Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 18 de julio de 2002
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Cultura

Margo Glantz

Cómo aprovechar las vacaciones escolares

Ahora que los niños están de vacaciones y la ciudad está más tranquila, se abre un espacio de reflexión: descubrimos con alivio y hasta con sorpresa que de repente las calles se han vuelto más circulables, que podemos empezar a apreciar hasta los graffiti y decidir si han sido producidos por una misma mano o por manos diversas, si todavía queda un espacio en blanco para que puedan inscribirse algunos más, verificar que hay mucho menos camionetas último modelo conducidas por señoras elegantes y desmañanadas, dentro de las cuales se puede observar en tiempos ordinarios uno, dos o tres niños que serán depositados en sus escuelas y luego recogidos, inexorablemente, de la una a las tres de la tarde, por esas mismas mujeres ya despabiladas y siempre elegantes que ocasionan los más graves problemas de circulación: coches estacionados en doble o triple fila, claxonazos, mentadas de madre, mientras los vástagos terminan de platicar o de ingerir todo tipo de alimentos chatarra importados, antes de decidirse a regresar a sus casas.

Surge entonces, inevitable, una reflexión banal por lo repetitiva: Ƒtenemos necesidad de un segundo piso o debemos simplemente regular el tránsito escolar, mejorar el transporte público de la ciudad, construir más líneas del Metro, abolir los pequeños camioncitos que funcionan como los peseros y que se detienen en cualquier parte interrumpiendo el libre flujo de los vehículos y provocan a cada momento accidentes de tránsito y contaminación?

Además, si los niños están de vacaciones podemos acompañarlos al cine a ver las películas que los grandes consorcios cinematográficos trasnacionales han producido recientemente para que se diviertan en sus vacaciones y las mamás, y a veces también sus papás, puedan soportarlos durante ese periodo. Allí están las numerosas cadenas de cines recién importados con sus múltiples salas de mullidos sillones, provistos de ingeniosos huecos donde pueden colocarse con comodidad las gigantescas cubetas rellenas de palomitas, las coca-colas o pepsicolas reglamentarias, las golosinas producidas en serie por las trasnacionales estadunidenses y gozar de los efectos especiales que cualquiera de esas megapantallas pone en marcha para activar las glándulas salivales de los espectadores, tanto de los hijos como de los padres.

Este año o estas vacaciones podemos admirar El hombre araña, Spirit, Los hombres de negro II, Lilo y Stitch, Episdio II, donde la nostalgia de la catástrofe que aqueja con tanta fuerza a la sociedad estadunidense puede desplegarse y extenderse de la manera más espectacular, nostalgia o fascinación que, hay que convenir, ni el 11 de septiembre pudo calmar ni colmar.

Luego de manera inevitable tendremos que llevar a los niños a un McDonald's a comer hamburguesas de carne de rata o nuggets de carne de Ƒpollo?, coca-cola endulzada con fructosa, papas fritas que no son papas sino harina procesada y cocinada en una grasa mulipolitransaturizada (que sólo en Estados Unidos provoca 30 mil muertes anuales) y recibir unas cajitas felices de cartón decoradas con los dibujos animados de las películas que acabamos de ver, que contienen también una serie de regalos de juguetitos de plástico que reproducen a la millonésima potencia las mismas figuras que tanta felicidad han ocasionado en los cada vez más descerebrados cinevidentes que vibran al unísono y de la manera más uniforme y regular ante los mismos estímulos universalizados y comercializados desde Cochinchina hasta Nebraska.

Y para terminar, llegamos a casa y antes de que cenen o se acuesten podemos instalar a los niños ante la pequeña pantalla o caja idiota y permitirles que vean los programas de planeta animal (transmitido por cable) para que aprendan sin tapujos las leyes de la naturaleza y de la realidad y vean, desde México hasta Argentina, cómo un enorme cocodrilo devora, antes de prepararse a engendrar nuevos cocodrilos, una gacela con todo y cuernos o un gracioso pájaro que para su desgracia contempla en ese mismo momento las apacibles aguas de una laguna africana, donde podrían coexistir con armonía varias especies animales.

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