Al conocerse el proyecto aeroportuario comenzó la lucha de constructoras por la tierra
Desatada, la especulación inmobiliaria en Texcoco
Precios exorbitantes por metro cuadrado; trasnacionales, en la pelea por instalarse en esa zona
MARIA RIVERA ENVIADA
Texcoco, Mex., 8 de julio. Las zonas aledañas al lugar donde se proyecta construir el nuevo aeropuerto de la ciudad de México se han convertido en un auténtico territorio comanche. Aunque el gobierno federal se ha jactado de mantener a raya la especulación inmobiliaria, debido a que el megaproyecto se desarrollará en territorio federal, es un secreto a voces que de manera virtual o directa las grandes empresas constructoras pelean cada metro de tierra.
En Internet han aparecido sitios en los que se ofrecen pagos en dólares, y son cada vez más numerosos los corredores de bienes raíces que aparecen por las comunidades tratando de cerrar tratos, aunque las transacciones se hacen a futuro.
Las consecuencias de estas prácticas no se han hecho esperar: los precios de la tierra se han disparado. Antes del 22 de octubre de 2001 -fecha en que se anunció oficialmente la ubicación de la nueva terminal aérea- el metro cuadrado en las comunidades aledañas al área afectada por el decreto expropiatorio andaba alrededor de 200 pesos. Ahora los ofrecimientos directos son de 500 pesos y, por medio de la red, de mil 500 dólares.
El tejido social empieza a resentir los efectos de esta súbita "prosperidad". Los pleitos familiares, entre quienes desean preservar su tierra y los que se dejan tentar, están a la orden del día.
En la ciudad de Texcoco también empiezan a percibirse signos de los nuevos tiempos. Los mil 500 pesos que costaba el metro cuadrado son cosa del pasado. En las últimas transacciones se cotizó a mil dólares. Otro punto que se ha de tener en cuenta es el precio de los alquileres. Si tradicionalmente eran altos porque la demanda de los centros universitarios instalados en los alrededores hacía que se excediera la oferta, ahora se han vuelto inaccesibles para la mayoría de los pobladores de la zona. Hay departamentos con rentas similares a los de colonias como la Roma o la Condesa de la ciudad de México.
Hasta la oferta gastronómica ha resentido las transformaciones. Si hace unos meses se reducía a unos cuantos restaurantes más o menos bien establecidos, locales a pie de carretera especializados en la tradicional barbacoa y fondas de antojitos, ahora han empezado a desembarcar toda clase de firmas de comida rápida.
De la suma de estas señales los pobladores de la región deducen los grandes negocios que están en ciernes, donde ellos serán apenas espectadores de segunda fila. Pero también, advierten, podrían terminar desplazados. "ƑCon esos precios quién puede ahora comprarse una casa por acá?", se pregunta un maestro universitario.
"Convidado de piedra"
No son los únicos observadores impotentes. Hasta el ayuntamiento texcocano, por obra y gracia de argucias legales, parece destinado a no ser más que un convidado de piedra en este festín. En las nuevas modificaciones constitucionales, el artículo 155 otorga mayores poderes a los municipios -"en término de las leyes federales y estatales estarán facultados para autorizar, controlar y vigilar la autorización del uso del suelo en el ámbito de su competencia en sus jurisdicciones territoriales"-, pero a fines del año pasado se realizaron modificaciones en la Constitución mexiquense donde se maneja que estas atribuciones se ejercerán "en forma concurrente y coordinada con el gobierno del estado".
En resumen, el municipio perredista sólo puede otorgar licencias de uso de suelo para casas habitación, pero los grandes intereses económicos los controlará el gobierno de Arturo Montiel.
La vieja historia
Para comprender cómo terminó Texcoco en manos de la especulación inmobiliaria hay que remontarse a los años 50, cuando comenzó el desborde de la urbanización de la ciudad de México hacia el norte y el oriente. Emilio Pradilla, urbanista de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la explica a partir de la industrialización y de la atracción que generó la industria en los sectores populares en aquellos años.
Ciudad Nezahualcóyotl, apunta, fue el primer asentamiento que se creó en la zona de salitral, producto de la desecación de las zonas lacustres. Y la inhóspita región donde se construiría el nuevo aeropuerto, caracterizada por terrenos pantanosos y vulnerables a los sismos, mantuvo su carácter de reserva natural. Pero la saturación de Neza hizo que el crecimiento urbano desordenado empezara a orientarse hacia el norte y más tarde hacia el oriente, por la ruta Chalco-Los Reyes y Ecatepec-Lechería.
Otro factor que para los pobladores del rumbo incidió en la transformación de la zona fue la caída del precio de la leche a finales de los años 70. "Terminaron los buenos tiempos", coinciden. La próspera cuenca que abastecía a la ciudad de México sufrió un golpe del que nunca más pudo recuperarse. Lo que siguió fue el progresivo deterioro del sector agropecuario y el abandono.
Uno a uno los grandes ranchos ganaderos fueron vendidos, y buena parte de los fértiles terrenos que los rodeaban corrieron la misma suerte. Donde pastaban vacas se levantaron fraccionamientos para sectores populares.
Aunque el inhóspito espacio del ex lago todavía funcionaba como barrera de contención al desbordamiento de la metrópoli, el terremoto del 85 y, sobre todo, la construcción de la autopista Peñón-Texcoco a principios de los 90 -que en 15 minutos comunica a la capital con el rumbo- terminaron por marcar el futuro de ese territorio.
El investigador de la UAM indica que ante el alto costo del uso de suelo en el Distrito Federal, la expansión masiva de la llamada vivienda de interés social fue llevada a cabo por los desarrolladores inmobiliarios en los municipios conurbados, donde la legislación urbana es muy permisiva y los precios de los terrenos muy bajos.
Entre los años 70 y 80 el valle de Cuautitlán-Texcoco crecía a tasas de 8.55 por ciento, mientras que Texcoco lo hacía a 4.72 por ciento. Para el lustro de 1995 a 2000 se habían invertido las cifras. La población del valle se incrementó 1.54 por ciento y la del municipio mexiquense 3.3 por ciento. En la actualidad, según el plan de desarrollo municipal, 24.4 por ciento de los texcocanos es migrante. Y comunidades como Cuautlalpan y San Miguel Coatlinchan, colindantes con Los Reyes-La Paz, son las de mayor índice de crecimiento.
De pronto la apacible vida de estos pueblos que se alinean a pie de carretera se ha visto interrumpida por las sucesivas oleadas de "gente de fuera", como llaman a los recién llegados. Los nuevos no se integran a las tradiciones comunitarias -faenas o aportaciones económicas para festividades religiosas-, que para ellos son fundamentales porque, sin ir más lejos, gracias a ese trabajo colectivo han podido suplir el olvido en que los han mantenido sus gobernantes, y se producen los roces.
Pero si la región todavía oponía alguna resistencia a la mancha urbana, el anuncio oficial de que el nuevo aeropuerto capitalino se instalaría en su territorio acabó de agudizar el problema. El síndico del ayuntamiento de Texcoco, Alejandro Rodríguez Alvarez, indica que, según estudios, la población del municipio pasará de 200 mil a 500 mil habitantes en cinco años, con base en población externa.
"Las consecuencias de este súbito crecimiento -afirma- serían la falta de servicios y vivienda, así como el incremento de la delincuencia, entre otras. Ya hay serios problemas para satisfacer las necesidades de agua. Anteriormente los pozos estaban entre 40 y 60 metros; ahora se localizan hasta 100 metros. Y en tiempos de sequía ya hay comunidades que racionan el líquido. Con la nueva terminal aérea el problema se agudizará."
José Rico, secretario de Desarrollo Rural, también destaca que en buena medida la urbanización se llevará a cabo donde ahora se desarrollan actividades agrícolas y pecuarias. "En la medida en que la gente observa que la agricultura no deja suficiente empieza a vender sus terrenos. El sector rural es el que se verá más afectado. Actualmente existen 4 mil 800 propietarios de terrenos agrícolas en el municipio, 34.3 por ciento en pequeña propiedad, 5.7 por ciento en terreno comunal y 59.8 por ciento ejidal. Ya veremos cuánto de esto queda en unos años.
"El proceso de desplazamiento de la población actual será paulatino -añade-, pues la gente mayor difícilmente se irá, pero los jóvenes, en el momento en que no les lleguen las oportunidades que esperaban, partirán. La mayor parte de los pueblos estará constituida por gente proveniente de otros rumbos."
El urbanista Emilio Pradilla advierte que la nueva obra está lejos de ser la solución para los problemas de la zona. "ƑQuiénes son los que están licitando el proyecto maestro y quiénes van a licitar la construcción? ƑQuiénes van a manejar el aeropuerto?ƑCuáles son las franquicicias que se van a instalar ahí? ƑQuiénes controlan las grandes cadenas hoteleras en el país? šTodas y cada una de las actividades van a ser dominadas por las trasnacionales! Esas son los que van a tener las ganancias.
"ƑA quiénes se va a emplear de la zona oriente? Dicen que habrá mucho trabajo de construcción, pero además de que éste es pasajero, lo que se va a levantar ahí son estructuras de alta tecnología que no son para el albañil texcocano... A los habitantes de la región sólo les tocarán subempleos y se les multiplicarán los conflictos. Por el momento no hay forma de medir el costo social de haber empujado la urbanización hacia esa zona, tal vez sólo lo sabremos cuando haya un terremoto o se produzcan las primeras inundaciones", señala Pradilla.
Un volante oficial que circula por el rumbo ofrece 10 razones por las que conviene el nuevo aeropuerto. Van desde mayores oportunidades de empleos y servicios hasta el rescate ecológico. En resumen, concluye Pradilla, la región se eleva hacia el progreso. Eso está por verse. Lo único cierto hasta el momento es que en Texcoco lo único que ha despegado es la especulación inmobiliaria.