Paran máquinas en ingenios cubanos
Ante el ajuste, 64 cerrarán; algunos son ahora
museos, como el Patria o Muerte
GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL
Moron, Cuba, 28 de julio. A sus 59 años,
Eliseo Pérez Gil mantiene la energía y el entusiasmo para
trabajar en el que ha sido el eje de su vida: el ingenio Patria o Muerte,
el cual después de ocho décadas de vomitar costales
de azúcar ha silenciado para siempre sus máquinas y se convierte
en museo para turistas.
-¿Cuánto tiempo trabajó usted aquí?
-35 años. Toda una vida.
Pérez Gil era desde 1982 el jefe de producción
de esta fábrica de azúcar. Su misión fue, nada menos,
garantizar que la caña cortada entrara oportunamente a la línea
del central (como se llama en Cuba a los ingenios) para ser molida, recuperar
sus jugos vitales y convertirlos en el dulce. Todo ahorrando el máximo
de tiempo y energía. Todo un reto.
"Para eso hay que tener caña sin basura, mantener
bien preparados los tractores y camiones, garantizarles su combustible,
tener toda la fábrica aceitadita, resolver rápidamente las
roturas (desperfectos) y despachar a tiempo el producto. Es muchísima
exigencia", dice González con emoción. Y agrega con orgullo
de viejo azucarero: "Con todos los problemas, sobre todo en el periodo
especial (la crisis económica que estalló tras la caída
de la Unión Soviética), llegamos a ser el tercer central
del país en eficiencia". El veterano jefe del ingenio es ahora un
guía de turistas.
El
cierre de Patria o Muerte, ubicado en la zona norcentral de Cuba, provincia
de Ciego de Avila, no fue decidido por un mal rendimiento, sino por racionalidad.
Es un ingenio demasiado pequeño, de 176 trabajadores, ubicado al
lado de un gigante, el Ciro Redondo (600 trabajadores, con capacidad cinco
veces mayor) que desde la próxima cosecha, que arrancará
a finales del año, recibirá también la caña
de su vecino.
El Patria, como le llaman los lugareños, está
limpio y arreglado con banderitas para que los turistas entren al túnel
del tiempo y vean cómo se fabricaba el azúcar en el siglo
XX. Pérez Gil explica a los visitantes todo el proceso, muestra
la maquinaria. Luego los viajeros suben al tren que llevaba los costales
de dulce a la báscula y al embarque final. El tour concluye
en el antiguo huerto del ingenio, ahora un restaurante para los visitantes,
donde a media mañana se cuece a las brasas un lechón abierto
en cruz.
Unos 30 vacacionistas llegan diariamente al central, en
general procedentes del vecino complejo playero Jardines del Rey, que crece
sin cesar en la cayería norte de Cuba.
Pérez Gil tenía 16 años cuando Fidel
Castro entró triunfante a La Habana. Se sumó a la campaña
de alfabetización, estudió ingeniería mecánica
y entró a trabajar al Patria, un ingenio que empezó a construirse
en 1914 y arrancó máquinas cuatro años más
tarde. Fue bautizado con ese nombre en honor de la matriarca de la familia
Falla Gutiérrez, estadunidense de origen hispano y propietaria de
la fábrica. La revolución nacionalizó el central y
le puso apellido.
El recuerdo más estrujante de Pérez Gil
es el de la zafra de 1970, la campaña por los 10 millones de toneladas
de azúcar, que Cuba no logró y nunca había logrado
en su historia. "Trabajamos hasta 18 horas diarias. Dormíamos un
rato... y a seguirle. Pero yo tenía un magnífico personal
y eso era fundamental."
-Después de tanta tensión en la fábrica,
¿no se le hace aburrido hablar con turistas?
-Es más tranquilo, pero también interesante
-responde con aplomo, asumiendo el signo de los tiempos. De sus tres hijos,
uno está ya colocado en el turismo, en Jardines del Rey.
El macroajuste que ha emprendido Cuba en la industria
azucarera busca reducir el sector a un tamaño realista, suficiente
para competir y eliminar el caudal de subsidios a una planta gigante, que
en las cuentas finales cuesta más de lo que produce.
La que fue columna vertebral de la economía cubana
cerrará 64 de los 156 ingenios. De los 92 restantes, 71 seguirán
en funciones, 14 fabricarán derivados y siete, como el Patria, quedarán
abiertos para el turismo. De dos millones de hectáreas de cañaverales,
la mitad cambiará de cultivo. Según los informes oficiales,
100 mil de los 400 mil trabajadores del azúcar dejarán sus
funciones y recibirán ofertas laborales en los nuevos giros agrícolas
o en otros sectores, o tendrán opciones educativas, siempre conservando
sus promedios salariales, que en el caso de los trabajadores industriales
es de unos 250 pesos mensuales (9.6 dólares).
Las autoridades han ofrecido también mantener todos
los servicios urbanos, comerciales y asistenciales en los bateyes, los
poblados que surgen espontáneamente alrededor de los campos de caña
y fábricas de azúcar y que dependen al ciento por ciento
de esos polos económicos: unos dos millones de personas.
En la más reciente zafra (2001-2002) sólo
trabajaron 104 ingenios, para producir 3 millones 610 mil toneladas de
azúcar, lejos de los rangos de 7 millones de toneladas de la segunda
mitad de los años 80, pero cerca de la realidad de la industria,
que desde la década pasada cedió al turismo el primer lugar
como fuente de divisas en la isla. La reconversión, a tono con los
cambios mundiales en el sector, fue acelerada por la caída de los
precios internacionales del dulce, que han tenido ya marcas por debajo
del límite sicológico de los 6 centavos de dólar por
libra.
"Son precios de basurero", dice Eliecer García,
delegado del Ministerio del Azúcar en Ciego de Avila, donde hay
seis ingenios, de los cuales cerrarán tres: Bolivia, Máximo
Gómez (unos 500 operarios en cada uno) y Patria o Muerte. Todos
los cañaverales se mantienen y tributan a las fábricas que
siguen en pie en esta provincia, productora en la última cosecha
de 300 mil toneladas de azúcar, casi 10 por ciento del total nacional.
"Somos los mejores productores de azúcar, pero esta vez la suerte
nos tocó la puerta", dice el funcionario, en defensa de la reconversión,
un "proceso que se había estado demorando."
En algunos casos se aprovechan recursos o infraestructura.
En el caso del Patria seguirá funcionando su afamado taller de mantenimiento
de máquinas-herramientas. En otros, relata García, se eliminan
deformaciones que se arrastraron durante años, como en el Máximo
Gómez, ubicado a orillas del mar, a 30 kilómetros de sus
cañaverales. "Así lo heredamos del capitalismo."
-En alguna época se decía en Cuba que "sin
azúcar no hay país" -se le dice al funcionario.
-El mundo es cambiante... nosotros teníamos que
cambiar.
La mayor incógnita del ajuste es la capacidad de
la economía cubana para absorber la fuerza de trabajo que no logre,
finalmente, colocarse en otras plazas del sector o en otras ramas y del
destino de la masa social, familiar, que viene detrás. El Patria
es sólo un ejemplo de cambio óptimo en la mejor provincia
azucarera.