Quienes olvidan qué es la nación mexicana (si bien la representan legalmente) carecen de argumentos para negar las demandas que afirman a los pueblos indios. Esa "guerra" ya la perdió el Estado priísta (que insistió en considerarla una guerra, y no una oportunidad histórica). Sus relevos siguen haciéndose los que no; qué ganas de heredar una derrota que muy bien podrán quitarse de encima.
"Qué pena me das/pero ay que pena" canta un viejo son. Y sí.
Todo se resumiera en dar pena ajena, no sería tan grave. Pero la neo-negación a los reclamos indios está jugando con fuego. A lo menso. Los panistas no entienden lo que están pisoteando en San Salvador Atenco, Zongolica, la Huichola, la Mixteca, los Chimalapas, y mucho menos en la zona de conflicto de Chiapas. El gobierno de Fox da la impresión de no percatarse que es su dedo el que está en el gatillo. Ese que heredó (horrendo el ripio) del presidente Zedillo.
Anda suelta contra los pueblos de nuestro sur una guerra que no se atreve a decir su nombre, pero tampoco se cansa de enviar tropas y desplegar decididas acciones de inteligencia y contrainsurgencia.
Los poderes de la Unión se aíslan en una obsesión: la seguridad para los mercados. Tal es el gueto mental en que se mueve la clase política (y se revela así como una de las mentalidades más abstrusas del presente mexicano). No sólo ante los indígenas; los campesinos en general, los trasquilados en las maquiladoras, los colonos de las ciudades, los desplazados por la miseria o la violencia. Todos ellos piensan todavía en México y se consideran mexicanos. Y un número considerable de intelectuales y estudiantes (aprendices de intelectuales), también.
Los poseedores de la franquicia "Mécsico" andan barateando la mercancía. El papelazo de "vecino obediente", ya se sabe. Y los mercados, fluctuantes como son, sacan-cada-susto. Estos chicos del poder, fresas y persinados, olvidan (concediéndoles que alguna vez supieron) que en este país la tierra y la gente todavía van juntas, y así lo expresan las sesenta hermosas lenguas que tenemos. ¿De cuántos países del mundo puede todavía decirse algo parecido?
Quienes trabajamos en Ojarasca lamentamos la enorme pérdida
que significa el fallecimiento de José Barberán Falcón.
Acompañamos a sus hijos y abrazamos fraternalmente a nuestra querida amiga y compañera Adriana López Monjardin