Fantasioso, ver el fin del Estado laico, dice el nuncio
Alcaldesa panista emula a Fox y besa la mano de Bertello
Cuatro ediles mexiquenses, en misa en honor a Juan Diego
JOSE ANTONIO ROMAN
Ahora les tocó a los presidentes municipales panistas
de Cuautitlán-Izcalli, Atizapán, Huehuetoca y Cuautitlán-México
ir a misa, también en honor a san Juan Diego. Incluso la alcaldesa
de este último municipio, Edelmira Gutiérrez, se inclinó
y besó el anillo del nuncio apostólico, Giuseppe Bertello,
quien dijo que "es necesario tener un poco de fantasía" para ver
que el Estado laico se desmorona o termina con el beso del presidente Vicente
Fox al anillo papal.
Luego de presidir la celebración religiosa en la
que se pidió a Roma que declare a Juan Diego santo patrono de la
diócesis de Cuautitlán, el nuncio Bertello señaló
que no tiene sentido la polémica surgida en torno al beso que el
presidente Fox dio al anillo de Juan Pablo II, en su reciente visita a
México. "En muchos países hay separación entre Iglesia
y Estado, y cuando el jefe del Estado ve al santo padre besa el anillo,
es una tradición", dijo.
Y agregó, en un tono casi molesto por la pregunta:
"La visita del Papa no está en el beso al anillo".
Dos horas de ceremonia
Sentados
en primera fila y acompañados de algunos de sus regidores y familiares,
los alcaldes de Cuautitlán-Izcalli, Fernando Covarrubias; de Huehuetoca,
Ramiro Martínez Ortega; de Atizapán, Régulo Pastor
Fernández, y de Cuautitlán-México, Edelmira Gutiérrez,
estuvieron en toda la misa que duró casi dos horas; algunos de ellos
hasta entonaron parte de las alabanzas y su voz se sumó a la de
los cientos de feligreses en el momento de las porras y vivas a san Juan
Diego, canonizado en la caremonia del pasado 31 de julio por Juan Pablo
II.
La misa, a la que acudieron cientos de feligreses de varios
municipios mexiquenses dotados de banderitas de papel de México
y el Vaticano, se realizó en el atrio de la pequeña iglesia
construida sobre lo que fue, según enseña la tradición
católica, la antigua casa de Juan Diego, y de donde caminaba todos
los días hacia Tlatelolco, pasando por el cerro del Tepeyac, en
un trayecto de por lo menos 25 kilómetros en línea recta.
Al inicio de la misa, el obispo de Cuautitlán,
Manuel Samaniego, quien cumplió su 33 aniversario episcopal, anunció,
desde una silla de ruedas por una enfermedad que lo aqueja desde hace varios
meses, la petición a Roma de que Juan Diego, ahora santo, sea declarado
patrono de la diócesis.
Más tarde, en una breve entrevista, Bertello consideró
que el Vaticano no podrá objeción alguna y la declaratoria
se hará en un futuro cercano.
En su homilía, el nuncio apostólico se refirió
a la sociedad materialista, en la que el amor y el deseo a tener una mayor
riqueza y posesiones hace olvidar al hombre la necesidad que tiene de Dios,
con lo que la vida pierde sentido.
Asimismo, recordó de manera especial la reciente
visita de Juan Pablo II a México, y dijo que la canonización
de Juan Diego deja varias enseñanzas, una de ellas, que los católicos
están llamados a ser auténticos evangelizadores.
Sin embargo, reconoció que existe una enorme incongruencia
entre fe y vida de muchísimos católicos, cuando estos dos
elementos siempre deben estar asociados.
Dijo que con la canonización de Juan Diego, el
Papa también lo puso como ejemplo para construir una sociedad y
un México nuevo, mediante el respeto y los sentidos de justicia
y solidaridad. "Juan Pablo II -agregó el nuncio- nos llamó
a ayudar siempre a los más necesitados, a los más pobres,
y nosotros debemos hacerlo, pero procurando que sean ellos quienes crezcan
y sean objeto de su propio desarrollo."