: local, regional y global,
con un efecto dominó muy predecible que pondría en
peligro, primero, a Turquía (la explosión del factor kurdo
puede arrastrar a cinco países), Jordania, Egipto, Siria, Líbano
y Arabia Saudita (además del restante de las petromonarquías
del Golfo Pérsico). A menos, que ese sea el efecto deseado para
no sólo elevar el precio del gas y el petróleo (en ese orden),
en forma transitoria (lo que equivaldría a un golpe demoledor a
los principales necesitados de energéticos: Europa y su euro, Japón
y su yen, China, India y Sudcorea), sino en forma más prolongada
para someter a los veleidosos competidores de una vez por todas. Más
que derrocar a Saddam, lo que buscan los ultrahalconazos del equipo
Bush es detener la caída del dolarcentrismo, con su inocultable
quiebra financiero-económica, y resucitar de entre los muertos para
imponer un alucinante nuevo imperio, sustentado en un "nuevo orden
mundial financiero-económico-energético-legal-militar". Pero
existen tantas variables en las arenas movedizas del desierto de Medio
Oriente, que los planes de los ultrahalconazos pueden fracasar y
ocasionar, en el mejor de los casos (o de los caos), una "nueva
Bahía de Cochinos", y en el peor de los casos (o de los caos),
la caída de Bush, quien habrá sucumbido así al síndrome
Sansón ("me caigo pero los demás se caen conmigo"), y,
quizá (para parodiar al general Musharraf), de Blair, si se anima
a participar en una aventura sin brújula.