Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 18 de julio de 2002
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Política

El dirigente Felipe Alvarez teme por su vida; las autoridades me traen ganas, sostiene

En Atenco hay pocas cosas, pero todas son producto del esfuerzo del pueblo: David Pájaro

El origen campesino y el apego a la tierra cohesionan a los líderes de los labriegos

MARIA RIVERA

El liderazgo de Ignacio del Valle y Adán Espinoza al frente del movimiento campesino de San Salvador Atenco es incuestionable, pero las recientes aprehensiones de los dirigentes dejaron en claro que hay otros luchadores sociales listos para tomar el relevo. Dos de los que salieron al frente en la pasada crisis fueron David Pájaro Huertas y Felipe Alvarez Hernández.

Uno nativo de San Salvador, el otro de Nexquipayac, una de las comunidades del municipio. El primero ingeniero agrónomo e investigador del Colegio de Posgraduados de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), el segundo labriego y luchador social. Dos trayectorias distintas que confluyen en el origen campesino y en el apego a la tierra.

David Pájaro y su historia

Es imposible entender la trayectoria de David Pájaro sin hablar de su padre, don Antonio. Un hombre que a sus 70 años se levanta a las seis de la mañana para repartir la leche de su pequeño establo y después parte al campo para vigilar su milpa. Desde que despunta la pequeña espiga sobre la tierra, celebra cada etapa como si fuera la primera vez que sus ojos observan el milagro. Y los fines de semana se le encuentra en su puesto del parque de los Ahuehuetes vendiendo tlacoyos hechos con el maíz de su última cosecha.

Su parcela, explica, le permitió formar a los ocho hijos sin tener que salir del pueblo. "A todos les di estudios, carreras, algunas cortas y otros son ingenieros agrónomos, pero todos tienen manera de defenderse sin tener que trabajar en una fábrica. Con el campo los he sostenido hasta ahorita. Por eso el gobierno puede poner el precio que quiera a estos terrenos, pero nosotros no vendemos."

Don Antonio Pájaro recuerda que sus abuelos, Herculano Pájaro y José Morales, fueron peones de raya de la hacienda grande, y cuando llegó la Revolución don José se hizo villista. "Nos platicaba mucho de Pancho Villa, que era un hombre que no peleaba así como así, sino contra el mal gobierno. Había días que no comían ni tomaban agua y todo para tener un cachito de tierra. Y ahora a nosotros nos la quiere quitar un gobierno que dice esto es mío."

Bajo la dirección de este hombre creció David Pájaro, ingeniero agrónomo e investigador en el Colegio de Posgraduados de la Universidad Autónoma Chapingo. (De ahí que no sea de extrañar que desde los primeros momentos en que comenzó el movimiento contra el decreto expropiatorio del 22 de octubre de 2001 se haya incorporado a la lucha.)

"De alguna manera mi actuación política es el resultado de mi relación estrecha con la tierra -explica-, tanto por mi formación profesional como por el hecho de que nunca he vivido en la ciudad, siempre he estado ligado al campo. Esto me ha dado un panorama de cómo se comportan los ejidos y de cómo desarrollar estrategias de desarrollo rural."

Fue presidente del comisariado ejidal entre 1992 y 1995. Por la mañana daba clases en el colegio, investigaba y escribía artículos, y por las noches se dedicaba al trabajo ejidal.

Así vivió el 1Ɔ de enero de 1994 el levantamiento zapatista, un movimiento con el que se siente solidario. "Algo nuevo nos despertaba la intuición de que había que considerar al otro, y seguir insistiendo en que los campesinos, su mundo, su cosmovisión, tiene que ser entendida. Porque si no se comprende es lógico que los programas de desarrollo fallen."

Lector de Diderot, Rousseau, Spencer y Bertrand Rusell -a quien le debe las bases intelectuales de su anarquismo- indica que los nuevos proyectos de desarrollo para la región deben ser incluyentes, directos con la realidad que percibimos nosotros. Pero, además, es necesario que se otorguen ya. "No podemos decir que estamos en el siglo XXI mientras encontremos áreas tan grandes como ésta, en la miseria y el olvido. Aquí hay pocas cosas, pero todas son producto del esfuerzo de la gente, no de la atención del gobierno".atenco_chapingo_8ia

Felipe Alvarez, Finini

Cuando era un niño de diez años, al dirigente campesino Felipe Alvarez se le murió su perra. Sus cuates le dijeron: "ni modo, ahora se te queda a ti el nombre". "Desde entonces todo mundo me conoce como Finini. Pero soy Felipe Alvarez Hernández, para servir a Dios y a toda la ciudadanía". Terminado el relato, este hombre de 50 años, mirada y aspecto rudo lanza una risotada que retumba por todo San Salvador Atenco.

Es un hombre respetado en la región oriente del estado de México. Sus 25 años de militancia en el Frente Popular del Valle de México -organización dedica fundamentalmente a la gestoría social- lo han hecho acumular órdenes de aprehensión y la simpatía de la gente. "Aquí todos nos conocemos, padecemos lo mismo, somos raza", resume el dirigente.

Compañero de lucha de Ignacio del Valle desde la juventud, recuerda que a los 25 años entró a trabajar de obrero en la termoeléctrica del rumbo, pero la experiencia sólo duró seis meses. En ese tiempo sintió los que significa estar sujeto a horarios estrictos por un salario mínimo y vio morir a tres de sus compañeros por la explosión de un tubo de vapor. Suficiente para este hombre de espíritu independiente. "Yo pensé: qué tengo que estar haciendo aquí cuando en el campo soy libre, absoluto. Cuando no se logra el frijolito, avientas el maíz. De una forma o de otra en la tierra encuentras el modo de ir viviendo."

Tras su experiencia como obrero regresó al campo. Desde entonces ha trabajado su terreno, y cuando acaba esa labor se emplea de jornalero cortando alfalfa. Con un dejo místico habla de su apego al campo. "La tierra es nuestra madre, nos da de comer, en ella nos sentamos a descansar, soñamos, y llegado el momento, nos entierran. El que no la quiere y la respeta no se respeta a sí mismo."

A los 28 años empezó a militar. Una de las principales razones, recuerda, fue el profundo dolor que le causaba ver a su padre temblar ante el poder, ya fuera de un presidente municipal, un síndico o un agente del Ministerio Público. "Cuando estaba junto a alguien del gobierno, pese a que era un huarachudo, se amedrentaba. Nos decía a mis hermanos y a mí que no nos metiéramos en problemas. Ahí fue cuando se me despertó la conciencia. Yo pensaba: cómo es posible que nos golpee hasta este grado el sistema. Fue así como me levanté y dije: no podemos seguir arrodillados ante ellos. Ese es uno de los principales motivos por los que yo ingresé a la lucha social".

Felipe cree que su vida corre peligro. Se la tienen sentenciada, explica. "Ahorita el gobierno no me va agarrar aunque tenga órdenes de aprehensión, porque sabe que se le puede armar algo parecido a lo de estos días. Pero podrían desaparecerme y matarme. Yo sé que me traen ganas."

Una ternura inesperada surge cuando habla sobre su familia. "Tengo dos hijas adoptivas. Yo soy de los que piensa que si no te vas a preocupar por tus hijos no los traigas al mundo. Yo recogí dos niñas que andaban vagando, que no tenían qué comer. Les ofrecí mi casa y aunque ya son casadas me respetan como a un padre y sus hijos me dicen abuelo. Yo no entiendo por qué hay tanto cabrón que se dice macho, hace 20 hijos y no se preocupa por ellos. Los niños nacen para educarlos, para darles cariño y para estar junto a ellos."

Su trabajo político lo ha realizado al margen de los partidos, pero eso no impide que crea que hay que vigilar la actuación de los mismos. "Si comen del pueblo y son elegidos por éste, que suelten lo que es del pueblo para el pueblo...y que siga la yunta andando."

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