Jerusalén: el orgullo venció al
prejuicio
Multitudinaria marcha pacífica de gays y lesbianas
desafía al conservadurismo
PHIL REEVES THE INDEPENDENT
El orgullo triunfó sobre el prejuicio en el oeste
de Jerusalén este viernes, cuando la ciudad dividida, caracterizada
por su conservadurismo religioso, presenció el primer desfile gay
de su larga y torturada historia.
Miles de gays y lesbianas israelíes se reunieron
en la plaza Zion, cerca de donde se han perpetrado algunos de los más
sangrientos atentados suicidas de la intifada, en un desafiante
espectáculo que fue precedido por la oposición de varios
funcionarios de la ciudad y de grupos judíos ultraortodoxos.
Sin
inmutarse por declaraciones de un veterano funcionario de Jerusalén,
quien declaró que nunca se permitiría que la ciudad fuera
escenario de semejante "enfermedad y desvío", los manifestantes
marcharon pacíficamente por las calles en un colorido desfile que
sólo se vio interrumpido por uno que otro enfrentamiento verbal.
"Esto es escupir en el rostro de Dios y del judaísmo",
afirmó Yacov Fauci, de 23 años, quien formaba parte de un
pequeño grupo de estudiantes ultraortodoxos que protestaron contra
la marcha con el argumento de que la homosexualidad está prohibida
de manera explícita en la Torah. "No hay necesidad de que tengamos
esto aquí. No estamos en Nueva York ni en Amsterdam", agregó.
No lejos de ahí, un hombre vestido con un costal
advertía a los manifestantes que se irían todos al infierno.
Quedó ampliamente confirmada la creencia de que
esta marcha no predicaría sólo la tolerancia sexual, sino
también el hacer la paz con los palestinos. Las pancartas dejaron
esto bien claro: "Lesbianas y gays contra toda clase de opresión";
"Transexualidad sí, transferencia no". Esta última pancarta
hacía referencia a los llamados surgidos de los grupos judíos
de extrema derecha que piden que los palestinos sean expulsados de Cisjordania.
Pero no todos estaban de acuerdo con esta postura. "El
ser homosexual no significa que queremos darle un Estado a Yasser Arafat",
afirmó Raviv, de 32 años, trabajador de alta tecnología
originario de Haifa. "¿Cómo van a beneficiarse los gays al
obtener un Estado gobernado por un dictador como Arafat?"
Ciertamente, Israel es incomparablemente más tolerante
de gays y lesbianas que la sociedad palestina, donde la homosexualidad
es todavía tabú. Una marcha así en Jerusalén
oriental sería imposible, y mucho más inconcebible en los
centros del conservadurismo palestino y del Islam, la franja de Gaza o
Nablus.
Israel despenalizó la homosexualidad en 1988, para
horror de los judíos ultraortodoxos que insisten en que se trata
de un pecado que la Torah califica de "abominación". En 1992, el
Parlamento israelí prohibió la discriminación de homosexuales
en el lugar de trabajo, y un año más tarde también
se puso fin a la discriminación dentro del ejército. En 1998,
para deleite de la comunidad gay, la cantante israelí transexual
Dana International ganó el concurso de canción de Eurovisión.
Pero Jerusalén oeste siempre guardó su distancia,
observando con desagrado desde las colinas las marchas del orgullo gay
que cada año se celebran en la más liberal ciudad mediterránea
de Tel Aviv. Hace tres años, cuando la comunidad lésbica
y gay inauguró su primer centro comunitario en Jerusalén
occidental -bautizado Open House (Casa Abierta)-, sus instalaciones fueron
blanco de vandalismo.
Las autoridades locales rehusaron apoyar financieramente
el desfile y sólo aceptaron, a regañadientes, que se decoraran
las calles y postes con banderas multicolores, después de que la
Corte Suprema de la ciudad así lo ordenó.
El concejal del partido ultraortodoxo Shass, El Smaheyof,
presidente del comité financiero, fue citado por los medios de comunicación
afirmando que "ni un ágora (céntimo) del dinero de la ciudad
será gastado en esos enfermos".
El diario israelí Haaretz reportó
que los rabinos ultraortodoxos instaron a sus comunidades a no acercarse
al lugar del desfile para evitar que éste corrompiera a los jóvenes.
Nada de esto fue suficiente para desalentar a los organizadores.
"Hubo un intento organizado, por parte de políticos ortodoxos, de
asustar a la gente", señaló Hagai El Ad, director de Open
House Jerusalén. "Pero el hecho de que tantas personas hayan participado
-10 veces más de lo que habíamos esperado- comprueba que
la gente que quiere hacer algo que es natural en cualquier capital occidental
del mundo, no se va a dejar intimidar por el prejuicio o por el miedo a
ataques."
©The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca