Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 6 de agosto de 2002
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Cultura

Teresa del Conde

Ruptura en el Museo Cuevas

Para celebrar 10 años del Museo José Luis Cuevas, se organizó y exhibió el pasado julio una muestra que gracias a la buena difusión y al poder de convocatoria del propio pintor reunió a centenares de personas que allí se dieron cita para felicitar a los representantes de la llamada ''ruptura" que deambulan por estos ámbitos. Como bien se sabe, se trata de una generación muy mermada y no precisamente por razones de edad. Desde aquí doy gracias a Manuel Alegría por haberme propiciado la visita tranquila y a puerta cerrada que me permitió, el día de la apertura, observar los rubros de la muestra que ocupa prácticamente todos los espacios del recinto.

Antes de proseguir conviene aclarar que una cosa es el movimiento al que bautizamos como ''ruptura" y otra la generación de ruptura. Si se habla de esta última, el número de expositores pudo haber sido más nutrido, pero si se alude a lo primero sobraron Pedro Coronel y quizá Roger von Gunten, pese a que casi desde su llegada a México, en 1957, éste compartió inquietudes con los jóvenes pintores de entonces. De todas maneras hay un artista que en cualquiera de los dos casos debió encontrarse representado en esa muestra, máxime si se toma en cuenta la inclusión -que no me queda clara- de Pedro Coronel. Me refiero a Juan Soriano, porque Ƒquién no recuerda los formidables Peces luminosos de mediados de los años cincuenta? El abanico de la muestra abarca aproximadamente el periodo que va de 1957 a 1968, aunque hay algunas obras realizadas antes de 1957.

En términos generales la exposición es acertada, pues alcanza a mostrar un buen panorama de la pintura y del dibujo primordialmente sesenteros. Existen piezas en la exposición que se convirtieron en ''clásicas", así se perciben o ese efecto producen. Tal vez en alguno de los mu-seos existentes (el Tamayo o el MAM serían los ad hoc, e incluso el Munal) debiera existir un espacio dedicado exclusivamente a la ''Ruptura", rotativo pero a la vez permanente. No puede haberlo tal y como ahora sí lo hay de forma temporal en el Museo Cuevas debido al problema de siempre: el sistema de adquisiciones de INBA-SEP en aquellos años fue muy aleatorio, eso por un lado; por otro está el hecho de que tampoco hoy día hay sistema consecutivo de adquisiciones y los precios de las obras de estos artistas, no siendo elevados en la medida en que lo son por ejemplo los de Tamayo o incluso los de Francisco Toledo, ya no resultan igualmente accesibles que antes, además de que los propietarios de obras de los años cincuenta y sesenta probablemente no estarían dispuestos a venderlas, porque como digo, adquirieron categoría de ''clásicas" si se considera que lo clásico es lo que es moderno en su momento y estas obras lo fueron en el México de ese tiempo.

Me referiré ahora a ciertas inclusiones que no me parecen tan acertadas: como ya dije, ningúna pintura de Pedro Coronel en este conglomerado es ''Ruptura", aunque tal vez algunas esculturas suyas sí pudieran encajar en ese rubro. El óleo de Enrique Echeverría, Paisaje de Madrid (1954), no es todavía Ruptura, como sí lo es una de las piezas más hermosas que de él se exhiben: Guitarra para Esther (1962). Me parece que en vez de Pulsación dinámica (1966), de Manuel Felguérez, políptico que pertenece al acervo del Museo de Arte Moderno, pudo haberse incluido En busca de la gaviota (1959) también del MAM, mu-seografiado hoy día en un espacio constreñido. El extraño cuadro Sección de aves (1958), de Alberto Gironella, me produjo grata sorpresa porque no lo conocía y es un buen cuadro, pero demasiado dependiente de modelos que pudieron haber proporcionado pintores ibéricos, del tipo de Enrique Climent. Tampoco me pareció feliz la inclusión de Los presagios, el llanto (1959), de Vicente Rojo, porque su propia "Ruptura" todavía no se llevaba a cabo o no quedó codificada en ese cuadro, sino en las Señales de principios de los años sesenta.

Toda la selección de Von Gunten es grata e igual sucede con Lilia Carrillo que parece elegida de los dioses (murió a los 43 años en 1974) debido a su personal poética. Lógicamente, como antes dije, la representación de Cuevas es notable, en tanto que la de Vlady pudo ser mejor. Hay un buen catálogo ilustrado no sólo con las obras sino con fotografías de época. El texto de fondo, Banquete visual para un aniversario, es de Raquel Tibol.

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