Teresa del Conde
UAM: Espacio plano
La galería del edificio de Rectoría de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en prolongación Canal de Miramontes, es un espacio modificable, bien acondicionado, capaz de albergar exposiciones de índole diversa siempre y cuando no sean de carácter exhaustivo. Eso es una ventaja porque condiciona las muestras a concentrarse en exhibiciones generalmente individuales, sea de obra reciente o bien representativas de una modalidad perseguida por el artista.
Sin menospreciar muestras pasadas, creo que la que se exhibe en la actualidad se sale de parámetros comunes y está entre lo mejor que puede observarse hoy día en esta ciudad respecto del arte contemporáneo. En efecto, Espacio plano. Conjuntos escultóricos, de Manuel Marín (no confundir con la dinastía de los tres escultores-ceramistas del mismo apellido), obedece a inquietudes tanto plásticas como conceptuales de un autor de singular trayectoria.
Artista plástico, ingeniero titulado en el Politécnico, matemático y con maestría en filosofía, Manuel Marín suma la precisión técnica y metodológica a la maestría dibujística y al gusto por la especulación. Presenta tres instalaciones que corresponden a tres rubros, guardando tónica similar en tanto que se trata de tridimensionales en metal policromado. Los aspectos que el artista considera son los siguientes: la espacialidad recreada en perspectiva, ya no de manera ilusoria, como sucede en los cuadros-ventana o en la fotografía; la evidencia y concatenación de la luz sobre las formas mediante un recurso que podría denominarse solidificación de las sombras y por último la desobediencia del plano pintado respecto de su soporte ''normal" (ilusorio) para erigirse en espacio real.
La pintura y sobre todo el dibujo están presentes en cada una de las 134 figuras dispuestas en las tres instalaciones, pero lo que más llama la atención, independientemente del humor y de la recreación adulta del espíritu infantil en ellas revertido, la manera como se comportan en los contextos en los que se encuentran es lo que atrapa la atención en una primera revisión.
Si nunca hubiera visto trabajos de Manuel Marín, podría decir que por primera vez me enfrento con un artista que conoce y aplica teoría de conjuntos. Pero como he visto buena parte de sus exposiciones, lo que puedo decir es que en ésta, reciclando material y aportando una nueva variante, ha logrado condensar sus insistentes y obsesivas inquietudes teóricas en algo que es eminentemente plástico, de alto nivel artístico y a la vez didáctico. Intentaré explicar por qué.
En Horizonte virtual no es que haya horizonte. Es un análisis sobre el espacio real contenido en la caja plana, cuadrada, de dimensiones generosas, que soporta las figuras. No necesito explicar que la retina ve lo que está cerca en una dimensión mayor que lo que se aleja, aunque la mente sepa que el poste de luz visto desde la ventana es mucho más alto que la lámpara de pie a 30 cm de distancia. Las figuras alineadas en paralelas dan cuenta de esto mediante la paulatina reducción de escalas en las figuras enfiladas. Es como una perspectiva acelerada que guarda alguna relación con la columnata de Borromini en el Palazzo Spada de Roma.
Las figuras se presentan erectas gracias al mecanismo que las sostiene, visible al mirarlas de espaldas, pero el mecanismo se convierte en parte inextricable de sus respectivas composiciones con ayuda del dibujo a línea. A intervalos hay notas de color que funcionan como acentos. En cambio vistas de frente todas son coloridas. Cada una es distinta de la otra y salvo una, donde creo que converge el punto de fuga, que es plana y se adhiere al soporte, las otras 69 gesticulan y ''se apresuran".
En Mesa de sombras hay un doble juego, las sombras que supuestamente proyectan las figuras se solidificaron para siempre y forman parte del volumen que les da origen. Pero también hay cast shadows, es decir, las sombras ''normales" provocadas por la iluminación, muy bien concebida. Los nueve Sentados y doblados ofrecen otra paradoja. Nosotros al sentarnos en la realidad nos doblamos, pero en estas nueve figuras hay y no hay a la vez un espacio virtual y uno que es real. Con todo esto Marín vuelve a uno de sus más insistentes planteamientos que consiste en plantear la inexistencia del espacio.
La muestra se acompaña de un impecable catálogo editado por la UAM en el que se recoge un texto del añorado Juan Acha y otro de Alberto Blanco.