REPORTAJE
A partir de 2003, sólo maíz, frijol y leche en polvo quedarán con salvaguardas
Llegó a su etapa final la protección del capítulo agropecuario en el TLCAN
MATILDE PEREZ Y PATRICIA MUÑOZ /I
El periodo de protección del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) llegó a su etapa final; a partir de 2003, sólo tres productos -maíz, frijol y leche en polvo- quedarán con salvaguardas, por lo que productores e investigadores alertan en torno a la profundización de la polaridad social y el desempleo en el campo, y advierten que se acentuará el flujo migratorio de campesinos.
Y es que en los ocho primeros años de la entrada en vigor del TLCAN, las importaciones de la agricultura y ganadería casi duplicaron su valor, al pasar de 2.9 mil millones de dólares a 4.2 mil millones; se dejaron de sembrar 1.6 millones de hectáreas de arroz, maíz, frijol, trigo, soya y algodón, y la participación del sector agroalimentario en el PIB nacional pasó de 6.34 a 5.5 por ciento.
Durante la vigencia del tratado, la balanza agropecuaria se ha mantenido en permanente déficit, lejos de las previsiones oficiales que habían augurado en este rubro una perspectiva comercial más favorable a nuestro país que a sus socios. México ahora paga más de lo que gana por la comercialización de productos del campo, pues importa más de lo que vende al extranjero.
Del primer año de vigencia del TLCAN a 2001, mientras México elevó sus compras de productos agropecuarios y agroalimentarios extranjeros en 44 por ciento, incrementó sus exportaciones en este rubro en un modesto 8 por ciento y en productos con un bajo monto de intercambio como fresas, garbanzo, legumbres, hortalizas frescas y algunas frutas como melón y sandía, según refiere el informe histórico de la Balanza Comercial Agropecuaria y Agroalimentaria del Banco de México.
Estados Unidos -apunta la balanza bilateral- ha aprovechado, en cambio, el tratado para elevar sus ventas a México, incluso de frutas frescas y secas, en 205 por ciento; de semillas y frutos oleaginosos, en 84 por ciento; de semillas de algodón, 106; de sorgo, 54, y de trigo en 65 por ciento, porcentajes ''escandalosos'', según los productores mexicanos.
La apertura comercial ha incidido, incluso, en modificaciones al esquema alimentario nacional, ya que ahora en el país se consume 100 por ciento más carne extranjera que antes del TLC, así como productos importados como embutidos, alimentos procesados y otros que no estaban incluidos en la dieta regular de los mexicanos antes de 1994.
Ahora es común encontrar en el supermercado, de manera regular y disfrazada, alimentos de importación triangulada, principalmente procedente de Estados Unidos o bien que entraron vía esa nación.
De los dos socios comerciales de México en el TLC, Estados Unidos ha abierto sus puertas en los productos que le interesan, según demuestran las cifras de la balanza comercial. Conforme a los compromisos pactados por nuestro país, en 2003 los agricultores de más de una veintena de productos enfrentarán una posición de fuerte competencia, particularmente de similares estadunidenses, que tienen mayores niveles de subsidios. Los productos porcícolas, avícolas, ovícolas, trigo, papa, bovino (despojos comestibles), arroz, cebada, café (tostado y procesado), lácteos (excepto leche en polvo), caña de azúcar, lactosa, glucosa, fructosa, melaza de caña y artículos de confitería, vinos de uva fresca, tabaco, copra, grasas, aceites y ceras vegetales, grasas y aceites animales, manzana, durazno, chabacano, pera seca y productos de molinería, ya no tendrán protección.
Desmembramiento del campo, otra consecuencia
El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que en el país podrían dejarse de sembrar con granos 10 millones de hectáreas durante los próximos años, y de no abrirse otras opciones laborales para los miles de campesinos que se dedican a esos cultivos, aumentará la migración a las macrópolis mexicanas y a Estados Unidos, advierte el organismo.
Hacia 2003, hay incertidumbre entre los productores del sector social y privado; se preguntan cuál será su futuro y sobre todo si el gobierno federal se decidirá a establecer una política más agresiva y específica para que ese sector productivo -que empujó el desarrollo industrial del México actual- no desaparezca.
Y no es para menos su inquietud: en menos de dos lustros, un tercio del consumo total de los productos agroalimentarios se atienden vía importaciones; todavía al inicio de la década anterior, 80 por ciento de esa demanda se cubría con productos mexicanos.
En el TLCAN se había previsto una apertura comercial escalonada para el sector agropecuario, pero la realidad fue distinta: la apertura fue súbita, incondicional y desventajosa para el mercado mexicano. La competencia no es entre iguales, asienta el diputado priísta Julián Luzanilla.
Desde la entrada en vigor del tratado, según datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, la superficie hortícola aumentó 6 por ciento, casi 30 mil hectáreas, y la frutícola 21 por ciento, con 146 mil hectáreas. Resalta que hay una tendencia de crecimiento significativa y consistente en frutas, hortalizas y cultivos forrajeros vinculados a mercados internos y externos más rentables.
''En estos cultivos se concentra en mayor medida la organización para la producción, el progreso técnico, la inversión y el acceso a modernos canales de comercialización. Pero se reconoce que faltan estímulos para contar con un andamiaje comercial adecuado, en el que se incluyan esquemas de financiamiento competitivos'', asienta.
Pero en un país donde 80 por ciento de la superficie agrícola se ocupa en los granos y oleaginosas -que observados desde esa apertura comercial no son rentables-, y donde se redujo el gasto público destinado al campo, el abandono de la tierra cultivable se ha profundizado. Como ejemplo están varias localidades de Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Morelos, Michoacán, Querétaro, Puebla y Guanajuato, donde los hombres emigraron a Estados Unidos y son las mujeres, niños y ancianos quienes tratan de mantenerlas productivas; en los valles del Yaqui y Mayo -que alguna vez fueron reconocidos como el granero del país-, los agricultores prefirieron rentar sus parcelas.
La puntilla
Esos focos ámbar encendidos por los agricultores y estudiosos podrían tornarse rojos por las repercusiones comerciales que tendrá la recientemente aprobada Ley de Seguridad Agropecuaria e Inversión Rural 2002-2011 de Estados Unidos, que entre sus lineamientos establece un esquema de apoyo directo a los productores de trigo, maíz, sorgo, cebada, avena, algodón, soya y otras oleaginosas; instaura programas específicos para el cacahuate, azúcar y leche, y un programa de conservación que engloba pagos compensatorios por las tierras no cultivadas y recursos para la recuperación de suelos.
Los programas de apoyos directos por producto y de conservación tendrán un presupuesto total de casi 74 mil millones de dólares, y si se suman los siete programas concurrentes, el monto asciende a casi 83 mil millones. Esa ley -alertan los agricultores comerciales que conforman el Consejo Nacional Agropecuario- ''es un riesgo para México, porque nos mete en una competencia desleal; los apoyos en el país ascienden a sólo 4 mil millones de pesos''.
Pero la respuesta del gobierno federal a través del subsecretario de Agricultura, Francisco López Tostado, es contundente: ''No podemos ni vamos a entrar en una competencia de cajas fiscales; hacerlo sería perder de entrada. Los estadunidenses tienen que dejarnos de ver como el país que se va a quedar en el subdesarrollo; deberán comprender que somos su socio comercial más importante y también su mercado''.
El Consejo Nacional Agropecuario descarta que el camino sea la revisión del capítulo agropecuario del TLCAN. Basándose en el artículo 102 del capítulo primero de ese tratado -entre cuyos apartados establece que habrán de apuntalarse lineamientos para la ulterior cooperación trilateral, regional y multilateral encaminada a ampliar y mejorar los beneficios del mismo-, los agroempresarios sugieren el impulso de una política agropecuaria trilateral.
Si Estados Unidos y Canadá cooperan en la promoción del desarrollo del agro mexicano, la población tendrá mayor poder de compra y tendrán un socio estable, subraya el CNA.
La mirada oficial
En 2001, México -según datos de la Secretaría de Economía- se ha consolidado como el segundo proveedor en el mercado agropecuario de Estados Unidos, al participar con más de 200 productos de los 2 mil 70 que importa esa nación.
Sin embargo, senadores y diputados de PRI, PAN, PRD y PT acordaron exhortar al presidente Vicente Fox para que ordene a las secretarías de Agricultura y de Economía analizar el contenido y el impacto negativo que la ley de seguridad agropecuaria estadunidense provocará en los agricultores mexicanos, y después informar al Congreso de la Unión las medidas y políticas que aplicará para evitar esos previsibles daños.
Los representantes de los distintos sectores sociales del país no niegan que el México rural es de contrastes. Allí, la mayoría de quienes trabajan los 31.6 millones de hectáreas agrícolas y los 120.7 millones de hectáreas de agostadero tienen un ingreso cuatro veces menor a quienes se dedican a otras actividades económicas.