TOROS
Frustrante y maratónica novillada inaugural en la plaza Antonio Velázquez
Meritoria oreja a Loredo; palmas a Rodríguez y al rejoneador Fernández
Mansos y con peligro los de Joselito Huerta Bravo y con kilos uno de El Grullo
LEONARDO PAEZ
Mientras en algunas áreas del "totalmente techado" coso Antonio Velázquez -mil 100 localidades-, de Tlalpan, no pocos espectadores toreábamos insistentes goteras y aguantábamos una molesta brisa, un aficionado de toda la vida me preguntó: "ƑQué le pasa a nuestra fiesta de toros?"
-Hombre -le respondí-, que algunas personas con dinero prefieren convertirse en señoritos de la fiesta que en señores del espectáculo taurino; que les sobra dinero y sin embargo carecen de talento empresarial; que quizá hasta hacen negocitos a costa de la tradición taurina de México, pero no tienen pasión, voluntad ni criterio para hacerla recuperar su grandeza y atractivo.
-Pero ahora existen varias empresas que quieren dar festejos y sacar toreros -señaló esperanzado.
-En La Jornada hace años que insistimos en la necesidad de que "los actores de la fiesta" formen un frente taurino común, consistente, con objetivos concretos y calendarizados para que en corto y mediano plazos los metidos a empresarios presenten de una vez por todas novilleros y matadores con imán de taquilla y reses con capacidad de dar espectáculo, pero todo se les vuelve ciencia o, por particulares motivos, aparentan que se les vuelve.
-No crees que...
-Por eso entre los dizque empresarios taurinos de México -interrumpí- no hay ni elemental coordinación ni verdadera competencia. Esta ausencia de esfuerzos coordinados y de objetivos comunes, de nulo seguimiento y estímulo oportuno a los prospectos con cualidades y carisma, se traduce en carencia de nuevos productos y en incapacidad de servicio al público, al que ya convirtieron en aficionado a dos o tres apellidos importados, no a la lidia de reses bravas.
Empeños, sosería y šcaos!
En la primera novillada del serial que anualmente ofrece el empresario José Arroyo -Ƒa cuántos de los muchachos que recién destacaron en La Florecita pondrá en la Antonio Velázquez?- partieron plaza los novilleros Ricardo Loredo y Oscar Rodríguez, triunfadores del año pasado, así como el rejoneador José Miguel Fernández y el grupo de Forcados Mexicanos.
Se anunciaron cuatro reses del hierro de Joselito Huerta -más que llorarlo, hay que imitarlo- y una de El Grullo, para rejones, aunque a la postre se lidiaron dos de esta dehesa al ser sustituido uno de Huerta, torpemente estrellado en un burladero por la poca familiaridad de los subalternos actuales con el arte de parar y correr un toro bravo. Los otros tres novillos de los sucesores de José acusaron mansedumbre y peligro sordo, mientras que el sustituto de El Grullo no tuvo un pase.
Con el que abrió plaza, el de embestida menos descompuesta, Ricardo Loredo derrochó valor y expresión en los tres tercios. Faroles, verónicas, un quite por chicuelinas y cadenciosa revolera, banderillas con voluntad y una faena macha y sobria, aguantando a ley los gañafonazos por ambos lados. Sereno, con idea, Loredo aseguró la estocada, sepultándola entera en todo lo alto, por lo que la gente demandó la oreja para tan interesante novillero.
Oscar Rodríguez, de Guadalajara, macizo pero solvente y ágil, lo que le añade atractivo a cuanto hace, se quedó sin el que probablemente hubiera sido el mejor novillo de la tarde, y salvo derrochar afición y recursos con los marrajos que le tocaron, así como un buen contacto con el público y un espectacular violín al cuarteo, poco pudo hacer. Si a Oscar Rodríguez y a otros como él las empresas les dieran más toros, los estimularan y placearan por un circuito taurino inteligente, en muy poco tiempo serían un buen negocio para todos.
El torazo de El Grullo lidiado por el rejoneador, sobrado de peso pero con bravura y trasmisión, permitió al jinete colocar certeros rejones de castigo y banderillas, dos lucidos quites al sobresaliente Guillermo Gallegos y tres conmovedoras pegas -recibir y someter al toro a cuerpo limpio- a los Forcados Mexicanos.
Por cierto que el aguerrido grupo desacató el cambio de tercio ordenado por el juez e infringió el inobservado reglamento taurino para el DF, que en su artículo 93 sólo permite dos intentos de pega, "a fin de que el toro llegue al último tercio con el vigor necesario". Se imponía por lo menos una amonestación pública, ya que el toro aquel tuvo que ser apuntillado tras echarse exhausto.
ƑY el caos? Tener que esperar más de media hora para que a muchos asistentes nos fuera entregado el automóvil, pues eran más los voraces que llegaban al mítico restorán que los que salían de la fallida novillada. Servicio y organización siguen siendo la fórmula secreta.