La Jornada Semanal,  26 de mayo del 2002                         núm. 377
Elisa García Barragán

El doctor León-Portilla

Miguel León-Portilla no ha dejado resquicio sin abordar dentro de la cultura de aquel universo. Por ello es dable afirmar que, quien quiera y donde quiera que escriba sobre el mundo náhuatl, es deudor de este Tlamatimine actual. 

La palabra Toltécatl vino a significar en lengua náhuatl lo mismo que "artista"... 
y hay incluso un texto en el cual, en forma general, se describe la figura del artista,
refiriéndose precisamente a él como un toltécatl...
Miguel León-Portilla

Pretender abarcar la vastísima bibliografía de este historiador es una tarea que incuestionablemente rebasa a los más asiduos estudiosos del México antiguo, ya que Miguel León-Portilla no ha dejado resquicio sin abordar dentro de la cultura de aquel universo. Por ello es dable afirmar que, quien quiera y donde quiera que escriba sobre el mundo náhuatl, es deudor de este Tlamatimine actual. Autor clásico que, como tal, siempre se está formando y que no deja de ahondar en el universo amplio y undívago de la filosofía y la cultura náhuatl, la Toltecayótl, es decir, el conjunto de las artes y los ideales de los toltecas. Sin embargo es posible, dentro de los territorios escriturales de este historiador, acceder a textos esenciales en las varias disciplinas en las que ha profundizado. Escritos provenientes del sabio análisis que ha logrado mediante una amplia documentación originaria de aquellas cosmogonías. Así, Miguel León-Portilla, gracias a su alma ágil, móvil, ávida, a la facilidad de aproximación que le da el conocimiento de las lenguas de tan pretéritos pueblos, y a una especie de convivencia espiritual que singularmente ha establecido con esas épocas, ha escuchado las voces, las risas y los llantos de quienes en un profundo saber fueron autores de grandiosas arquitecturas, elocuentes pinturas y toda suerte de esculturas. Creadores de un simbolismo que bien pudiera parecer lejano e inalcanzable, y que hoy se torna de algún modo comprensible mediante el devoto quehacer de quien ha querido desentrañarlo todo, para devolverlo en estudios en los que se advierte la sencillez, la dificilísima sencillez que es una cuestión de genio y de método.

Dentro de ese afán de poner aquel pasado al alcance del estudioso de ahora, de aproximarnos a aquella conciencia englobadora de conceptos y modos de existir de los nahuas, ocupa un sitio primordial La filosofía náhuatl, libro meridiano que se ha traducido a varios idiomas. Fuente que por su alcance y profundidad, al lado de otros estudios de envergadura, tales como El arte precolombino de México y de la América Central de Salvador Toscano, así como Coatlicue. Estética del arte indígena de México, de Justino Fernández, permite la aproximación a la esencia de aquellas sensibilidades.

De ahí que resulte oportuno recordar brevemente ciertos fragmentos referidos a una estética, que en algunos de sus aspectos se manifiesta actual. Esos principios que Miguel León-Portilla recoge en La filosofía náhuatl, primordialmente, y en Siete ensayos de cultura náhuatl, en los que el escritor selecciona de aquella antigua historia oral, los textos que podríamos designar como una declaración de los deberes de los artistas. Y en cuanto al arte, la revelación del mismo a través de los pasos de esos grupos, que de nómadas lograron alcanzar una madurez cultural notable.

A Miguel León-Portilla para esas ediciones le prestan autoridad y le aconsejan con sus caudales de información los indígenas cuestionados por Sahagún, y gracias a ello, él nos devuelve aquella dimensión histórica, lírica, que le es entrañablemente honda y humana para explicarnos lo que ahora resulta un lugar común, y que sorprende venturosamente, pues para el México Antiguo también el arte fue meditación, recogimiento y sinceridad, y de igual manera sus artistas fueron seres predestinados, aún más, se plegaron a normas y aproximaciones a su quehacer, a las que debían atender:

Toltécatl: el artista, discípulo, abundante,
múltiple, inquieto.
El verdadero artista: capaz, se adiestra, 
  es hábil;
dialoga con su corazón, encuentra las 
  cosas con su mente.

El verdadero artista todo lo saca 
  de su corazón;
obra con deleite, hace las cosas con calma, 
  con tiento,
obra como tolteca, compone cosas, obra
  hábilmente, crea;
arregla las cosas, las hace atildadas, 
  hace que se ajusten.

Por lo que hace a la predestinación, se afirma:
El que nacía en esas fechas (Ce Xóchitl: Uno
flor...),
fuese noble puro o plebeyo,
llegaba a ser amante del canto, divertidor,
comediante, artista.
Tomaba esto en cuenta, merecía 
su bienestar y su dicha,
vivía alegremente, estaba contento.
en tanto que tomaba en cuenta su destino,
o sea, en tanto que se amonestaba a sí 
mismo, y se hacía digno de ello.
Indicaciones y augurios que Miguel León-Portilla resume al decir: "que para los sabios nahuas la única manera de decir palabras verdaderas en la Tierra era encontrando ‘la flor y el canto de las cosas’, o sea el simbolismo que se expresa por el arte".