Ignorar los delitos del pasado instaura una cultura siniestra, advierte
Gilda Pacheco
Comisiones de la verdad, sólo útiles
en procesos globales de combate a la impunidad y el olvido
Instan defensores de los derechos humanos a promover las virtudes preventivas
de las leyes
CLAUDIA HERRERA BELTRAN
Las comisiones de la verdad son importantes pero no lo
resuelven todo, por eso conviene que se conciban como parte de un proceso
más amplio en el que se busque encontrar los hechos verídicos
sobre violaciones a los derechos humanos, aplicar la justicia, reparar
daños a las víctimas y depurar las fuerzas armadas y de seguridad,
afirmó la directora del Departamento de Sociedad Civil del Instituto
Interamericano de Derechos Humanos (IIDH), Gilda Pacheco.
En la última sesión del seminario internacional
Comisiones de la verdad: tortura, reparación y prevención,
Pacheco señaló que las sociedades nunca deben apostarle al
olvido, ya que "como valor social no sólo instaura una cultura siniestra
con todos sus efectos, sino que también promueve la repetición
de los hechos".
A
su vez, Rodolfo Mattarollo, jefe de la sección de derechos humanos
de la Misión de la ONU en Sierra Leona, señaló que
además de impulsar comisiones de la verdad, los organismos civiles
y los abogados deben hacer un uso más "creativo" de los instrumentos
jurídicos de los que disponen en sus países, y promover al
mismo tiempo reformas a los sistemas judiciales nacionales.
La representante del IIDH, organismo que nació
en 1980 de un convenio suscrito entre la Corte Interamericana de Derechos
Humanos y la República de Costa Rica, consideró que la pesada
herencia que han dejado los abusos cometidos en el pasado exige que las
nuevas democracias se ocupen de investigar estos abusos y de implantar
mecanismos para resarcir a las víctimas.
Consideró que no se puede apostar al olvido, porque
si bien se han instaurado regímenes democráticos en el mundo,
las sociedades todavía conservan secuelas del pasado, como la existencia
de personas desaparecidas, torturada, exiliadas y de familias que fueron
separadas, además de la impunidad de los torturadores.
En este aspecto dijo que el fortalecimiento de las democracias
representativas, del estado de derecho y del pluralismo ideológico
son las estrategias más efectivas para combatir la impunidad y garantizar
que hechos abominables ocurridos en el pasado no se repitan.
Para lograr este objetivo, señaló que se
deben enfrentar las deudas pendientes con la sociedad en relación
a reconocer los abusos cometidos por los Estados durante las dictaduras
militares que tuvieron lugar en varios países de América
Latina.
En este aspecto se deben enmarcar las comisiones de la
verdad. "No es una instancia que pueda resolver todo, pero como objetivo
central y como primera estrategia de reparación de daños
es muy útil, y para que en los países se reconozca que la
violación de derechos humanos se dio de manera sistemática
y que por eso se va a enfrentar de manera directa".
Aseguró que el convencimiento de que estos hechos
no se van a repetir es sólo un resultado deseable del trabajo de
las comisiones de la verdad, pero también existen otros. Una sociedad
democrática, añadió, se impone el deber de castigar
estos delitos para poder señalar la importancia que tienen las normas
que prohíben la tortura, la desaparición forzada, la violación
sexual y la ejecución extrajudicial.
Si bien las comisiones de la verdad son importantes en
sí mismas, consideró que funcionan mucho mejor y sus alcances
son de mayor impacto cuando se les concibe como un componente esencial
de un proceso completo de búsqueda de la verdad, la justicia, la
reparación y la depuración de los cuerpos de represión.
Estos cuatro elementos no son opciones a escoger, pues todos constituyen
pasos fundamentales en un compromiso general con el fortalecimiento de
la rendición de cuentas en un Estado democrático, advirtió
Pacheco.
En su conferencia sobre el papel de la justicia como medida
preventiva, Mattarollo señaló que la principal causa de las
violaciones más graves de derechos humanos es la impunidad que tiene
su origen en el mal funcionamiento del sistema de prevención y sanción
penal de las conductas violatorias de los derechos humanos.
Ante la pregunta sobre cuáles son las mejores estrategias
judiciales para evitar la impunidad, señaló que aparecen
varias disyuntivas. Un primer dilema plantea la posibilidad de auspiciar
modificaciones significativas a los sistemas jurídicos vigentes
o utilizar los recursos existentes.
Una primera respuesta, dijo, es que las víctimas
de violaciones de derechos humanos y las organizaciones civiles tienen
que valerse de las dos alternativas.
"Es necesario utilizar de manera creativa a las instituciones
y normas existentes, pero también promover reformas a los sistemas
judiciales", afirmó.
Explicó que en países como Haití
y El Salvador ha habido experiencias exitosas en la "utilización
creativa del derecho" interno de los países. Por ejemplo, expuso
que uno de los grandes problemas que enfrentan las víctimas es demostrar
la autoría intelectual de altos mandos políticos y militares,
porque ellos no fueron los que jalaron el gatillo ni utilizaron los instrumentos
de tortura.
Indicó que tanto en los instrumentos jurídicos
internacionales como en los nacionales hay elementos que pueden servir
a las víctimas para promover el castigo a los autores intelectuales
y avanzar en el combate a la impunidad.
"Estos son aspectos muy importantes no sólo para
resolver los problemas del pasado, sino también para restituirle
al derecho penal sus virtudes preventivas."