Miembros de comisiones de la verdad de veinte países realizan un
foro en México
Advierten que la reconciliación debe nacer en
el corazón de las víctimas, no por decreto
Sobre la fiscalía para desaparecidos, Rosario Ibarra dice: "Fox
ya pactó con el Ejército"
BLANCHE PETRICH
Una enfermera de Timor Oriental, Isabel Guterres, empapada
con historias de dolor de miles de víctimas que dejó la guerra
por la independencia de esa nación contra Indonesia, integrante
de la recién creada Comisión para la Verdad y Reconciliación
de su país, comprendió y se solidarizó con la fuerte
dosis de duda que había dejado asentada la presidenta del Comité
Eureka, Rosario Ibarra de Piedra, respecto a la gran novedad en el campo
del derecho humanitario de México, que ayer por la mañana
se analizó en el patio del Museo José Luis Cuevas.
"La respeto y simpatizo con lo que usted ha dicho, doña
Rosario -dijo la timorense-; la reconciliación no se hace por decreto;
tiene que nacer en el corazón de las víctimas. Y esto no
sucederá si antes no se hace justicia."
Los organizadores y participantes en el foro Comisiones
de la verdad: perspectivas y alcances, el caso México sabían
el riesgo que corrían si lograban vencer la resistencia de Rosario
Ibarra a participar en un debate de esta índole. Es distintiva la
negativa del Comité Eureka, próximo a cumplir 25 años
de lucha, a aceptar comisiones, fiscalías o cualquier otra vía
de excepción para el ejercicio de la justicia en sus casos. Un discurso
duro y crítico era más que previsible.
Y los protagonistas y participantes del seminario que
se había realizado jueves y viernes, así como los asistentes
al foro mismo, eran precisamente eso: integrantes de comisiones de la verdad,
incluso pioneros; activistas de derechos humanos con décadas de
trayectoria que habían alimentado y enriquecido con sus denuncias
e investigaciones procesos de esclarecimiento y juicios históricos,
como los de Chile, Argentina, Sudáfrica, Guatemala y El Salvador.
Tendría otros efectos la presencia de Rosario Ibarra
en el foro. Por lo pronto, el presidente de la Comisión Nacional
de Derechos Humanos, José Luis Soberanes, declinó la invitación
al evento.
¿Sirven las comisiones?
Los
panelistas y la mayor parte del auditorio, procedentes principalmente de
América Latina, pero con algunos asistentes de Africa y una de Asia,
habían pasado dos días inmersos en el ejercicio de debatir
y comparar las mecánicas, los contenidos y los resultados de 20
comisiones de la verdad que entraron en acción en países
asolados por el terrorismo. Desde Uruguay hasta Sierra Leona, de Guatemala
a Uganda, de Timor a Brasil, Chile, Argentina y Perú, se habló
de logros, retrocesos y frustraciones, de los más recientes desarrollos
en el derecho internacional sobre el tema.
Se expusieron datos reveladores sobre una larga batalla
contra la impunidad que, pese a algunos logros, aún deja en las
víctimas el sabor de una obra inconclusa.
En Chile, pese a los miles de habeas corpus interpuestos
durante la dictadura por cada desaparecido, pese a las barbaridades reveladas
en el informe de la Comisión de la Verdad -el "informe Rettig"-,
el ex dictador Augusto Pinochet parece haberse librado de un juicio, mientras
torturadores y asesinos de su aparato tienen escaños en el Congreso.
En Guatemala, pese a la contundencia del informe de la
Comisión para el Esclarecimiento Histórico, que permitió
establecer que el Estado cometió genocidio contra la población
indígena, ninguna causa judicial contra los perpetradores ha prosperado.
Sin embargo, un reciente fallo ordena indemnizar a los integrantes de las
Patrullas de Autodefensa Civil, cuerpo paramilitar creado por el dictador
y actual líder del parlamento Efraín Ríos Montt, responsable
de 12 por ciento de las matanzas. Como el Estado no tiene dinero para pagar
a esos paramilitares, está en estudio un nuevo impuesto.
Hay casos de mayor retroceso. Uruguay, donde durante 12
años a partir del golpe de 1973 cerca de 5 mil presos políticos
(en una población de poco menos de 3 millones) sufrieron tortura
sistemática en prisiones militares, apenas ha comenzado a trabajar
una comisión de la verdad. Para poder existir, tuvo que autolimitarse:
no investigará asesinatos ni tortura, sólo desapariciones
forzadas, y no identificará por nombre a ninguna institución
o individuo responsable.
Se conocieron casos novedosos, como el logro del Grupo
Tortura Nunca Más de Brasil, que en 1998 inició un trabajo
de esclarecimiento sobre los tormentos aplicados durante la dictadura militar.
El hecho es emblemático, ya que los militares brasileños
son considerados los innovadores y exportadores de muchas de las prácticas
de tortura que en los años 70 se expandieron por todo el continente.
Se ha logrado en Sao Paulo y Río de Janeiro que a 12 médicos
legistas que participaron en la tortura y fabricaron actas de defunción
falsificadas les fueran anuladas sus licencias profesionales.
Una impresión general de los participantes es que
las comisiones de la verdad, aun las más legítimas, aun las
que logran documentar con mayor profundidad los grandes dramas de la represión,
son apenas la mitad de un esfuerzo que se evapora si acto seguido sus resultados
no pasan a la esfera de la ley y se procede a la vía jurídica,
al juicio y castigo de los responsables. De lo contrario, el pasado siempre
regresa.
Desde la perspectiva africana, hubo intervenciones que
dejaron sembrada la duda sobre la viabilidad de esas comisiones. Una fue
la referencia del secretario ejecutivo de la comisión nacional de
Ghana, quien recordó que la primera comisión de este tipo
fue creada en los años 60 nada menos que por un genocida de gran
calado, Idi Amin, con el único fin de satisfacer presiones internacionales.
Una pregunta planteada por la Comisión Colombiana
de Juristas, por conducto de Iris Marín, quedó en el aire:
"¿Se tiene que esperar a que un país salga de un conflicto
armado para que pueda entrar en acción una comisión de la
verdad?"
La incógnita de la fiscalía especial
Para la comunidad de activistas de derecho humanitario
internacional, el caso de México, con el tema de la Fiscalía
Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, era un
ángulo nuevo e inquietante. El gobierno mexicano, pese a su naturaleza
represora, fue en el pasado un genio de las apariencias. ¿Qué
se encontrará detrás del nuevo marco creado para el esclarecimiento
y la justicia en este país anfitrión del seminario internacional?
El fiscal Ignacio Carrillo Prieto sabía de antemano
que, de parte de Rosario Ibarra, enfrentaría un discurso crítico.
Y en efecto, con un coloquial "ustedes me van a perdonar", la presidenta
de Eureka señaló que el comité no acudirá con
sus denuncias penales, asentadas en la Procuraduría General de la
República, ante la fiscalía especial. Expresó su convicción
de que el proceso de esclarecimiento abierto en las oficinas del fiscal
Carrillo Prieto, lo mismo que las comisiones de la verdad, "son cosas pactadas".
Dijo que en relación con los juicios recién abiertos por
las matanzas de estudiantes de 1968 y 1971 "Fox ya pactó con el
Ejército".
Pero no fue tan previsible el efecto que esas palabras
tuvieron entre los participantes. Enorme, como la giganta de bronce plantada
en el centro del museo sede, apareció la distancia entre la incipiente
fiscalía y los elementos que, en la inauguración, el presidente
de la Asociación para la Prevención de la Tortura había
señalado como requisitos indispensables para cualquier comisión
de la verdad: una calidad de legitimidad "altísima" y una credibilidad
a toda prueba.
Más aún, los oradores expresaron reconocimiento
a la posición de Rosario Ibarra. Así lo hicieron Isabel Guterres;
Sofía Macher, integrante de la recién creada Comisión
de la Verdad y la Reconciliación de Perú, y la chilena Paz
Rojas, presidenta de la Corporación de Promoción y Defensa
de los Derechos del Pueblo. Esta última mencionó la exoneración
del dictador Augusto Pinochet, acusado penalmente de cientos de desapariciones
y ejecuciones extrajudiciales, con el argumento mentiroso de demencia.
Eso ocurre, dijo, porque entre los miembros del gobierno chileno "todavía
hay miedo" a enfrentar el pasado.
El "caso México" había sido tocado de manera
marginal durante la primera fase del seminario. Primero fue un discurso
formal de la subsecretaria de Relaciones Exteriores Marieclaire Acosta,
quien hizo una presentación de la fiscalía especial como
el mecanismo elegido para "llegar a la verdad y sancionar a los culpables".
Aseguró que el Comité Ciudadano de Apoyo, formado por cinco
personas nombradas por el propio Ejecutivo, "recupera el papel que suelen
tener las comisiones de la verdad".
Sin pestañear, agregó que el gobierno asumió
plenamente el principio de la no prescripción de los crímenes
de guerra y lesa humanidad. No dijo, por supuesto, que este mismo gobierno,
por iniciativa suya, promovió una reserva que no permite la retroactividad
en cuanto a delitos juzgados conforme a la convención interamericana
sobre desaparecidos, casualmente el tema más grueso y crítico
en el proceso de esclarecimiento en México.
Después de la inauguración la funcionaria
se retiró. No escuchó, por tanto, los alegatos jurídicos
que los especialistas presentaron acerca de los recursos de prescriptibilidad
que algunos gobiernos utilizan como mecanismos para asegurar la impunidad.
Roberto Garretón, ex abogado de la Vicaría de Solidaridad
chilena y actualmente representante de la oficina de Mary Robinson en Santiago,
habló del tema como "el uso del derecho en contra de la víctima",
y aseguró que hay vías y estrategias para combatir estas
prácticas por la vía legal.
Rodolfo Mattarrollo, integrante del Centro de Estudios
Legales y Sociales de Argentina y comisionado de la ONU en misiones como
Haití, El Salvador y Sierra Leona, afirmó que mediante el
uso creativo del derecho nacional e internacional los mexicanos podrían
anular los efectos de ese candado que permite, por el momento, alegar
la prescripción en favor de algunos acusados de represión.
Cautela ante el "híbrido" de este país
Fue un académico estadunidense, Louis Bickford,
del Centro para la Justicia Transicional, quien planteó las primeras
dudas sobre la viabilidad de la fiscalía especial mexicana: primero,
porque está concebida como un "híbrido" de comisión
de la verdad, fiscalía y Ministerio Público. El objetivo,
expresó, es "muy ambicioso", y no están claros los límites
entre sus funciones para el establecimiento de una verdad social y una
verdad jurídica como resultado de procesos judiciales.
Por otra parte, destacó, tampoco es claro el nivel
de legitimidad y apoyo de la sociedad civil; por último, hay dudas
fundadas sobre la solidez del compromiso político del gobierno federal
con los procesos que enfrente el fiscal.
Preguntó: "¿Cuáles son en realidad
las metas del fiscal? ¿Realizar un manejo político del tema
de la impunidad en México, o contribuir a profundizar la democratización
y la reforma al Poder Judicial?"