Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 4 de agosto de 2002
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Política
Antonio Gershenson

Quiebras, fortunas y normas

El caso de las quiebras, y en varios casos alteraciones a la contabilidad, de grandes empresas en Estados Unidos, contiene valiosas experiencias. Para empezar, en casi todos los casos de quiebra formalmente declarada entre el año pasado y lo que va del presente, los principales ejecutivos no sólo no resultaron quebrados, sino que se enriquecieron considerablemente. Los principales ejecutivos de las empresas con activos superiores a 2 mil 500 millones de dólares, que quebraron en este periodo, extrajeron de esas empresas, antes del quebranto, más de 3 mil millones de dólares en los tres años anteriores. Sólo Gary Winnick, de Global Crossing, ganó en este plazo más de 500 millones. Las formas: se autoasignaron altos salarios, premios o bonos, generosas liquidaciones cuando tuvieron que salir, compra de acciones a bajo precio de la empresa que dirigían, y venta de las mismas antes de que sus precios se desplomaran.

Mientras los ejecutivos se enriquecían, estas quiebras causaron la ruina de numerosos accionistas y el despido de casi 100 mil trabajadores. En varios casos, para poder vender sus acciones cuando ya sabían que se iban a desplomar, hicieron arreglos con los bufetes de contadores que auditaban a "su" empresa, con las financieras que respaldaban sus emisiones accionarias y con los bancos que los financiaban, para simular que la empresa en cuestión andaba muy bien.

Un rasgo importante: aproximadamente la mitad de las grandes empresas que quebraron (y por lo mismo no incluimos a otras que tuvieron alteraciones contables, pero no han quebrado formalmente) pertenecen a dos sectores muy bien delimitados: la comercialización de electricidad y gas natural, y las telecomunicaciones. Estas dos ramas de actividad tienen en común que fueron "desreguladas" por decisión gubernamental, supuestamente en aras de la competencia y de la eficiencia que de ella se derivaría.

Esto no es casual. Al suprimirse las normas, reglas o reglamentos encaminados a evitar o moderar abusos monopólicos, los ejecutivos tuvieron libertad de servirse con la cuchara grande durante años. Es más, es la hora en que siguen libres y tan tranquilos, aunque se estén aprobando leyes penalizando severamente algunas cosas de las que ellos hicieron.

Sin embargo, nuestros aprendices de tecnócrata insisten en la misma receta ultraliberal que ha fracasado hasta en los países en los que se originó. Quieren recorrer, con 10 o más años de retraso, un camino lleno de baches, y de agujeros bastante más grandes que un bache, y del que se empiezan a alejar quienes lo recorrieron cuando estaba nuevecito. Supuestamente, las leyes del mercado son un excelente regulador. Eso es cierto en actividades económicas en las que los ciclos económicos son cortos. Pero, además, al amparo de la carencia de regulación, y de sus muy buenos contactos con quienes toman las decisiones políticas, hay ejecutivos que se enriquecen hasta de la quiebra de las empresas a las que supuestamente deben representar.

Con estos planteamientos, los funcionarios en cuestión no sólo muestran su ignorancia sobre la realidad de nuestro país. Reflejan también su falta de información y de comprensión del cuadro mundial actual, muy diferente del que había cuando gobernaban a sus respectivos países Reagan, Thatcher y Pinochet. 

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