Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 21 de julio de 2002
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Capital

Angeles González Gamio

Magno congreso de cronistas

La crónica en la ciudad de México tiene una amplia tradición, que data de la época prehispánica, en la que nuestros antepasados pintaron esos maravillosos libros que nos hablan de su vida y pensamiento. Tras la conquista muchos fueron los que nos dejaron interesantes crónicas que nos permiten conocer distintos aspectos de lo que fue el traumático acontecimiento, y pormenores de la cultura que intentaba dominar; baste recordar las prodigiosas páginas de Bernal Díaz del Castillo.

En la actualidad hay innumerables cronistas, historiadores, periodistas y escritores que, con título o sin él, frecuentemente sólo por pasión, cotidianamente escriben sobre el acontecer citadino, su historia, sus calles, su gastronomía, sus gozos y sufrires. Todos ellos tendrán cabida en el congreso que están organizando la Secretaría de Cultura del Gobierno del DF y el Consejo de la Crónica de la ciudad de México, con la colaboración de diversas instituciones, como el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de la UNAM, el Instituto Mora, el Instituto de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, la Asociación de Cronistas del DF, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Centro Humanista Tlacali, la Universidad del Claustro de Sor Juana y el Instituto Politécnico Nacional, que va a ser anfitrión en su Centro de Educación Continua y a Distancia Unidad Allende, ubicada en el antiguo convento de San Lorenzo, enorme edificación que a pesar de todas las transformaciones que ha padecido a lo largo de los siglos, continúa siendo un espacio magnífico.

El acto se titula La ciudad y sus cronistas. Historia, testimonio, literatura y periodismo; se va a realizar en septiembre y ya se pueden inscribir en los teléfonos 55-21-53-47 y 55-21-52-87, y en el correo electrónico [email protected]. Además va a haber recorridos por el Centro Histórico y eventos artísticos.

No está de más recordar un poco de la historia del añejo convento que será la sede: a fines del siglo XVI unas monjas agustinas lo crearon, dedicándolo a San Lorenzo Mártir, el santo varón que asaron en una parrilla. El templo fue construido en 1650, siguiendo los lineamientos arquitectónicos de la época; en los siglos posteriores padeció severas modificaciones para adaptarlo a la moda barroca. En la actualidad conserva una portada de gran belleza, que consta de dos cuerpos con pilastras y columnas dóricas adosadas, que sostienen un sobrio entablamento que se interrumpe con tres nichos con esculturas. En el segundo cuerpo resalta una escultura de San Agustín, de tamaño natural. Los materiales son los característicos de la época: aterciopelado tezontle color vino, adornado con elegante cantera plateada en los marcos y las portadas.

El soberbio interior, en el que destacan las bóvedas de ambos coros, está prácticamente desnudo. Es obra del progresista sacerdote Ertze Garamendi, quien estuvo a cargo del templo en los años sesenta del siglo XX, lo limpió de adornos corrientes e invitó al artista Matías Goeritz a diseñar los vitrales y el sitio donde estuvo el altar mayor, destruido tras la exclaustración, junto con los altares laterales. La obra de Goeritz es verdaderamente maravillosa; tanto el diseño y colorido de los vidrios de las ventanas, como la gran mano con un dramático orificio, que, en bajorrelieve, ocupa el muro donde estuvo el altar mayor. Desafortunadamente esta original belleza ha sido parcialmente cubierta por un altarcito tipo barroco.

Como hemos mencionado con anterioridad, no perdemos la esperanza de que regrese un párroco con sensibilidad estética, que lo despeje y permita apreciar esta obra de arte contemporáneo, que expresa un gran misticismo y armoniza espléndidamente con la arquitectura barroca.

Al ser exclaustradas las religiosas, a mediados del siglo XIX, tras dedicarse varios años el edificio del convento a usos viles, se estableció allí la primera Escuela de Artes y Oficios, y tiempo después lo ocupó la EIME, que se transformó en la EITE, y en 1936 en la ESIME, dependencia politécnica que ha formado a muchos de los mejores ingenieros mecánico-electricistas del país.

Al edificarse las modernas instalaciones del Politécnico se trasladó a la ESIME, y el antiguo convento cayó en desuso, hasta hace poco más de un lustro, cuando decidieron restaurarlo y dedicarlo a Centro de Educación Continua, en el que se imparten cursos, diplomados y maestrías.

A cinco cuadras, en la avenida 5 de Mayo 10-A, se encuentra el restaurante L' Heritage, que ofrece sabrosa comida mexicana, entre la que sobresalen las especialidades de la casa: la sopa de queso, el filete de guachinango relleno de marisco o el rib eye en salsa molcajeteada. El postre: la tarta de manzana caliente, bañada con Grand marnier.

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