Luis González Souza
Bienvenida, Ericka Zamora
Dos, tres, muchas Erickas. Dos, tres, mil Gallardos...
Así sí, México podría retomar el camino de
la transición y llevarlo a buen puerto, tan bueno y bonito como
los lagos de Montebello en Chiapas.
Es cierto que "una golondrina no hace verano", pero vaya
que da bríos para resistir y superar la parte más fría
del invierno. Sobre todo si esas golondrinas exhiben una gran talla como
la liberación de Ericka Zamora la semana pasada, y unos meses antes,
la liberación del general José Francisco Gallardo.
Precisamente con ellos dos, y con la ya legendaria doña
Rosario Ibarra, así como pensadores de la talla de Sergio Rodríguez
Lascano y Carlos Fazio, estuvimos hace dos días en un aguerrido
foro (donde el más chimuelo masca balas) organizado en la Facultad
de Ciencias Políticas de la UNAM a efecto de dar la bienvenida a
Ericka Zamora -¿"estudiante" o más bien catedrática
en resistencia y dignidad?- una vez que los halcones del gobierno mexicano
tuvieron que poner un alto al encarcelamiento tan brutal como injusto de
Ericka durante casi cuatro años en tres distintos infiernos (también
conocidos como penales) del país. No hubo en ese foro, ninguna estrella
del firmamento académico convencional. Todos los ahí reunidos,
ensayamos de un modo u otro -y hace ya largo tiempo- la educación
desde la lucha misma y para su constante dignificación. Tampoco
el público fue el de costumbre y modales exquisitos, ascépticos,
pasivos o "aborregados", pues. Lógicamente (y sin falsas modestias),
el foro resultó bueno. Generó el clima requerido para hacer
justicia, digamos civil, moral e intelectual, a la ejemplar luchadora Ericka,
como ocurrió ahí mismo, meses atrás, con el gallardísimo
general Gallardo.
Lógicamente, también ambos foros de bienvenida
(a Ericka y Gallardo) de inmediato ayudan a redignificar a nuestra facultad
(responsable de educar en la buena y verdadera ciencia política
y social, es decir, ciencia desde y para la lucha digna y dignificadora,
no sólo de nuestro país, sino del mundo entero), al tiempo
que ayuda a edificar -aquí y ahora, con o sin Congreso Universitario-
la nueva universidad que nuestra nación requiere, antes de que ésta
termine de plano por desaparecer bajo el proyecto por completo desnacionalizador
y norteamericanizante de los foxianos (zar de Tlaltelolco, por delante).
Exactamente ahí reside, a nuestro entender, la
trascendencia de la liberación de Ericka y, como poco atrás,
del general Gallardo. Si una golondrina no hace verano, estas dos (Ericka
y Gallardo) a lo mejor hasta primavera despuntan. Si algo ha llevado al
México foxiano al borde del precipicio, ello han sido las deficiencias
-cuantitativas y cualitativas- en las luchas de la sociedad... Con la evidente
y honrosísima excepción de la lucha de los pueblos indios
zapatistas, en particular de su Marcha de la Dignidad, cuyas secuelas aún
retumban por doquier, dentro y fuera de nuestro país.
Para decirlo rápido, la poca o mala lucha de los
demás integrantes de la sociedad mexicana (nosotros, por supuesto
incluidos) es lo que ha permitido que la "histórica alternancia
electoral" de Fox y sus office-boys hoy tengan al país en
las narices del Cañón del Sumidero. Si ello es así,
el mayor antídoto requerido por México hoy es la revigorización
de la sociedad y sus luchas, la multiplicación de resistencias y
dignidades, tanto individuales como grupales y, sobre todo, comunitarias.
En suma, la formación acelerada de luchadores como Ericka, Gallardo
y doña Rosario.
Por eso fue una estupidez antipatriótica -y desde
luego, antidemocrática- tenerlos en la cárcel. Por eso urge
liberar de inmediato a todos los presos políticos del país.
Por eso, en fin, hay que subrayar la principal enseñanza de casos
como los de Ericka y Gallardo: sólo con la lucha y movilización
de la sociedad, México podrá alejarse del Sumidero y acercarse
a Montebello; lejos de dañar a nadie, luchadores como ellos son
oro molido para que México vuelva a contar con un proyecto de nación.
Muchas más mujeres como Ericka. Muchos más
jóvenes como Ericka. Muchos más estudiantes (a la vez profesores)
como Ericka. Así sí, y a nuestro humilde entender, México
podrá no sólo sobrevivir, sino transformarse por fin y por
las buenas, en un México donde todos quepamos y con la dignidad
a salvo, hacia adentro y frente al extranjero. Un México verdaderamente
democrático, donde la sociedad termine de proponer su proyecto de
nación, y donde las autoridades se limiten a obedecer. Muy bienvenida,
pues, Ericka, y gracias, mil gracias por tu ejemplar resistencia.