Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 10 de junio de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  FotoGalería
  Librerías de La Jornada
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Política

Armando Labra M.

Globalimito y democrisis, las opciones

Que la globlización es un mito lo ha demostrado ya mucha gente, no sólo el ahora justificadamente celébre premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Lo que sí levanta las cejas es que en su reciente informe sobre la globalización, el mismísimo Banco Mundial se vea obligado a reconocer, por ese implacable fenómeno llamado realidad, que su caballito de batalla, el libre comercio, ahora resulta que no garantiza ninguna de las virtudes esperadas por y para todos. Que vivimos en un globalimito.

En su excelente y equilibrado libro sobre La globalización y sus descontentos Stiglitz concluye que la estrategia ha acarreado beneficios pero no está sirviendo a la mayoría de los pobres del mundo ni a la conservación del medio ambiente ni contribuye a la estabilización de la economía internacional. Y afirma que instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, así como desviaron su curso original hace 30 años, provocando los desastres del presente, pueden retomar su vocación primigenia y desembocar en resultados ahora sí benéficos para todos. Y recomienda entender por qué esas instituciones fallaron y de manera tan "miserable". Stiglitz conoce el cuento por haber sido hasta hace poco vicepresidente del Banco Mundial.

No de manera franca, pero sí incuestionable, el Banco Mundial reconoce ahora que la evolución de la economía internacional no se explica en los efectos del libre comercio, sino por otro tipo de políticas, incluso opuestas a las neoliberales. Con un considerable grado de cinismo, el BM ahora nos sale con que "si acaso existiera una relación causal entre la apertura comercial y el crecimiento económico, no viene al caso". šDespués de vendernos e imponernos precisamente esa relación causal durante décadas! Es hora de ponernos las pilas.

Y en efecto, los países con que el BM ejemplifica el éxito de la apertura comercial, China y la India, son países cuyas economías comenzaron a crecer mucho antes de incorporar reformas de corte globalizador, en las que aun hoy prevalece un intervencionismo de Estado acentuado, así como resulta que en Estados Unidos, el proteccionismo y los subsidios al campo son rampantes. Sólo nosotros somos más fondistas que el FMI y más banquistas que el BM, desmantelamos la protección y los subsidios para someternos al vecino. Y a cambio de nada.

En suma, téoricos y políticos ahora admiten que la liberación comercial que movería los goznes del pa-raíso global no es una receta confiable. Ya lo sabíamos todos. Pero como son esas instituciones y no las nuestras las que deciden nuestro destino, no queda más que estar atentos a lo que se les ocurre allá. Las ocurrencias de este lado son de risa nerviosa.

Por eso resulta inocuo lo que pueda acontecer con el gabinetazo: sus decisiones no cuentan en lo fundamental y poco en lo intrascendente. Pueden cambiarlo íntegro o no. No importa, y no tanto por la impericia o la ignorancia que lo tienen patidifuso, acalambrado, inerte.

Es observable que desde que padecimos el golpe de Estado civil que encumbró a los neoliberales dogmáticos a partir de 1982, la naturaleza misma de los gabinetes ha sufrido mutaciones notables.

De ser equipos de equilibrio político-ideológico-administrativo abocados a anticipar y sortear conflictos en sus respectivas áreas y representar a segmentos de la sociedad, durante dos décadas se convirtieron -salvo casos honrosos- en grupos de empleados unívocamente dedicados al ajuste económico neoliberal y de paso sacar al PRI de Los Pinos.

Se comenzaron a rebotar los conflictos al "área política", es decir, a los gobiernos estatales, los partidos, las cámaras, las secretarías netamente políticas. En el camino desaparecieron los funcionarios intermedios aptos para prever y resolver oportunamente los conflictos políticos, sin importar quién fuera el señor secretario. Eso se perdió.

Por eso, más allá de la anécdota, el gobierno está hoy, de arriba abajo, estructuralmente entrampado, inmóvil, sin cuentas que dar a Washington ni, desde luego, a nosotros. Ni posibilidad de hacerlo. Su saldo no será la democracia, sino la democrisis que nos espera después de las elecciones del año entrante. Más vale pensar en las opciones antes de que sea demasiado tarde.

[email protected]

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año