Luis Linares Zapata
Un tiempo para Fox
Vinieron las primeras semanas y los desplantes del recién electo presidente hasta graciosos parecían. Su desbordado optimismo llamó amigo al subcomandante Marcos y terminó en una ruptura que sigue vigente. Inició sus alocuciones semanales por la radio imitando, sin chiste, a cómicos e imitadores de sí mismo. En un revuelo sin altura introdujo a los head hunters en la administración pública y contrató lo que, con bombo y platillos destemplados, llamó su gabinetazo. Hoy algunos de esos personajes han unificado opiniones en contra y vagan sin concierto, ideas o concreciones. En realidad fue una mezcla insípida de gerentes de segundo perfil con evangelistas del bien común y la excelencia, técnicos reconocidos y remanentes probados del pasado priísta. Dio así inicio al gobierno del cambio tratando con denuedo, que aún perdura, de arrebatarle a la sociedad el empuje, el mérito, la iniciativa, la decidida pretensión de darse un sistema democrático de vida en común. Las luchas de la izquierda por la transición quedaron tan relegadas como su escaso margen de votación alcanzado en 2000.
Pero las omisiones se multiplicaron con los meses transcurridos desde la toma de posesión, aun cuando la paciencia ciudadana atemperaba la crudeza del juicio individual y hasta la del colectivo. La recurrencia, casi compulsiva, para auscultar el estado que guarda la opinión pública favorable se hizo costumbre. Se tomó, sin embargo, como signo de los nuevos vientos gerenciales que podían mejorar el ambiente del poder establecido y no como mecanismo evaluatorio de relativos alcances para la toma de decisiones de gobierno. Las marcadas desavenencias con su partido le fueron cargadas a los pasivos que ya acumula el PAN hasta niveles de riesgo. Y la culpa por sus escasos resultados les ha sido endosada, con cierta razón, a los opositores (PRI y PRD) y al viejo régimen.
A pesar de las groseras clasificaciones de la sociedad en círculos de colores (verde o rojo), según las opiniones expresadas y el tratamiento a la persona y accionar del Ejecutivo, se tuvo para Fox tolerancia, curiosidad y hasta respeto. Pero las críticas comenzaron a aflorar acicateadas por su constante oratoria positiva que ha ido horadando la credibilidad (la República no es una empresa, cofradía o asociación que requiere del estímulo constante de los voluntaristas tipo Cornejo). Los dislates, nombres mal pronunciados, huecos informativos, vacíos de formación política o histórica, opiniones reveladoras de un espíritu no educado en la filigrana de la ardua negociación y el trabajo político cotidiano en detalle, fueron aflorando hasta convertirse en una constante que no ha sido compensada con soluciones oportunas y sensibles para con las angustias de la gente normal, menos aún ante aquellas elites demandantes de calidad y finura en sus gobernantes. Los gaffes diplomáticos, la foto ante el Vaticano, los telefonazos groseros y los francos errores de concepción de las Relaciones Exteriores (migración) que los continuos viajes revelaron, se transformaron en señales de alerta interna, precauciones y hasta conflictos con las contrapartes del exterior. Pero todavía hasta aquí se podría decir que la afectación a los asuntos nacionales no pasaba de conformar un ambiente poco propicio para la buena marcha del país.
El orden mundial, que tan propicio fuera para la difusión del mérito por haber derrotado al PRI tras décadas de continuado mando, trajo aparejadas circunstancias (recesión) que han mermado la capacidad de maniobra y recrudecido los errores de gobierno hasta transportarlos ahí donde verdaderamente duele: a la economía, la estabilidad y los bolsillos de la gente. Aparecieron entonces, con claridad meridiana, indicadores preocupantes que apuntan, sin titubeos, al fracaso rotundo en las promesas de empujar el empleo, la base real para juzgar el desempeño de una administración cualquiera. Las dudas acerca de su habilidad negociadora con la oposición se trasmutó en certeza de incapacidad para sacar sus pretendidas reformas estructurales. Reformas diseñadas de acuerdo con un modelo de continuidad trasnacionalizador que tanto ofreciera a la comunidad internacional de inversionistas y a centros de poder global. La disputa entablada alrededor del sector energético, fiscal y de telecomunicaciones no ha desembocado en un marco claro que permita su inmediato tratamiento, recomposición y desarrollo. Mientras, las inversiones, planes y arreglos institucionales siguen pendientes y sujetos a tironeos partidarios o ideológicos. El riesgo del país resintió un chicotazo y se ha incrementado en 30 por ciento ante la alarma de empresarios que ya le urgen y critican abiertamente. Cierto que los problemas latinoamericanos han ayudado a la incertidumbre, que también se ha instalado en EU con sus quiebras notables y fraudes inmensos. Brasil es, por ahora, el gran foco de posible desestabilización, no el único. La lucha contra la corrupción trastabillea enredada en los casos Pemex, Amigos de Fox y el peculado de Salinas, sin que aún puedan trasladarse a los tribunales para una resolución apegada a derecho. Como bien se observa, el cumpleaños, compartido con aniversario de bodas, no es nada propicio a la celebración ni tampoco a las expectativas de mejoría.