Congelada en el Congreso, iniciativa en la materia
Necesario, reconocer a sordos como comunidad lingüística
Por ignorancia las lenguas de señas son consideradas
inferiores, aseguran especialistas
CIRO PEREZ SILVA
En la mayoría de los casos la ignorancia lleva
a concluir que son inferiores. Se les da este trato prácticamente
en todas las actividades sociales, desde la escuela hasta el trabajo. Forman
parte de un sector del país que por años ha tratado hacerse
escuchar mediante su silencio. Son los sordos.
Aunque no hay cifras oficiales, el número de hablantes
de lenguas de señas mexicanas (LSM) se puede estimar, de manera
conservadora, entre 0.05 por ciento y 0.2 por ciento de la población
total; esto es, entre 45 mil y 180 mil personas.
Muchos oyentes están en contacto regular con estas
lenguas: en la familia (más de 95 por ciento de las personas con
sordera tienen familiares que escuchan), en el trabajo, en la escuela.
Según el censo pasado, el tamaño promedio de la familia mexicana
es de 4.8 miembros, y entre 162 mil 450 y 649 mil 800 oyentes tienen hermanos
o padres que se comunican en alguna lengua de señas, explica el
perredista Gilberto López y Rivas en una iniciativa que desde 1999
presentó ante el Congreso.
"Si
la sociedad y el Estado mexicano no reconocen a los sordos como comunidad
lingüística, con identidad colectiva propia, entonces propician
la marginación de estas personas y la desintegración de sus
familias", señala el texto, que desde entonces fue enviado a comisiones
para su dictamen y que a la fecha apenas muestra avances.
Para el investigador Boris Fridman Mintz, tanto o más
que en el caso de las lenguas indias, las lenguas de las comunidades de
sordos suelen ser consideradas inferiores, y "dada la ignorancia y la visión
denigrante que priva en torno a la cultura y las lenguas de señas
de ese sector mexicano, es indispensable empezar a rechazar que éstas
son inferiores".
Esta creencia, asegura el especialista, todavía
está profundamente enraizada en los especialistas en audición
y lenguaje. Esa idea se consolida además en libros de texto que
se siguen vendiendo en los espacios de formación de educadores y
terapistas que trabajan con niños sordos. Contienen párrafos
como este:
"...El lenguaje manual limita al sujeto, porque carece
de la amplitud, magnitud y profundidad del lenguaje oral. Una persona que
se expresa sólo con el lenguaje manual difícilmente puede
expresar algo fuera de lo concreto, como sus sentimientos, moral o conceptos
abstractos".
Tal vez porque la Comunidad de Sordos Mexicana se defiende
con más vehemencia y la investigación lingüística
ha demostrado que las lenguas de señas tienen el mismo potencial
que la oral, en otras ocasiones esta visión discriminatoria se presenta
de manera más sutil:
"...Los sonidos, que no son simples estímulos sonoros
ambientales, sino formas acústicas que dan forma a signos lingüísticos,
hacen que evolucione nuestro pensamiento. Así trascendemos lo concreto
para volar hacia lo abstracto, en una manifestación de conducta
que ya no es instintiva, sino intelectual. Si consideramos, además
de lo anterior, que el lenguaje que recibimos y desciframos de los demás
es la base para el desarrollo de nuestras propias formas de codificación
y expresión, entenderemos la importancia de la audición y
su inseparable asociación al lenguaje."
Los educadores de niños sordos se ven expuestos
a esta clase de razonamiento con gran frecuencia, destaca Fridman Mintz;
sin embargo, si se asume que "todo" lenguaje humano se origina en la audición,
necesariamente se llega a la conclusión de que las lenguas de señas
son inferiores a las orales.
"Todo lenguaje humano se origina en la audición.
La LSM no se origina en la audición; luego entonces, la LSM no es
un lenguaje humano, y es de esta concepción de donde parte la idea
de que cuando se habla de sordos se habla de seres inferiores", advierte
el investigador. "Lenguas y culturas de sordos y oyentes tienen que ser
puestas en igualdad. Es indispensable asumir abiertamente que las lenguas
de señas son verdaderas lenguas, con la misma capacidad que la oral
para satisfacer las necesidades humanas de los usuarios", sostiene.
Integración de los sordos a la educación
básica regular
Para los infantes que nacen o quedan sordos en sus primeros
años de vida, la investigación científica demuestra
que los niños que aprenden una lengua de señas a temprana
edad tendrán un desarrollo lingüístico que sigue los
mismos tiempos y etapas que uno oyente con lengua oral. Los estudios comprueban
que los niños que tienen mejor desarrollo lingüístico
global y rendimiento escolar son aquellos que crecen dentro de la cultura
sorda y que adquieren una lengua de señas.
Para quienes quedan sordos durante la adolescencia o después,
las comunidades de sordos, sus lenguas y patrimonio cultural constituyen
un recurso invaluable para la reconstrucción de sus vidas.
Sin embargo, el sistema educativo no considera esta realidad.
En lugar de facilitar los medios para que los niños sordos conozcan
los lenguajes de señas, como medio natural para su desempeño,
lo obligan a mantenerse en el sistema escolarizado tradicional, en algunas
ocasiones luego de dotarlo de algún grado de rehabilitación
auditiva y lingüístico-oral.
"La práctica usual en la educación especial
mexicana ha sido remitirlos a una escuela regular, para que en ésta
se incorporen a un grupo de niños oyentes. La meta declarada es
la integración de cada niño o niña sordo a un grupo
hispanohablante normo-oyente. Por esta vía se pretende integrarlos
a la sociedad normo-oyente en general", apunta el investigador.
El sustento legal de esta práctica lo da una interpretación
literal del artículo 41 de la Ley General de Educación Especial:
"La educación especial está destinada a individuos con discapacidades
transitorias o definitivas, así como a aquellos con aptitudes sobresalientes
(...). Tratándose de menores de edad con discapacidades, esta educación
propiciará su integración a los planteles de educación
básica regular".
Sin embargo, con base en un conocimiento más preciso
de lo que es la sordera, una interpretación más sutil del
espíritu del artículo 41 legitima una política de
asignación escolar distinta: "Más que una condición
de discapacidad fisiológica, la sordera es una condición
de diferenciación lingüística y cultural (...)".
Como colectividad, los sordos buscan la satisfacción
de sus necesidades comunicativas con los sentidos que tienen, en particular
la vista, y han desarrollado una lengua y una cultura adecuadas a su naturaleza
y circunstancias. Los sordos pueden acceder a una comunicación fluida,
cara a cara, únicamente con una lengua de señas. En este
lenguaje natural se cristaliza la diferenciación lingüística
y cultural, que constituye su única vía de integración
a la vida social en general", sostiene Boris Fridman.
El investigador advierte también que "tomando en
consideración que el espíritu de este artículo es
dar acceso a una educación de calidad a todas las personas, con
o sin discapacidades, y tomando en consideración que los sordos,
en cuanto tales, no tienen discapacidad intelectual alguna, se les debe
proporcionar una educación básica regular, pero mediante
su propia lengua y el español lectoescrito. Los sordos se deben
integrar a planteles bilingües de educación básica regular".
Si lo que se desea es integrar a niños y niñas
sordos a una educación de calidad, con acceso pleno a contenidos
e interacción educativos, entonces hay que sacar provecho de sus
propias capacidades lingüísticas y culturales, puntualiza.
"Desde esta perspectiva, la integración del sordo
se debe dar mediante la incorporación del único lenguaje
natural que le es accesible, aprovechando la única cultura que le
es accesible y que está al alcance del sistema educativo mexicano:
la LSM y la cultura de la Comunidad de Sordos Mexicana. Esta es la clase
de integración a la que aspira la educación bilingüe
de sordos", asevera.