CON LA VISTA AL ZOCALO
José Agustín Ortiz Pinchetti
México profundo
šREBELION EN Atenco! El viernes 12 de julio estalló la violencia por el aeropuerto. Según información periodística, el gobierno federal ha ido cercenando territorialmente, sexenio tras sexenio, el ejido de San Salvador Atenco, hasta casi extinguirlo. El último golpe: el 21 de octubre del año pasado pretendió expropiar 5 mil hectáreas de cultivo, donde se asientan 13 ejidos, para construir allí un nuevo aeropuerto. Atenco se encuentra muy cerca de Texcoco, a unos 30 kilómetros del Distrito Federal. Podríamos considerarlo como parte del México mestizo-indígena llamado profundo por Guillermo Bonfil Batalla, uno más de un semillero de cien pueblos y aldeas, algunos incluidos en el DF.
NO HAY una cultura mexicana única, escribió Bonfil, porque los dos proyectos civilizatorios, uno occidental y otro mesoamericano, no se han fusionado. Son divergentes, portan formas distintas de concebir "el mundo, la naturaleza, la sociedad y el hombre". El proyecto occidental, colonial, criollo, imaginario y dominante, ha subordinado al México profundo e indígena, sin incorporarlo. Sin embargo, éste es el verdadero México. Resiste y persiste, expresándose de mil maneras no convencionales.
LOS PUEBLOS originarios de la ciudad de México se asientan en siete delegaciones: Xochimilco, Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan, Magdalena Contreras, Cuajimalpa y Alvaro Obregón. Se agrupan en 45 comunidades de origen nahua, la mayoría de ellas existentes antes de la conquista y que han conservado un conjunto de instituciones políticas, culturales y sociales, y usos y costumbres que giran en torno al valor fundamental de la tierra y del agua. Las fiestas del pueblo, casi 200 al año en algunas delegaciones, los cohetes, el culto a los muertos, las autoridades comunitarias, son algunas de estas manifestaciones. Ostentan hermosas toponimias asociadas con santos cristianos: Juan Tepenahuac, Bartolo Ameyalco, Miguel Xicalco, María Nativitas, Andrés Mixquic, Magdalena Petlacalco, Nicolás Totoloapan. A veces surgen formas viciadas de estas prácticas, como líderes comunitarios vitalicios y manipuladores.
OTRA VETA del México profundo: la ciudad es el mayor punto de atracción de un flujo migratorio constante de población indígena. En 1995 se registraron en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, 212 mil 605 hablantes de alguna lengua indígena: el doble que en 1970. De éstos, prácticamente la mitad en el DF. Proceden de todas las zonas indígenas existentes en el territorio nacional, y prefieren para vivir lugares como Milpa Alta, Xochimilco y Cuauhtémoc. También se instalan en los municipios de Naucalpan y Nezahualcóyotl, por las facilidades de trabajo y vivienda. Han dado a la capital su rostro verdadero, indio o mestizo.
NO ESTOY de acuerdo con la idea de Bonfil de dos Méxicos, uno imaginario, de los criollos, y otro profundo y verdadero, de los mestizo-indígenas. Los criollos somos reales. El México profundo existe y debe crearse un proyecto civilizatorio pluriétnico y democrático que incluya a los dos Méxicos. No podemos alentar la guerra de castas. Tenemos que construir un México único, donde todos podamos vivir bien.
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