Víctor Hugo Rascón Banda
Soy filipaz, no Pazfóbico
En relación con el artículo de Javier Aranda Luna publicado ayer en la sección de Cultura de La Jornada, es necesario hacer las siguientes precisiones:
El culpable de haber culpado a Octavio paz de los problemas del teatro no fui yo. Tiene razón Aranda Luna en todas las referencias a la labor de Octavio Paz en la cultura mexicana, lo cual comparto totalmente.
Ofrezco como testigos de mis palabras a Luz Emilia Aguilar Zinser, crítica del Reforma; Olga Harmony, crítica de La Jornada; Germán Castillo, presidente de la Academia Mexicana de Arte Teatral, AC, y Gabriel Pascal, escenógrafo, quienes el 16 de julio ofrecimos una conferencia de prensa para anunciar el Foro Nacional de Dramaturgia.
Al final de la conferencia uno de los reporteros, que no era el de La Jornada, preguntó a qué se debía la falta de público en los teatros. Dimos todas las razones: inseguridad en las calles, más oferta que demanda, divorcio entre lo que se ofrece y lo que se pide, pérdida de la tradición de ir al teatro y una educación defectuosa desde la primaria.
Ante la pregunta de ese reportero sobre si el teatro era literatura, manifesté que no, que quizá lo era como consecuencia de estar impreso, pero que su fin último y único era el hecho escénico, efímero, sobre el escenario, no el libro.
Luego el tema recayó en por qué las revistas literarias no se ocupan del teatro. Y se comentó en la mesa que se debía a que no lo consideraban digno de ser literatura y que por tradición no se le consideraba en los círculos intelectuales y literarios de México una actividad sería e importante.
Fue en ese momento cuando apareció el nombre de Octavio Paz y yo comenté lo que se dice en todas las reuniones de teatro. Que cuando se creó el Sistema Nacional de Creadores, gracias a la iniciativa y promoción del gran escritor Octavio Paz, así lo dije, el teatro no fue incluido, hasta que lograron ingresar los dramaturgos, años después los directores y escenógrafos y en otra categoría los actores, como ejecutantes. También dije que en las dos revistas literarias fundadas por el maestro Paz no hubo nunca una sección de crítica teatral destinada a analizar el teatro contemporáneo, el que se presenta cada día en los escenarios, no la literatura dramática de otras épocas y de otros países, sino el teatro de todos los días.
Cuando el mismo reportero insistió en la razón, entonces dije bromeando, lo que también se comenta entre el medio teatral, que el director de esas publicaciones no simpatizaba con el teatro porque había tenido sólo una incursión en este género, que no trascendió, así como por las dificultades que tuvo con quien fue su primera esposa, la gran dramaturga Elena Garro. Estos son hechos históricos y públicos, no fobias y agravios contra la figura de una de las más grandes inteligencias del siglo XX.
Por lo que se refiere al reclamo sobre los deberes del presidente de Sociedad General de Escritores de México en relación con la censura de la película El crimen del padre Amaro y a la lucha por recuperar públicos perdidos, en la pasada asamblea de Sogem, uno de los principales acuerdos fue luchar contra la censura de dicha cinta, lo cual no fue necesario porque el director de Cinematografía de Gobernación, ante el reclamo de Sogem, me informó que la película había sido clasificada para adolescentes y que será exhibida el próximo 16 de agosto, Sogem mantiene un acuerdo con la Academia Mexicana de Arte Teatral para promover el teatro en los medios electrónicos y conquistar los espectadores que merece el teatro mexicano.
No formo parte de las fobias contra Octavio Paz. Al contrario. Rindo culto a su memoria. Al día siguiente que tomé posesión en la Sogem, adquirí la serigrafía de Paz hecha por Gironella; personalmente la enmarqué y la coloqué en la sala de consejo de la Sogem para que nos iluminara con su presencia.
Culpar al poeta Octavio Paz de la ausencia de público en los teatros no sólo es irracional, sino idiota.