REPORTAJE
Predominan en los estantes best-seller, libros
coyunturales y autoayuda
Qué se lee, otra arista de la crisis de lectura
Para nadie es un secreto: en México no se lee,
pero al problema de los bajos niveles de consumo per cápita de títulos
se suman la calidad de los contenidos y la constancia en el hábito.
Se puede comprar un libro, pero eso no es garantía de que se vaya
a leer. El eterno conflicto de la lectura en la mirada de tres sellos editoriales:
Santillana, Océano y Grijalbo
CESAR GÜEMES
En México no se lee, o casi. Alcanzar el promedio
de un libro al año por persona, que puede llegar hasta tres (según
la intencionalidad de la fuente), equivale a contar una verdad a medias
que desde cualquier punto de vista habla de analfabetismo funcional. El
remedio a este mal de muchos es, sin embargo, un misterio. Las sociedades
lectoras no pertenecen a la generación espontánea, sino que
responden, sobre todo en el caso de países en desarrollo como el
nuestro, a resortes que poco o nada tienen que ver con las grandes campañas
publicitarias. No basta, pues, promover la lectura de un libro para que
se lea, ni siquiera para que se venda aunque no sea leído.
Sin embargo, en México las editoriales subsisten
y se fortalecen justamente merced a la venta de libros. Ferias y encuentros
librescos como las de Guadalajara, Monterrey, Jalapa y la del Palacio de
Minería son cada año más amplias y profusas. Más
allá de los libros de texto, cuya lectura es obligatoria, conocemos
también otro hecho concreto: mucho de lo que más se frecuenta
en el país son volúmenes de best-sellers de "autoayuda",
"autoconocimiento", "superación" o "relaciones de pareja": el camino
sencillo, que en realidad no lo es, pero que evidencia una necesidad social
por estar en el mundo, articularlo en palabras y conocer el pensamiento
de otros sin importar casi quiénes sean.
En
el país contamos con gran diversidad de sellos, entre los que destacan,
por su amplio rango de títulos y temas, Santillana, Océano
y Grijalbo. Las tres mantienen firmes nexos con casas del rubro en varias
naciones, sobre todo con España, y entre las tres consiguen una
presencia que equivale cuando menos a la tercera parte de la oferta de
lectura en México. Si alguien tiene respuesta para las distintas
interrogantes que plantee la escasa lectura en la nación son los
directores editoriales de los sellos mencionados: Marisol Schulz por Santillana,
Rogelio Carvajal de Océano y Ariel Rosales por Grijalbo.
La realidad es más cruda todavía que las
cifras, como explica para estas notas Rogelio Carvajal: "El discurso de
Vicente Leñero al recibir el Premio Nacional de Literatura insiste
en algo que es casi tautológico pero que es fundamental: es necesario
haber experimentado el amor por la lectura para poder transmitirlo. Y se
supondría que en los ámbitos familiarizados con los libros,
la práctica de ese amor, de ese gusto, es algo natural. Sin embargo,
son muchos, bastantes más de los que con prudencia se puede especular,
los que en el medio editorial, o entre los investigadores y profesores,
simplemente no leen; o practican su "gusto" en un limitado marco profesional,
o en un determinado género de obras. Tragicómicos hallazgos
arrojaría una investigación que determinara cuántos
de los que 'trabajan' con libros leen realmente libros, y quienes sí
leen, cuáles".
Las preguntas persisten: ¿a qué atribuyen
los editores el hecho de que evidentemente ciertos libros sean más
vendidos que otros? ¿A campañas en los medios, a su calidad
o a qué combinación de factores?
Responde Marisol Schulz: "Creo que se trata de una combinación
de factores que van desde la oportunidad de la publicación, la campaña
de promoción del libro en medios de comunicación, el prestigio
del autor, del propio sello editorial, la calidad de la edición,
el diseño de la cubierta, el precio de venta al público,
y la distribución. Insisto, todos estos factores contribuyen a que
un libro tenga mayor o menor éxito, pero también existe el
elemento sorpresa, que es totalmente subjetivo: el gusto del lector y la
publicidad 'boca a boca', es decir, la recomendación".
Acota Ariel Rosales: "Los factores que influyen en el
éxito de ventas de un libro son múltiples. Como implica la
pregunta, entre estos factores destacan el contenido y la campaña
de comunicación. Sólo subrayaríamos el hecho de que
dichos factores están integrados, y para comprender cómo
ha conseguido cierto título ventas masivas dichos factores no pueden
aislarse, sino que siempre debe considerarse su integración".
El problema de la difusión de la lectura, aun cuando
se trate de un autor o de una línea de probado éxito, tiene
sin embargo sus ribetes metafísicos. Explica Carvajal: "Los libros
más insulsos, escritos por los más imbéciles, se pueden
vender muy bien, consagrados por la sospechosa unanimidad. Pero también
se pueden vender muy mal. Los libros extraordinarios, de autores geniales,
pueden correr esta misma suerte. Pero en el mundo se publican todos los
años centenas de miles de libros que sólo les interesan a
unos cuantos y que está bien que sólo les interesen a unos
cuantos. Son, diría Zaid, centro de la conversación para
esos cuantos que tienen necesidad de ese libro; y no alterarán el
curso del mundo porque se les haga propaganda, estén en todas las
librerías y se les difunda en horario preferente por radio y televisión:
los que se enteren lo harán porque no están leyendo un libro".
La necesidad de lectura en México, en términos
que dejan de ser generales cuando se acude a las cifras, se satisface por
una parte con libros probadamente bien realizados y por otra, bastante
mayor, por textos que invitan a la mejoría personal.
Dice Ariel Rosales, a título de Grijalbo: "Las
líneas editoriales que más se han estado vendiendo durante
los últimos dos años son: la de libros coyunturales sobre
diversos temas y la línea que, en términos muy amplios, podríamos
describir como de superación personal, relaciones humanas y autoayuda.
Por libros coyunturales entendemos aquellos que responden a necesidades
del momento. Pueden ser títulos que satisfagan las necesidades de
información y análisis sobre la situación económica
y sociopolítica; semblanzas o biografías de personajes muy
importantes que, ya sea por su deceso u otra razón, estén
en el centro del huracán de los medios; y títulos que aborden
el escándalo de moda, sea éste político, económico,
de la farándula o cualquier otro acontecimiento que concentre la
atención del gran público y sea susceptible de ser descrito,
analizado y presentado en forma de libro".
Rosales hace una pausa y apostilla: "No nos agradan las
clasificaciones cerradas, las camisas de fuerza temáticas, pues
obligan a quienes quieren comprender el fenómeno editorial a una
esquematización fácil y, por lo mismo, casi siempre alejada
de la realidad. Sin embargo debemos describir la otra línea editorial
que lidera el mercado como aquella que está constituida por los
títulos 'utilitarios' que ofrecen al comprador una ayuda directa
para su realización personal y profesional. Hay que mencionar igualmente,
aunque en sentido estricto no conformen una línea editorial, los
nuevos títulos de autores consagrados o que ya han obtenido grandes
ventas con libros anteriores, autores cuyo nombre por sí solo constituye
una garantía de éxito".
La estadística de lectura en el país refleja
la ausencia de la misma pero también esconde el resultado estricto,
explica Carvajal: "para efectos de estadística, entre dos personas
de las cuales una ha leído un libro y la otra ninguno, cada una
leyó medio libro. Y es que según la estadística citable,
todo mexicano lee más de un librito entero al año; pero en
la realidad muy pocos se dan el lujo de leer un libro completo, y un aplastante
mayoría no ha leído jamás uno. Pero las encuestas
de opinión sirven al menos para consolarnos: si tanta carencia se
reparte entre todos, los que no leen nada salen ganando con más
de un libro que no han leído, y los que han leído muchísimos
libros quedan igualados, para no hacer sentir tan grande la injusticia".
La estrategia a fin de participar en la difusión
de la lectura, desde la óptica de la iniciativa privada, ofrece
varios frentes. A saber, tal como lo señala Marisol Schulz, se requiere
"esfuerzo y dedicación, tratando siempre de visualizar quién
es el público a quien nos dirigimos. Tenemos que equilibrar nuestros
planes editoriales y siempre editar de cara al lector, es decir, cuando
contratamos un libro siempre estamos pensando en cuál va ser su
destinatario y qué tenemos que hacer para llegar a él; igual
ocurre en todas las fases de la edición: el diseño editorial,
la elaboración de las campañas promocionales, las estrategias
de comunicación, marketing y distribución. Esto, que
se dice fácil, es una labor titánica en un país con
tan bajos índices de lectura sobre los cuales, por cierto, no acabamos
de ponernos de acuerdo".
Ariel
Rosales acepta: "Los principales editores mexicanos hemos asumido desde
hace tiempo el bajo nivel de lectura de la población. Sin embargo,
el hecho mismo de que existamos nos está diciendo que, a pesar de
que la mayoría de los mexicanos no lea, sí se compran libros
en nuestro país. Si la situación fuera totalmente negativa,
simplemente no existiría un mercado editorial; fenómenos
como la FIL de Guadalajara nos indican que este mercado existe y que, aunque
sea en una proporción mínima, se trata de un mercado que
está creciendo. Respecto a la 'motivación' de la lectura,
la iniciativa privada desarrolla el trabajo que le corresponde: hacer libros
atractivos para el mayor número posible de lectores y comunicar,
mediante estrategias publicitarias, que esos libros están en los
puntos de venta para que los lectores los adquieran. La responsabilidad
del Estado en relación con la promoción de la lectura la
damos por descontada. Por supuesto que debe promover la lectura, ya que
forma parte consustancial de la educación".
Al respecto, acota Schulz: "Para motivar la lectura debe
darse una conjunción de factores, que van desde la familia, la escuela,
la iniciativa privada, y por supuesto, el Estado. No creo que debamos rendirnos
y asumirnos como un pueblo no lector; todo lo contrario, creo que nuestra
situación debería ser de emergencia nacional por el bajo
nivel de lectura de la población. Estoy segura de que la motivación
puede comenzar en el hogar; muchos niños nunca han tenido la oportunidad
de tener un libro en sus manos antes de asistir a una escuela, de manera
que ahí comienza la labor del Estado y de los organismos encargados
de impartir la educación formal en nuestro país. También
creo que los profesores de los niveles básico y secundario juegan
un papel de suma importancia: pueden ser el factor que dispare estos índices,
siempre y cuando ellos mismos entiendan la importancia de la lectura. Aunque
no es válido generalizar, desafortunadamente en la planta docente
nos topamos con algunos profesores no lectores. Así, ¿cómo
van a contagiar la afición por la lectura?"
La conclusión, siempre provisional en un tema tan
móvil, la expresa Rogelio Carvajal: "Los libros influyen tan escasamente
en las masas, los compran tan pocos individuos, y los leen todavía
menos, que en realidad no sirven para nada. Y esta forma de pensar, para
la cual no se han necesitado libros, ha dado resultados. Muchos de los
que así creen están al frente de empresas, instituciones
y proyectos. De la religión del éxito se desprende esta falsa
lógica. Imposible no citar a Gabriel Zaid: 'Los suicidas wertherianos,
de no leer al Werther, ¿no se hubieran suicidado? La lectura de
Marx, ¿produjo el 26 de julio en Cuba? La lectura de los evangelios,
¿produjo el bombardeo de Hiroshima? Los sentimientos de culpa de
la gente que escribe son conocidísimos, y en parte explica la obsesión
de poner la pluma al servicio de 'causas útiles', para sentirse
menos inservibles'. Pero 'si pudimos esperar hasta 1966 para tener en español
la Fenomenología del espíritu, sin que se haya caído
el mundo de habla española por falta de Hegel, y si ahora que tenemos
la traducción seguimos sin leerla, y si Castro declara públicamente
que no ha leído más que las primeras páginas de El
capital, ¿de qué estamos hablando al hablar de influencia
de los libros, ya no digamos en las masas?' La influencia de los libros
es lenta y selectiva. No es que cambie la vida de millones de lectores
simultánea y unánimemente. Los best-sellers no cambian
nada en realidad: ¿para qué y por qué tendría
que enterarse todo el mundo de la circunstancia particular de un individuo
o de sus brillantes ideas?
"Al final una adicción, el gusto por la lectura
no cura ningún mal: puntualmente, agrava los que existen. Diría
Lichtenberg: 'Aquello tuvo el efecto que por lo general tienen los buenos
libros. Hizo más tontos a los tontos, más listos a los listos,
y los miles restantes quedaron ilesos'. Variante de la irresponsabilidad,
el optimismo fuera de sí, no puede abundar en la condescendencia
y la hipocresía: somos lo que somos incluso si leemos".