Elisa
García Barragán
El
doctor León-Portilla
Miguel León-Portilla
no ha dejado resquicio sin abordar dentro de la cultura de aquel universo.
Por ello es dable afirmar que, quien quiera y donde quiera que escriba
sobre el mundo náhuatl, es deudor de este Tlamatimine actual.
La palabra
Toltécatl vino a significar en lengua náhuatl lo mismo que
"artista"...
y hay incluso un texto
en el cual, en forma general, se describe la figura del artista,
refiriéndose
precisamente a él como un toltécatl...
Miguel León-Portilla
Pretender
abarcar la vastísima bibliografía de este historiador es
una tarea que incuestionablemente rebasa a los más asiduos estudiosos
del México antiguo, ya que Miguel León-Portilla no ha dejado
resquicio sin abordar dentro de la cultura de aquel universo. Por ello
es dable afirmar que, quien quiera y donde quiera que escriba sobre el
mundo náhuatl, es deudor de este Tlamatimine actual. Autor
clásico que, como tal, siempre se está formando y que no
deja de ahondar en el universo amplio y undívago de la filosofía
y la cultura náhuatl, la Toltecayótl, es decir, el
conjunto de las artes y los ideales de los toltecas. Sin embargo es posible,
dentro de los territorios escriturales de este historiador, acceder a textos
esenciales en las varias disciplinas en las que ha profundizado. Escritos
provenientes del sabio análisis que ha logrado mediante una amplia
documentación originaria de aquellas cosmogonías. Así,
Miguel León-Portilla, gracias a su alma ágil, móvil,
ávida, a la facilidad de aproximación que le da el conocimiento
de las lenguas de tan pretéritos pueblos, y a una especie de convivencia
espiritual que singularmente ha establecido con esas épocas, ha
escuchado las voces, las risas y los llantos de quienes en un profundo
saber fueron autores de grandiosas arquitecturas, elocuentes pinturas y
toda suerte de esculturas. Creadores de un simbolismo que bien pudiera
parecer lejano e inalcanzable, y que hoy se torna de algún modo
comprensible mediante el devoto quehacer de quien ha querido desentrañarlo
todo, para devolverlo en estudios en los que se advierte la sencillez,
la dificilísima sencillez que es una cuestión de genio y
de método.
Dentro de ese afán de poner aquel
pasado al alcance del estudioso de ahora, de aproximarnos a aquella conciencia
englobadora de conceptos y modos de existir de los nahuas, ocupa un sitio
primordial La filosofía náhuatl, libro meridiano que
se ha traducido a varios idiomas. Fuente que por su alcance y profundidad,
al lado de otros estudios de envergadura, tales como El arte precolombino
de México y de la América Central de Salvador Toscano,
así como Coatlicue. Estética del arte indígena
de México, de Justino Fernández, permite la aproximación
a la esencia de aquellas sensibilidades.
De ahí que resulte oportuno recordar
brevemente ciertos fragmentos referidos a una estética, que en algunos
de sus aspectos se manifiesta actual. Esos principios que Miguel León-Portilla
recoge en La filosofía náhuatl, primordialmente, y
en Siete ensayos de cultura náhuatl, en los que el escritor
selecciona de aquella antigua historia oral, los textos que podríamos
designar como una declaración de los deberes de los artistas. Y
en cuanto al arte, la revelación del mismo a través de los
pasos de esos grupos, que de nómadas lograron alcanzar una madurez
cultural notable.
A
Miguel León-Portilla para esas ediciones le prestan autoridad y
le aconsejan con sus caudales de información los indígenas
cuestionados por Sahagún, y gracias a ello, él nos devuelve
aquella dimensión histórica, lírica, que le es entrañablemente
honda y humana para explicarnos lo que ahora resulta un lugar común,
y que sorprende venturosamente, pues para el México Antiguo también
el arte fue meditación, recogimiento y sinceridad, y de igual manera
sus artistas fueron seres predestinados, aún más, se plegaron
a normas y aproximaciones a su quehacer, a las que debían atender:
Toltécatl:
el artista, discípulo, abundante,
múltiple, inquieto.
El verdadero artista:
capaz, se adiestra,
es hábil;
dialoga con su corazón,
encuentra las
cosas con su mente.
El verdadero artista todo
lo saca
de su corazón;
obra con deleite, hace
las cosas con calma,
con tiento,
obra como tolteca, compone
cosas, obra
hábilmente,
crea;
arregla las cosas, las
hace atildadas,
hace que se ajusten.
Por lo que hace a la predestinación,
se afirma:
El que nacía
en esas fechas (Ce Xóchitl: Uno
flor...),
fuese noble puro o plebeyo,
llegaba a ser amante
del canto, divertidor,
comediante, artista.
Tomaba esto en cuenta,
merecía
su bienestar y su dicha,
vivía alegremente,
estaba contento.
en tanto que tomaba en
cuenta su destino,
o sea, en tanto que se
amonestaba a sí
mismo, y se hacía
digno de ello.
Indicaciones y augurios que Miguel León-Portilla
resume al decir: "que para los sabios nahuas la única manera de
decir palabras verdaderas en la Tierra era encontrando la flor y el canto
de las cosas, o sea el simbolismo que se expresa por el arte".
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