Autora del libro Ficción y realidad. El héroe popular
Numerosos, los santones laicos mexicanos: Bertaccini
Figuran Pedro Infante y el Ratón Macías, entre otros
Casi imposible, definir un prototipo único, dice
ANGEL VARGAS
Las canonizaciones en el país han sido más
frecuentes de lo que cualquier mexicano podría imaginarse. Quizá
la principal razón por las que han pasado inadvertidas radica en
su origen laico y masivo, y si no, ¿quién podría negar
que personajes como Pedro Infante, el Ratón Macías,
el Santo o el Púas Olivares han cumplido el papel
de verdaderos santones en la cultura popular?
La politóloga italiana Tiziana Bertaccini, autora
del libro Ficción y realidad. El héroe popular, analiza
el culto y fervor casi religioso que el pueblo mexicano profesa a esas
figuras.
Cita como ejemplos el cariño y la familiaridad
que se guarda hacia el ídolo de Guamúchil, no obstante que
falleció hace casi medio siglo; o el hervidero en la sangre que
aún provoca en algunos el grito de guerra de ''Santo... Santo...
Santo".
Para la investigadora, la figura del héroe popular
que predominó durante gran parte del siglo XX en México,
además de cierto halo ritual en torno suyo, estuvo siempre apegada
a las normas y los modelos sociales, económicos y políticos.
Sostiene que, según las necesidades de la época,
las características de esos personajes se fueron desarrollando y
transformando; por ello resulta casi imposible encontrar o definir el prototipo
único y general de héroe mexicano.
En Ficción y realidades -coedición
de CNCA-Universidad Iberoamericana y que será presentado hoy a las
18:30 horas en el Museo Nacional de Culturas Populares (Hidalgo 289, centro
de Coyoacán)-, Bertaccini describe cómo durante el comienzo
de la transformación de la sociedad rural en urbana, a finales de
los años 30 y 40, el cine nacional cumplió la función
de integrar al país, bajo la figura del charro y la canción
ranchera.
En esa dinámica, dice, Pedro Infante y sus filmes,
en especial con Nosotros los pobres, se adentran en el ánimo
del pueblo de la década de los 50 porque sirven de reflejo de la
sociedad urbanizada y proletaria.
El Ratón Macías, con su ejemplar
vida dentro y fuera del ring, y el enmascarado de plata, como prócer
invencible del bien, fueron canonizados por las mayorías, y sirvieron
de modelos de moralización social.
Esa norma del héroe apegado a las normas del sistema,
afirma Bertaccini, llega a su fin con la contracultura de los años
60 y el movimiento estudiantil del 68, y esa época contestataria
y en algunos casos disidente se ve representada por el Púas
Olivares, con su vida desenfrenada de alcohol, droga, mujeres y sexo.