Hermann Bellinghausen
Salto de mata
Qué puede encontrar un hombre común en un lugar así. (Características: el espacio es subterráneo; los muros, de aluminio y acero blanco, corrugados; una serie de tubos a manera de sostén y adorno). La gente abunda, ni a palos se detiene, distribuida en el pasillo, túnel, trasbordo o chance de cambiar ruta.
Algo ocurre allá arriba, afuera. Algo intenso y definitivo, que hace vasta la humanidad que transcurre agitadamente abajo. (Características, segunda parte: un ambiente cargado de repelencias y deseo, que podría pasar desapercibido a quienes no se toman un segundo para absorber).
Baldino camina en sentido contrario a las manecillas del reloj, y topa de jeta, casi que de vientre con el personal, para luego de un instante quedar espalda con espalda. Ir contra el río de gente no es la mejor manera de llegar pronto, pero si Baldino no quiere perder su conexión, es la única manera hoy.
Su socio Balderas lo está esperando en el andén de, ejem, la estación Balderas, y en tanto Baldino sigue a salto de mata en los sótanos metálicos de Salto de Agua, atrapado en una secuela de Total Recall sin Schwarzenegger ni estación Chabacano, y sólo un poquito de Philip K. Dick.
-Chet -mastica y castellaniza la palabra en inglés para mierda. Tiene casi enfrente nada menos que a Ribal, ese maldito jarocho (pero qué culpa tiene Veracruz, por diós). No lo ha visto, pero irremisiblemente lo hará si Baldino no se hace a un lado.
(Características, parte tres: el túnel no tiene salidas ni, por tramos largos, la posibilidad de un retorno o el desemboque de una arteria secundaria). Ribal viene a lo suyo habitual, rodeado por tres de sus sabuesos que le limpian el paso y le allanan las peloteras. Cómo odia Baldino al quien se las dé de patrón y caciquee a la banda, pinche subterránea. (Aclaremos: a la banda que se deja, o a la que se las hacen pagar).
Ribal practica de todo: fraude, extorsión, chantaje, difamación, y más directamente, violencia física. Baldino lo ha visto realizar operaciones hasta con diez sabuesos, armados con fuscas de importación que ni la tira.
No sé qué oleaje de multitud se dejó venir en sentido contrario, que a Baldino se le complica bastante arrimarse a la orilla y pegar el pellejo a las grandes planchas metálicas. Se le vaya a desesperar Balderas, y lo peor, se largue. A ver luego cómo detalla otra cita, teniendo intervenidos techos, teléfonos y la internet.
Fulgencio Ribal, tranquilo con su suerte, no les tiene miedo a los individuales como Baldino. Lo conoce, lo tiene checado, y advertido de que no lo quiere en sus rutas, que si lo lamparea, mala cosa colega, eres fiambre seguro.
Baldino viene limpio, pero a ver quién le cree que es pasajero nomás. Si no lo conocieran.
La colisión parece segura y, eh, este... inminente. A no ser por el recurso desesperado, aquí que no pasan taxis: alguien en quien confiar. Candidata instantánea, una chica sonriente, deseosa de no ser fugaz, se le planta de cara. Él reacciona:
--Hola, princesa, Ƒvienes o vas?
ƑPor qué Baldino será tan vulgar? La chica (que es chica porque no es grande, no por otra cosa) lo mira, divertida. "Y éste qué", pero le da entrada porque le cayó bien. Responde:
-Voy, pero puedo cambiar.
-No cambies -implora Baldino mientras gira 180 grados, ni uno más, y camina al lado de su tabla de salvación. Cree sentir el aliento turbio de los sabuesos en la nuca pero no, era su calenturienta imaginación.
-Acompáñame a Balderas por la calle, tengo un asunto de nada, me desocupo de volón, y te invito un kofi.
-ƑUn kofi nomás? -dice la aludida, sin mostrar sorpresa por la intención baldiniana de eludir el tren a la estación Balderas.
Baldino, sintiéndose salvado de todo mal, aún antes de preguntarle sus generales (nombre, para empezar; luego ocupación y ascendente zodiacal), dice:
--Princesa, ya vas.
Corte. Andén. Se arrima Baldino. Balderas, ya se iba, le suelta el papelito, normal, pero le puya, por no dejar:
-Eres un desgraciado. Los sabuesos de Ribal anduvieron dando vueltas acá. A la otra, que te ponche tu madre.
Baldino, en legítima defensa y sin darle mucha importancia al exabrupto, replica:
-ƑY qué crees que allá no?
Balderas da muestras de no creer ni papa; Baldino es un chiste para él. Y qué. Obtenido el dato en el papelito, Balderas se convierte para Baldino en menos que el vestigio de una sombra. Baldino tiene por delante una taza de café en menos ásperas compañías. Con eso de que él sí es crédulo, la mera posibilidad de otro futuro lo reconforta.