ALEBRIJES
Patricia Vega
Pilar Medina, la furia de la entrega
La intensidad del quedo taconeo aumenta. De la oscuridad surge la voz de los pies de Pilar Medina que acarician o golpean el piso, de manera intermitente, con un recio zapateo. El sonido inunda el escenario de la Sala Villaurrutia y la luz desvela la presencia de la bailarina.
La alta calidad y gran carga expresiva de las coreografías de Pilar Medina no se explicarían sin la referencia a la fusión de la danza y el teatro en un proceso creativo en el que la bailarina amalgama varias técnicas que si bien se inspiran en las formas tradicionales del baile español y flamenco, rompe con ellas al mezclarlas ahora con el son veracruzano y el zapateo hindú; son movimientos que enriquece con recursos actorales, luminotécnicos, atmosféricos, narrativos y de trazo escénico.
Así, elementos como un mantón magenta, los olanes de una falda cuyo vaivén sacude el dolor, la arena del mar, las percusiones de Luis Miguel Costero, las castañuelas en manos de la bailarina o la proyección de imágenes en su piel vuelta canvás se transforman en partes escenciales del discurso dramático.
El resultado de este proceso es que Pilar Medina ha encontrado una voz y lenguaje propios que nutre con cada coreografía en la que articula metáforas sobre sus temas recurrentes: soledad, esperanza, alegrías, infancia, sueños, el luto por la ausencia de los seres queridos...
Desde que conocimos su Entrega inmediata -en el XVI Festival Internacional Cervantino--, Pilar Medina no ha dejado de sorprender con su capacidad creadora; en cada espectáculo yace la furia de completa entrega de una bailarina virtuosa que, más allá del dominio técnico, plasma en cada movimiento la vivencia de lo que le sucede durante su proceso de creación-transformación
Ha sido largo el tiempo de maduración y entrenamiento de su cuerpo como ejecutante: su propio campo de batalla como coreógrafa. En 1995 una lesión en la rodilla la obligó a no bailar y durante ese año pensó, reflexionó, interiorizó y evaluó su trayectoria como bailarina; empezó a reconciliarse con su edad, a aceptar los naturales cambios en su cuerpo... Ahora, a los 48 años y en pleno dominio de sus cualidades expresivas, Pilar Medina rompe con el estereotipo de la bailarina joven y comparte con el espectador las virtudes del paso del tiempo: con la sabiduría de un movimiento contenido mucho más elocuente que las piruetas aéreas, la bailarina permanece más en la tierra -siempre se ha aferrado a ella con su zapateo-- y rasga con brazos y manos el aire que respiramos.
ƑCómo describir una emoción que te traspasa y va más allá de las palabras? Es deber de la periodista dar testimonio del golpe emocional que reciben los espectadores cuando Pilar Medina comparte un espectáculo que provoca en ellos un llanto catártico que sana las heridas y se vuelve manantial del que emergen renovados. También hay que decir que, en estos tiempos, no es habitual encontrar un foro teatral abarrotado ni que una temporada de danza se extienda, los lunes a las 8:30 de la noche (hasta el 15 de julio). Dentro de las artes escénicas la danza es el arte más efímero, estas líneas pretenden revertir esa característica al registrar la profunda huella que deja Con tinta de hojas.
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