lunes 3 de junio de 2002 |
Tauromaquia La anticrítica n Alcalino |
Una faena de José
Tomás. Este año, la feria de San Isidro rompió con su
gris tradición reciente y está resultando rica en
sucesos, incluidas tres puertas grandes. Sobresalen la
faena de Antonio Ferrara a un fogoso colorado de
Carraquiri, con el que cubrió tres clamorosos tercios,
dotado el último de convincente torería; el triunfo de
orejas con que culminó José Tomás, el difícil regreso
a "su" plaza tras el duro fracaso del año
anterior; y las tres orejas paseadas por Enrique Ponce,
lo que nunca había logrado una misma tarde en Madrid.
Sin embargo, los triunfos de las figuras no convencieron
a todos: ni la entregada faena de Tomás al mansurrón de
Martelilla fue tan buena como las de sus años grandes,
ni era para dos orejas la primera de Ponce, acelerada y
llena de enganchones. Con el paso de los días, la
discusión crecía. Hasta que regresó José Tomás, el
martes 28, y "sin tocar pelo, puso fin a cualquier
polémica", dicho así por Ruiz-Villasuso, cronista
adicto más bien a Ponce. Tal sería la magnitud del
faenón izquierdista del madrileño a un castaño
albardao de Alcurrucén, "toro de cara o cruz que
entre pase y pase tendía a pararse, levantar la gaita y
probar al bulto... en el centro del ruedo, con un frío
valor y aguantando lo inaguantable... José Tomás, en
este toro y en esta faena, puso las cosas en su
sitio". Faena para la historia ante un público
emocionado, exhultante y feliz. Y sin embargo no bastó
para unificar a la crítica. Herencia bastardeada. Joaquín Vidal hizo de su tribuna en El País un baluarte contra el triunfalismo desbocado de la gente del toro. Fallecido, su lugar ha sido ocupado por Antonio Lorca, que con tal de no ser menos que su maestro y antecesor se ha dado a extremar la exigencia, apoyado en un ideal de tauromaquia tan disparatado como ilusorio. Frente a la enorme faena tomasista, por ejemplo, incurre en aberraciones como reconocer las dificultades del toro y el mérito del torero para, enseguida, oponer reparos a los mismos procedimientos que la hicieron posible. Habla de "una faena de menos a más, valiente y emocionante, que tuvo la virtud de hacer embestir a un toro parado... con un defecto capital: Tomás no adelantó nunca la pierna contraria, no se cruzó y no terminó los pases en la cintura... el toreo no fue auténtico". Y previamente, al fervor del público lo había llamado simple "ilusión". Por fortuna, todavía hay sensibilidad y sentido para disfrutar y valorar el toreo por encima de las disparatadas denuncias de estos oficiosos correctores de estilo. Consideraciones. Esa idea de que hay que torear adelantando la pierna siempre ha sido desmontada exhaustivamente por quienes de verdad saben, pero no está de más insistir en que se trata de una de tantas consejas, puestas en circulación por quienes se pretenden dueños exclusivos de una verdad no menos absoluta. Entre mis recuerdos taurinos sobresalen con luz propia tres faenas inolvidables, las más meritorias que he presenciado si -como en el caso de José Tomás- no atenemos a una oposición agresiva y manifiesta del toro, magistralmente vencida por el torero: se las cuajaron Paco Camino a "Traguito" (31-III-83), Manolo Martínez a "Jarocho" (16-I-71) y Mariano Ramos a "Timbalero" (21-III-83). Tres obras excepcionales que bajo criterios como el del cronista de marras habrían sido fácilmente impugnables porque el torero "no se cruzó ni adelantó la pierna". Pero Camino, Manolo y Marino, como ahora Tomás, realizaron en todo momento lo que las distintas y hasta cambiantes características de sus respectivos antagonistas sin duda pedían, a condición, claro, de que el hombre estuviese dispuesto a arriesgarlo todo en el trance. Y lo hicieron tan colosalmente que sus faenas quedarían incrustadas en la historia. Algo que quisieran para sí ciertos cronistas "de oposición", y que se reserva sólo para unos cuantos. |