Armando Labra M.
ƑFuimos México? Economistas en congreso
Al principio los presidentes de la República acudían a inaugurar los congresos de economistas. Así era hace 28 años, cuando a Jorge Tamayo, entonces presidente del Colegio Nacional de Economistas, se le ocurrió organizar el primero de esos siempre prestigiados congresos bianuales. La semana pasada se celebró el número 14 en Puebla.
Pasando el tiempo, los presidentes del país solían ir no a inaugurar sino a escuchar las conclusiones de los congresos organizados por el Colegio Nacional de Economistas e, incluso, participaban en el debate de los temas de actualidad. En tiempos más cercanos apenas se abría un espacio en Los Pinos para que los presidentes recibieran de mal modo, en su casa, la relatoría correspondiente.
Ahora estamos como al principio: fue el Presidente a inaugurar, pero sin duda, en una posición mucho mejor que la displicencia arrogante de los dos ex presidentes economistas. Igual que desde el principio, los mandatarios no cambian demasiado sus políticas económicas merced a las recomendaciones de los congresos, pero eso no quita que el gremio de economistas logre al menos, de vez en cuando, ilustrar a la sociedad sobre los grandes problemas nacionales y sus soluciones.
Una vez más el tono, no nada más de sus economistas, sino de una gama variadísima de invitados de alto calibre, tanto políticos como profesionales y sociales, centró la atención en el más grave problema nacional: la desigualdad. No habrá reformas de Estado, ni económicas ni políticas ni de ningún orden si se insiste en sacrificar a la mayoría de la población, si persiste el estancamiento de la economía de los salarios reales y si perdura el abismo entre deseos, dichos y realidades.
ƑCómo ilustrar tal abismo? El caso del gasto en educación, que se ha estancado a precios constantes del año pasado como proporción del PIB (4.4 por ciento en 2001, 4.2 en este año) es preocupante, pero el de la educación superior es más claro: en 1995 representaba 0.8 por ciento del PIB, 0.7 el año pasado y 0.6 en 2002, proporción que podrá decrecer aún más si el Ejecutivo altera la asignación aprobada por los diputados en el presupuesto del presente año. Todos los planes de gobierno hablan de impulsarla, pero a la hora de los presupuestos se abre la brecha entre los sueños, las palabras y los pesos y centavos.
El tema resultaría aburrido si sólo implicara reclamar más recursos para las universidades públicas, que atienden 72 por ciento de los estudiantes del país en ese nivel, realizan 90 por ciento de la investigación científica de México y alojan a una matrícula que se duplica mientras su recursos crecen a la tercera parte.
El asunto clave es que la verdadera prioridad nacional no es la educación, conforme el sueño y la palabra, sino, por lo que la realidad muestra, consiste en pagar la deuda pública sobrecargada por el costo del Fobaproa-IPAB, cancelando con ello toda posibilidad de financiar suficientemente ninguno de los renglones sociales de gasto gubernamental. Después del rubro -decreciente en términos reales- de educación a todos los niveles, el segundo compromiso de gobierno es el servicio de la deuda. Por eso no le alcanza el dinero y acude a recortes del gasto en vez de renegociar la deuda, no digamos la externa, que está en dólares, sino la interna, que es en pesos. Esto, tan lógico, es considerado anatema por la tecnocracia dogmática neoliberal.
Algunas cifras. El manejo de la deuda pública tiende a la sensatez. De representar casi 20 por ciento del gasto público en 1995, ahora oscila en 14.5 por ciento, correspondiendo 4.6 puntos a la deuda externa y 9.9, el doble, a la interna. Eso quiere decir que este año la deuda pública nos cuesta 211 mil millones de pesos, 145 mil para pagar la interna y 66 mil la externa. ƑNo sería más factible renegociar -ojo: no digo cancelar, lo cual si nos ponemos rigurosos quizá sería necesario y hasta legalmente posible en un monto sustantivo- el adeudo interno en pesos antes que recurrir a recortes del gasto en educación, salud, bienestar social?
Nuestros servidores públicos encargados de estas tareas seguramente son capaces de eso y más. Claro que implica trabajo. Implica también claridad. No confundir Estado con mercado, por supuesto. Pero de que pueden, pueden.
Y para terminar, lo haré fusilándome a mí mismo en el trabajo que presenté ante los economistas en su congreso poblano: "ƑQué se requiere? Una auténtica hacienda pública redistributiva que atienda en forma simultánea y plena a los ingresos tanto como a los egresos y a la deuda pública... asumir nuestro compromiso con el desarrollo nacional. El riesgo de no hacerlo es grave, podemos terminar lamentándonos dolorosa, tardíamente de que alguna vez fuimos México".
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