lunes 5 de agosto de
2002 |
SEMANÁLISIS De risa loca n Horacio Reiba |
La consigna era agregar sobre las
turbias aguas de nuestro futbol un enérgico baño de
toxinas. Y el resultado puede ser -con todo y los 27
goles del fin de semana- el minitorneo más indigesto y
absurdo de la historia. Todo se encamina por ahí. De
golpe, Neza, Querétaro, Aguascalientes, Tapachula y San
Luis Potosí se estrenan como plazas de primera (para los
planteles que van a representarlos, valdría la pena
preguntarse de "primera" qué). Claro que dos
de ellas -la capital chiapaneca y el municipio mexiquense-
tendrán que esperar algunas jornadas a que se "acodicionen"
sus "estadios" a satisfacción del reglamento (?)
de competencia, mucho más tolerante con los débitos del
inefable "Güero" Burillo al Cruz Azul (seis
milloncejos por rentas atrasadas, que la empresa
cementera espera cobrar algún día) y a la propia Rama
de la Primera División (los bien llamados "rameros"),
a cuenta del salvamento "comprado" el año
anterior. Sobre semejante montón de fino estiércol
pesaba ya el despojo sufrido por la gente de La Piedad
cuando de buenas a primeras se quedó sin equipo, a pesar
de que su pequeño estadio había sido el más
concurrido, proporcionalmente, de la temporada anterior,
y de que sus Reboceros quedaron superlíderes. De paso,
Vucetich, DT responsable de tan exitosa campaña, perdía
el empleo en beneficio del argentino Sanabria. No está
de más recordar que hablamos en un torneo cuyo "campeón"
venía de "ganarle" la final al little brother
necaxista mediante aplicación flagrante del método
Ferrari, muy parecido a cualquier película del Santo: el
héroe supera inmune una golpiza espectacular para
terminar ganando la pelea con la última cachetada. El caos como forma de vida. A raíz del fiasco del último drafttianguis acapulqueño quedó muy claro que al futbol mexicano, gigante con pies de barro, le estaba llegando su Waterloo. O su Nerón, ya que la quiebra es sobre todo económica... Toda la opulencia, todo el ostentoso derroche resultaron más mediáticos que reales, y los rumores de rebajas salariales simplemente obedecen a la vieja costumbre de hacer recaer en quienes hacen el futbol las consecuencias de las corruptelas y despropósitos administrativos, un desfile que no tiene para cuándo acabar, como el grotesco carnaval sin ética, sin reglas y sin cabeza que en realidad es. Mucho público, poco equipo. Del movido y desordenado partido de ayer en el Cuauhtémoc -imposible esperar otra cosa de "equipos" armados al cuarto para las doce-, vale sobre todo rescatar la respuesta del público. Esa multitud que llenó completamente el estadio no era una simple masa ávida de respirar de nuevo futbol, sino una verdadera afición: entusiasta y colorida pero también exigente y atenta. Que estuvo alentando en la Franja su voluntad de ir al frente, pero supo asimismo subrayarle con energía momentos de duda o desfallecimiento. Por lo demás, a nadie satisfizo ese empate con un cuadrito hecho para resistir y sufrir, a pesar del colchón de equipos amorfos y novatos que se han tendido a sí mismos los socios influyentes del tinglado. Esto es lo que hay. Para empezar bien, el Puebla ha inscrito la misma dupla de porteros, Campos y Bernal, que tenían los Pumas en la época de su último título de Liga -cuando había liga y no pachangas, allá por el 90-91. Y si el Brody cumplió ayer entre muchos malabares, la defensa de tres (Mascorro-Trotta-Adrián) anduvo lenta y mal coordinada, y los laterales que la flanquean (Nicolás-Cosme) empezaron prometiendo y terminaron debiendo; en la contención, Aguilar bregó con más voluntad que luces y Serna enseñó que le falta bastante para retomar su nivel del Boca. Pero la verdadera carencia del nuevo plantel es la misma de antes: no hay un armador y, por tanto, el ataque estará librado a la habilidad de Jafet, los caracoleos de Capetillo y la potencia de Coimbra, que ayer no apareció por ningún lado. |