Javier Oliva Posadas

Presidente de la República recibe a jefe de Estado Vaticano

Cuando no se sabe cuál es el origen, tampoco se puede saber cuál es el destino. La tentación mesiánica -y por tanto, autoritaria- de escribir la historia "de ahora en adelante" es una actitud que ha acompañado al presidencialismo mexicano en las recientes generaciones. Pero en esta ocasión observamos una clara y fehaciente intención por hacer a un lado los principios básicos de la convivencia social y política.

Combinar religión y política es el peor de los escenarios. ƑCómo percibirán los indígenas chiapanecos de credo protestante la fotografía del obsecuente beso de Vicente Fox Quesada, presidente de la República, al anillo papal? ƑCómo puede ser considerado por los grupos progresistas (de cualquier orientación) la actitud de feligrés sumiso del secretario de Gobernación, Santiago Creel?

Un ejemplo incuestionable de lo peligroso de esa mezcla es que en medio de la restructuración anunciada el pasado 30 de julio por el titular de la Secretaría de Gobernación, la Subsecretaría de Asuntos Religiosos se fusiona con la de Migración y Población. Esto significa preguntar por las políticas para prevenir y combatir el sida mediante el uso del condón. O bien, analizar si será posible distinguir entre los criterios católicos militantes de las políticas públicas que demandan enfoques no sólo más adecuados a nuestra realidad, sino incluso de mucha mayor tolerancia a la diversidad.

Los especialistas en la toma de decisiones March y Olsen precisan que los responsables número uno de mantener las estructuras funcionando y, por lo tanto, de la manutención de la estabilidad para la gobernación del país, son precisamente las autoridades, y éstas, entre más importantes, aumentan su papel como ejemplo y guía de la sociedad que dirigen. Por eso las muestras de tolerancia y pluralismo deben ser visibles en procesos de decisión y no sólo en discursos.

Por otra parte, la separación del Estado y de la Iglesia en México es un asunto histórico y no de criterios demagógicos de que "ahora no hay hipocresía". Las razones se encuentran en la naturaleza misma y en la misión de cada una de esas categorías. El presidente Fox debe saber que todos, absolutamente todos sus actos tienen una carga simbólica debido a que es jefe de Estado y jefe de gobierno, de acuerdo con la Constitución. La imagen de la sumisión del Estado mexicano al jefe de Estado Vaticano, por donde sea que se mire, no contribuye al clima de pluralidad y tolerancia que se construye en el país.

La Iglesia católica, como actor político de primer nivel en México y en el mundo, tiene intereses, ambiciones, rivales y fisuras internas, como todas las organizaciones, sólo que al representar a una religión extendida por todo el planeta sus redes se tornan complejas. Desde la quiebra del Banco Ambrosiano y la cadena de crímenes que le siguió, hasta los múltiples casos de pederastia, el trato con el entramado vaticano amerita atención y cuidado.

En el caso de Vicente Fox, no se trata de aceptar o rechazar la completa libertad a ejercer una religión determinada, sino de observar quién es ese creyente. Cambiar implica conocer a fondo lo que se quiere cambiar y para qué se quiere cambiar. Innovar desde el gobierno demanda de un análisis guiado por la evaluación y no por decisiones intempestivas que se agotan en la coyuntura. Bienvenido el Papa y su mensaje de paz (ya que no ofreció el perdón por los casos de abuso sexual en su estancia en Canadá). Pero también, insisto, hay que considerar los intereses de la diplomacia y el juego de intereses, donde el Vaticano, ni qué dudar, desempeña un papel fundamental. Pero quizá todo lo anterior sí esté considerado y cada una de las acciones y decisiones también sea tomada con toda conciencia.

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