Javier Aranda Luna
En el pantano burocrático
Días después de que el presidente Fox echara a andar un ambicioso programa de apoyo a la lectura, la Secretaría de Hacienda anunció que el régimen de ''tasa cero" aplicado a los editores desaparecía. Estarían inscritos en la Ley del Impuesto al Valor Agregado. Esa ley considera la ''exención" en el pago del impuesto por la enajenación de libros, periódicos y revistas.
Aparentemente con el cambio de la ''tasa cero" por la "exención" las cosas no habían cambiado: si uno compraba un libro no le cobraban, como había estado ocurriendo desde hace varias décadas, el IVA. Aparentemente porque los editores terminaban incluyendo, en el precio de los libros, ese impuesto que pagaban al consumir materias primas y que no podían repercutir de manera directa. El consumidor, digamos, terminaba pagando un IVA disfrazado.
La genial idea de ese maquillaje hacendario, en cuya efectividad no creyeron más que sus ineficaces creadores, se reflejó en las ventas de los libros. En unas cuantas semanas grandes editoriales como Alfaguara vieron mermadas sus ventas por esa triquiñuela fiscal. Por supuesto no fueron los únicos. Imagínese el impacto en editoriales pequeñas aunque de mucho prestigio como Era o en las pequeñísimas como Verdehalago. Disminuir sus ventas en época de crisis -eso que los especialistas llaman estabilidad macroeconómica- era, es, condenarlas a la extinción.
Como las consecuencias industriales de la eliminación de la ''tasa cero" fueron desastrosas, el presidente Fox ordenó a su secretario de Hacienda elaborar un paquete de estímulos fiscales para contrarrestar el golpe a los editores.
El decreto por el que ''se otorga un estímulo fiscal" a los editores fue publicado ayer en el Diario Oficial. En una de las consideraciones del documento se lee: ''es intención de Ejecutivo" conceder ''un estímulo fiscal para impulsar de manera eficaz al sector editorial".
Si la intención o el deseo deliberado es impulsar a esa industria de manera ''eficaz", Ƒpor qué no se derogó la ley anterior? Derogar es suprimir y habría resultado más ''eficaz" hacerlo, que perdonar a los editores con unos estímulos fiscales. Derogar una ley mal encarnada significaría practicar el sano ejercicio de la autocrítica. ''Conceder" un estímulo -como se apunta en el decreto mencionado-, no. El que concede, da, otorga, perdona. No reconoce su error. ƑNo habría sido más eficaz volver a la tasa cero? Por lo menos los editores se ahorrarían, si todo marcha bien, ese tour por el pantano burocrático que a partir de ahora están condenados a hacer si quieren mantenerse a flote.
Este decreto favorece la tesis de que en México cuesta caro y es difícil pagar impuestos. Recuerdo que antes, por ejemplo, una empresa retenía el impuesto a sus trabajadores free lancers para pagarlos a Hacienda. En una operación, digamos, Hacienda recuperaba cien mil pesos provenientes de los impuestos de cien trabajadores. Ahora los recibe en cien emisiones. Si eso es simplificación administrativa, este decreto es, ni dudarlo, eficaz.