Eduardo Loría y Patricia Magaña Revistas académicas y el Conacyt Los investigadores desprecian a las revistas mexicanas de difusión científica y tecnológica? o Ƒéstas han disminuido su calidad al paso de los años? Según cifras del Conacyt el gasto federal real aumentó en los últimos años en renglones como becas de posgrado (155 por ciento) y apoyos a la ciencia y la tecnología en general (97.1 por ciento); asimismo, esa institución reporta que ha crecido el número de miembros del Sistema Nacional de Investigadores (27.1 por ciento) y la cantidad de posgrados que se ofrecen (220 por ciento); sin embargo, este aparente avance no se refleja en las publicaciones, pues su número ha disminuido. En diversos foros nacionales y latinoamericanos se ha planteado la importante función que las revistas académicas cumplen en varios ámbitos de la sociedad, como son: transmisión del conocimiento; enseñanza; comunicación de nuevos hallazgos; instrumento para la divulgación de las ciencias, de su historia, sus ideas y sus avances; promoción del desarrollo científico; comunicación entre las comunidades académicas; indicadores y testimonios de la ciencia que se produce; medio de definición y difusión del vocabulario científico, y creación y crecimiento del tamaño y la calidad de la masa crítica que todo pueblo necesita. El primer ejercicio que trató de distinguir la calidad y otorgar así recursos y prestigio a una parte de las publicaciones académicas fue la creación, en 1993, del Indice de Revistas Mexicanas de Investigación Científica y Tecnológica, detrás de este esfuerzo estuvo el Conacyt. Sin embargo, la evolución del mismo no refleja un crecimiento similar al de otras actividades, ya que el número de publicaciones ha disminuido. En la primera promoción (1993) solicitaron su ingreso más de 140 revistas, y fueron aceptadas 86, para 1995 entraron 68; en 1999 64, y en 2000, 44. Estos datos indican que de 1993 a 2000 hubo una caída de 49 por ciento en el número de revistas integradas en el índice y de 1999 a 2000 de 31 por ciento. La actualización más reciente (a la que tenemos acceso a través de la página web del Conacyt) registra 76 revistas (13 de agosto de 2001). Los editores y las comunidades de académicos que le dan forma a las revistas tradicionalmente han sido sujetos pasivos de las evaluación de las publicaciones, cuando debería ocurrir lo contrario en virtud de que son los que conocen y -en gran medida- padecen la difícil condición de editar y publicar ciencia. El actual índice de revistas de investigación ha intentado cumplir una función de evaluación y otorgar apoyo y reconocimiento a las publicaciones mexicanas que se ajustan a sus criterios. Sin embargo en muy diversos medios académicos, ha sido objeto de críticas y cuestionamientos, sobre todo por parte de investigadores y editores, por lo que es adecuado pensar que requiere una profunda revisión. A nueve años de la creación de ese índice es adecuado plantear un mecanismo para evaluar cómo ha funcionado, preguntarse por qué no ha habido un incremento paralelo en el número de revistas, qué ha sucedido con aquéllas que alguna vez estuvieron y ya no están, y qué beneficios ha traido para aquéllas que han ingresado y eventualmente han permanecido en él; en específico, sus avances y repercusiones en la ciencia nacional e internacional. Por otra parte, hay una serie de revistas académicas de enseñanza, técnicas, multidisciplinarias y de divulgación que los criterios actuales no consideran sujetos de evaluación debido a que no las califican como científicas. Estas publicaciones contribuyen de muy diversas formas -y de manera no menos importante- al trabajo de investigación y a la formación de una cultura científica, tan escasos e incipientes en el país. Requieren por supuesto, del respaldo de sus comunidades, de los autores y de los lectores. Sin embargo, el que tengan reconocimiento curricular, más que económico del Conacyt, definitivamente les permitiría crecer y tener mejores condiciones de financiamiento de sus instituciones o asociaciones. Nos permitimos plantear al Conacyt dos alternativas: 1) revisar la congruencia, estructura, consecuencias de la inclusión y exclusión del actual índice de revistas de investigación, y 2) la necesidad de explorar la conveniencia de abrir otros índices de selección para publicaciones de otros géneros. Si esto se logra, además de fortalecer a las revistas ya existentes, se podrán consolidar aquellas que actualmente enfrentan problemas de sobrevivencia por falta de una instancia que las evalúe y las reconozca y, lo más importante, se favorecerán actividades como la divulgación de la ciencia, al valorarse de manera adecuada. Lo anterior no implica relajar los criterios existentes, sino redefinirlos para hacerlos compatibles con las diferentes modalidades de revistas, porque compartimos la idea de que las revistas, como la totalidad de la actividad académica, deben satisfacer mínimos de calidad. Una sana discusión entre editores, comunidad científica, sociedad y órganos de evaluación seguramente permitirá encontrar los mejores caminos en esta parte de la política científica nacional. Los autores son directores de las revistas Ciencia Ergo sum y Ciencias, respectivamente
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