JAZZ
Antonio Malacara
Festival de Jazz en la ESM/ IV
DESDE EL LUNES han estado desfilando 10 grupos diarios
por este festival, a veces 11. Resultaría imposible cubrir siquiera
la mitad de las presentaciones; el primer impedimento está en nuestros
reducidos espacios periodísticos, pero además habría
que pensar en la saturación de los oídos ante tan maratónico
reto.
EN
RELACION CON dos correos que hemos recibido: sabemos que hemos dejado excelentes
grupos al margen de nuestros comentarios, sabemos que ahí están
o han estado Hernán Hecht, el Cuarteto Mexicano de Jazz, Aanderud/Bernal/Puentes
Trío, Miguel Villicaña, Eduardo Piastro, Cráneo de
Jade. Pero a todos ellos ya los hemos abordado en estas páginas,
así que preferimos comentar otras alternativas, entre estudiantes
y profesionales; algunas elegidas al azar, y aunque nos hemos llevado fiascos,
varios de estos debutantes documentan ampliamente nuestro optimismo en
el futuro del jazz nacional.
Y SI BIEN MUCHO del sonido del Heavy Brass Jazz Ensamble,
integrado también por estudiantes de esta escuela, se apoya en el
color y el calor que imprimen Gil Pinzón y Jorge Retana en las guitarras
eléctricas. Pero también está la solvente base rítmica
de Arquímedes Hernández, en los bajos, y de Mario Vargas,
en la batería, amén de dos saxos, una trompeta y un piano
que cumplen bien. Los estándares de Miles Davis y Django Reinhardt,
además del nombre mismo del ensamble, hablan ya de su propuesta.
ANTES DE APARECER el Quinteto de Marco Durán, Jaime
Durán (sin parentesco alguno) sale por enésima ocasión
para afinar el piano de batalla, y de cola. Se tarda un poco más
de lo habitual, pero lo vuelve a dejar en perfectas condiciones. Aunque
el esfuerzo fue momentáneamente estéril, porque Alejandro
Mercado, pianista del quinteto en cuestión, prefirió llegar
con su Yamaha eléctrico.
Alma para mostrar el poder
Y
ES QUE EL sonido del grupo y de la obra de Marco Durán (los cuatro
temas interpretados son de él) son esencialmente eléctricos,
inscritos abiertamente en las enérgicas filas del jazz rock, aunque
eventualmente asomaban por ahí tintes funk y new age. De
hecho, este fue el primer problema para el quinteto, su contubernio con
la electricidad, pues a todo lo largo de su presentación tuvieron
problemas con el equipo de sonido y su ecualización. Los técnicos
iban y venían de un lado a otro, pero los amplificadores nunca quedaron
bien. Así las bocinas rezumbaban disparejas o saturadas gran parte
del tiempo.
PERO AL GRUPO le alcanzó el alma para mostrar su
poder y su imaginación. Marco Durán es egresado del Conservatorio
Nacional de Música y es el mejor instrumentista en escena. Su guitarra
se mueve con la misma destreza por la limpieza de las cuerdas que por las
distorsiones, las reverberaciones y el delay. El pianista, a pesar
de sus estudios en Berkeley pasa desapercibido, mientras que Carlos Padilla
y Eduardo Balandrano, estudiantes de la Academia Fermatta, suenan precisos
y eficaces en bajo y batería, respectivamente. Por su lado, Fernando
Pineda mostraba impúdicamente sus estrecheces en el saxofón.
Ni modo.
EL PUBLICO APLAUDIO con fuerza y emoción. Las danzas
guerreras de la batería, los espesos compases del bajo y la acidez
armónica de la guitarra lo mantuvieron feliz y expectante por poco
menos de una hora, porque, de buenas a primeras, llegaron a darles las
gracias.