Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de junio de 2002
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Desde hace 22 años confluyen ahí progresivos, heavy metaleros, skatos, punketos...

El Chopo, territorio liberado para el rock

Fundadores narran avatares que ha pasado el tianguis cultural sabatino

JOSEFINA QUINTERO M.

Tierra liberada por el rock desde hace 22 años, es el tianguis cultural del Chopo, espacio underground ubicado en la calle Aldama, a un costado de Insurgentes, frente al Eje Uno Norte. Ahí confluyen progresivos, heavy metaleros, skatos, punketos, trasheros, vendedores, drogos, chupadores, gandallas, tatuados, maestros, artesanos, artistas que intercambian ideas y el gusto por la música.

En el Chopo los jóvenes encuentran refugio, empujados por una sociedad que los rodea pero a la cual nunca han pertenecido. Les "vale madres" el sistema y el estatus, saben que carecen de oportunidades para obtener empleos formales y que no tendrán respuestas favorables a sus demandas; sin embargo, todo se compensa con una tocada de fin de semana en el Chopo.

Desde aquel 4 de octubre de 1980, la cita es todos los sábados. Uno a uno, todos los que llegan reconocen su espacio, tienen bien definido el territorio. No hay ningún tipo de seguridad, y conforme avanza el tiempo se identifica dónde están los patinetos, que son a los primeros que ves cuando entras al territorio libre; enseguida aparecen los darks, los cholos, y los punks están al final del tianguis, reconocidos como los más anarquistas y radicales, pero nadie se mete con nadie durante las seis horas de caos, en el que prevalece la tolerancia.

A pesar de los cambios de generación, los nuevos chavos siguen buscando el Chopo, porque es donde encuentran las formas de expresión que necesitan. Oscar, de 23 años, conoció el tianguis por medio de su padre; cambió la vestimenta de su progenitor, de pantalones entubados, playeras con imágenes de Jim Morrison y Janis Joplin, por ropa negra holgada, el rostro maquillado y la música de Nirvana. Sin embargo, en él persiste el sentimiento de protesta y marginación que le fue heredado.

Vida errante

Todo empezó el primer sábado de octubre de 1980 con una invitación a los rockeros por parte de Jesús Pantoja -quien entonces estaba encargado de difusión musical en la UNAM-, para intercambiar discos, revistas, videos, ropa y accesorios en el Museo del Chopo, en ese entonces dirigido por Angeles Mastretta, platica Carlos Alvarado, uno de los pioneros del tianguis.

Cuenta la vida errante del tianguis: "durante un año estuvimos en Aldama, después nos fuimos a las calles Benjamín Franklin y Edison; también estuvimos en Ciudad Universitaria -en la Facultad de Arquitectura-, en el Casco de Santo Tomás, en el quiosco de Santa María la Ribera, en Oyamel, y en el 89 regresamos a las puertas del Chopo".

Cuando se solicitó el espacio a la delegación Cuauhtémoc, agrega, "le dimos otro giro. Ahora ya no sólo se vende e intercambia música, sino también se presentan grupos y hay exposiciones de dibujo, pintura y escultura. Se creó un lugar de entretenimiento y difusión de la cultura".

En el Chopo, de acuerdo con sus visitantes, encuentras todos los géneros que la gran industria de la música ha marginado. Y mencionan como ejemplo un puesto de rock en español que hace diez años era el único donde se podían comprar discos de Rosendo, Radio Futura y Mano Negra. Ahora el solista de este último, Manú Chao, a quien en ese entonces nadie conocía, ocupa los primeros lugares de popularidad en la radio comercial.

Además hay otros puestos que continúan con el trabajo de El Vladi, como se le conoce a uno de los pioneros del periodismo especializado en rock en México, quien fundó la revista Banda Rockera.

En el Chopo se puede encontrar música que en ningún otro lugar hay, en discos compactos de entre 70 y 100 pesos, aunque también hay nuevos, que son tan caros como en las grandes tiendas.

Otra opción son las reproducciones caseras de quienes graban casetes, videos y discos compactos de diversos grupos y los presentan con portadas artesanales. La ilustración de los estuches es lo que determina su precio, que oscila entre 35 y 50 pesos.

Todo está al alcance de los jóvenes, que no sólo van a comprar sino a divertirse, desahogarse, hacer negocio, ligarse a una chava o a un chavo, o hacer conectes para los buenos tiros...

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