Ugo Pipitone
Tres noticias
En los días pasados han ocurrido algunos hechos
sobre los cuales es oportuno reflexionar.
El primero es la comparecencia del ex presidente Echeverría
ante el Ministerio Público. Confieso que no me sentiría especialmente
gratificado con verlo detrás de las rejas. Echeverría es
ya sólo un delirio que quedó en el pasado y se puede tener
hacia él aquel sentido de humana piedad que él no tuvo hacia
centenares de jóvenes asesinados por "fuerzas de seguridad" bajo
sus órdenes. Mucho dolor de padres, hijos, hermanos, persiste después
de décadas por (¿la "locura"? de) ese hombre. Como siempre,
la tesis de la locura es una escapatoria. Si los "locos" no lo eran, queda
por explicar cómo fue que tuvieron éxito. Echeverría
se limitó a mostrar el grado de bajeza moral, de paranoia política
y de sentido de impunidad institucional de una clase dirigente que gobernó
este país por décadas y que podía -con una mano en
la cintura y la otra abanicándose- sostener justas causas mundiales
mientras asesinaba y torturaba opositores. O los corrompía, adulaba,
coptaba, etcétera. Echeverría es sólo un peldaño
de la historia de una clase dirigente. Y hoy, me atrevo a pensar, la principal
necesidad colectiva es saber (con la mayor precisión posible) de
dónde venimos y hacia dónde sería oportuno que no
regresáramos.
Pero el punto es otro. ¿Cuántas simulaciones
institucionales, cuánta corrupción, cuántos discursos
floridos que nos tratan como retrasados mentales -originados en un "pasado"
nacionalista, revolucionario, etcétera-- persisten en el presente?
Esta debería ser una de nuestras grandes preguntas colectivas. Las
cabezas han cambiado, pero, de pronto, uno descubre continuidades preocupantes,
como ejemplo nimio, los directivos de Bancomext que se suben sus sueldos
(que pequeños, sospecho, no eran) con el mismo estilo de antaño:
no tener nadie a quién rendir cuentas. Sentirse miembros de una
tribu que se protege a sí misma y que establece ciertas barreras
protectoras frente a la sociedad.
Segunda noticia, que en realidad no lo es. Carlos Salinas
"desviaba" (según palabras de La Jornada) fondos públicos
en favor de su hermano. O sea, robaba al Estado a favor de Raúl.
Más o menos, como un Iturbide renacido, pero ahora en vestiduras
nacional-evolucionario-modernizadoras. Noticia asociada: nuevo escándalo
en Pemex. Ahora, por la friolera de 127 millones de dólares. ¿Qué
diferencia hubo, en lo sustantivo, entre eso y Ferdinand Marcos en Filipinas
o Syngman Rhee en Corea del Sur? Montañas de retórica, corporaciones
asociadas, una voz presidencial como la de Júpiter, un partido con
funciones de sumo sacerdote de las justas causas y, naturalmente, millones
de miserables convertidos en peones de un juego que no entienden. En fin,
nuestra normalidad. Ese es el pasado que, no obstante todo, sigue gravitando
sobre el presente.
Tercera noticia: México Posible recibe el registro
como partido político para las elecciones del 6 de julio de 2003.
Diré algunas cosas en forma brutal. El PRD ha pagado el costo de
sangre más alto que cualquier otro partido político en, al
menos, medio siglo de historia de México. Sin embargo, ese partido
está hoy dramáticamente lejos de la necesidad de este país
de tener una izquierda creativa, innovadora y capaz de ser encarnación
del deseo colectivo de lo mejor: bienestar, solidaridad y democracia. La
mayor novedad de la izquierda mexicana en el siglo xx, el PRD, se ha ido
poco a poco replegando sobre nefandas y antiguas tradiciones: el "líder
natural", un discurso anclado a reflejos nacional-revolucionarios y un
ritualismo interno que recuerda a veces el partidazo u otros ejemplos mundiales
igualmente poco halagüeños. México Posible -el partido
cuyas cabezas más visibles son Patricia Mercado y Sergio Aguayo-
puede ser una ocasión importante para renovar ideas y estilos de
una izquierda mexicana aún demasiado amarrada a lo peor de su (propio
y ajeno) pasado.
Ese nuevo partido proviene de cuatro tradiciones: el feminismo,
los derechos humanos, los derechos de los homosexuales (y todos los "diferentes")
y el ecologismo. Temas, todos ellos, sobre los cuales ciertamente vale
la pena intentar la renovación de un discurso mexicano de izquierda
que, en ocasiones, está dolorosamente lejos de las necesidades del
presente.