Antonio Gershenson
Quiebras, fortunas y normas
El caso de las quiebras, y en varios casos alteraciones
a la contabilidad, de grandes empresas en Estados Unidos, contiene valiosas
experiencias. Para empezar, en casi todos los casos de quiebra formalmente
declarada entre el año pasado y lo que va del presente, los principales
ejecutivos no sólo no resultaron quebrados, sino que se enriquecieron
considerablemente. Los principales ejecutivos de las empresas con activos
superiores a 2 mil 500 millones de dólares, que quebraron en este
periodo, extrajeron de esas empresas, antes del quebranto, más de
3 mil millones de dólares en los tres años anteriores. Sólo
Gary Winnick, de Global Crossing, ganó en este plazo más
de 500 millones. Las formas: se autoasignaron altos salarios, premios o
bonos, generosas liquidaciones cuando tuvieron que salir, compra de acciones
a bajo precio de la empresa que dirigían, y venta de las mismas
antes de que sus precios se desplomaran.
Mientras los ejecutivos se enriquecían, estas quiebras
causaron la ruina de numerosos accionistas y el despido de casi 100 mil
trabajadores. En varios casos, para poder vender sus acciones cuando ya
sabían que se iban a desplomar, hicieron arreglos con los bufetes
de contadores que auditaban a "su" empresa, con las financieras que respaldaban
sus emisiones accionarias y con los bancos que los financiaban, para simular
que la empresa en cuestión andaba muy bien.
Un rasgo importante: aproximadamente la mitad de las grandes
empresas que quebraron (y por lo mismo no incluimos a otras que tuvieron
alteraciones contables, pero no han quebrado formalmente) pertenecen a
dos sectores muy bien delimitados: la comercialización de electricidad
y gas natural, y las telecomunicaciones. Estas dos ramas de actividad tienen
en común que fueron "desreguladas" por decisión gubernamental,
supuestamente en aras de la competencia y de la eficiencia que de ella
se derivaría.
Esto no es casual. Al suprimirse las normas, reglas o
reglamentos encaminados a evitar o moderar abusos monopólicos, los
ejecutivos tuvieron libertad de servirse con la cuchara grande durante
años. Es más, es la hora en que siguen libres y tan tranquilos,
aunque se estén aprobando leyes penalizando severamente algunas
cosas de las que ellos hicieron.
Sin embargo, nuestros aprendices de tecnócrata
insisten en la misma receta ultraliberal que ha fracasado hasta en los
países en los que se originó. Quieren recorrer, con 10 o
más años de retraso, un camino lleno de baches, y de agujeros
bastante más grandes que un bache, y del que se empiezan a alejar
quienes lo recorrieron cuando estaba nuevecito. Supuestamente, las leyes
del mercado son un excelente regulador. Eso es cierto en actividades económicas
en las que los ciclos económicos son cortos. Pero, además,
al amparo de la carencia de regulación, y de sus muy buenos contactos
con quienes toman las decisiones políticas, hay ejecutivos que se
enriquecen hasta de la quiebra de las empresas a las que supuestamente
deben representar.
Con estos planteamientos, los funcionarios en cuestión
no sólo muestran su ignorancia sobre la realidad de nuestro país.
Reflejan también su falta de información y de comprensión
del cuadro mundial actual, muy diferente del que había cuando gobernaban
a sus respectivos países Reagan, Thatcher y Pinochet.