El hombre de mano dura
El triunfo de Alvaro Uribe indica la opción de
los colombianos por la salida de mano dura que el abogado derechista
ofreció para enfrentar a las guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC) y a otros grupos ilegales, en un país sumido
en un conflicto armado de 40 años que se intensificó en la
década pasada.
Este abogado de 49 años, que estudió en
Oxford y en Harvard, debió realizar su campaña electoral
bajo estrictas medidas de seguridad, extremadas después del 14 de
abril, cuando sufrió un atentado dinamitero durante una gira. El
candidato, casado y padre de dos hijos, salió ileso, pero cuatro
personas murieron en el hecho. La violencia política ya había
cobrado la vida de su padre, el ganadero Alvaro Uribe Sierra, asesinado
por las FARC en un fallido intento de secuestro, en 1983. Desde entonces
Uribe endureció su posición ante los insurgentes, ya fuera
como congresista o gobernador, mientras sus detractores lo calificaban
de autoritario y carente de humor. Estos rasgos quedaron reflejados cuando
abandonó una entrevista con un periodista del semanario Newsweek
porque le molestaron preguntas sobre los presuntos vínculos de su
padre con el clan narcotraficante de la familia Ochoa.
Como alcalde de Medellín (1982-86), gobernador
de Antioquia (1995-97) y congresista, Uribe defendió la aplicación
de la fuerza legítima para derrotar a los grupos ilegales. Promovió
la creación de las Cooperativas Convivir, asociaciones de civiles
para apoyar a las fuerzas de seguridad, y que líderes humanitarios
acusaron de ser fuente de violaciones a las garantías básicas,
y de aliadas de los paramilitares.
"Siempre he aplicado la ley de manera transparente", se
defiende Uribe, un hombre que gusta de la disciplina, que no toma alcohol
y chapado a la antigua, que durante su campaña propuso renacer la
idea de las cooperativas, sumando a un millón de colombianos en
una cooperación con las fuerzas militares. AFP