Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 26 de mayo de 2002
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Política

Alberga ex Palacio de Lecumberri expedientes de juicios a personajes de la historia

Documentadas, atrocidades de la Inquisición

El Archivo General de la Nación resguarda confesiones del asesino de Alvaro Obregón

ALONSO URRUTIA

ƑHabrán sido los trastornos mentales con posible origen sexual de José de León Toral los que motivaron en el fondo el asesinato de Alvaro Obregón, como lo sugerían en un principio los investigadores del magnicidio? ƑQué tanto peso tuvieron en la sentencia a Miguel Hidalgo sus dudas sobre la virgnidad de María Santísima o su creencia de que santa Teresa veía alucinaciones producto de sus azotes, como se lo achacaba el Santo Oficio? ƑRealmente José María Morelos fue tan perverso, lascivo, libertino.... y las decenas de adjetivos más que le endilgaron los inquisidores para condenarlo?

Un vistazo a los textos originales de los juicios a personajes de la historia, radicados en el Archivo General de la Nación (AGN), puede desatar una larga cadena de preguntas. Gruesos volúmenes recogen los alegatos y forman parte del patrimonio histórico acumulado en el antiguo Palacio de Lecumberri.

Quizá uno de los juicios más antiguos que se tenga documentado en el AGN sea el que la Santa Inquisición realizó hace 413 años en contra de la familia Carvajal, acusada de degeneración doctrinaria. Y es que seis años después de que don Luis de Carvajal llegara de Europa, designado por el rey de España como nuevo gobernador de León, le fueron descubiertas prácticas imperdonables.

El pecado de la familia: comportarse como fieles católicos en la vida pública y profesar la ley de Moisés en privado.

Es un proceso famoso entre los estudiosos de la Inquisición, cuya intensidad puede desprenderse de los testimonios del año 1589, aún legibles en el volumen 1487 que se conserva en el Palacio de Lecumberri, sede del AGN.

Hasta el límite

Doña Isabel de Carvajal, mujer de 30 años y hermana de don Luis, fue de las primeras en padecer infortunios por Santo Oficio, y aunque resistió hasta el límite los tormentos para no involucrarlos en semejante afrenta, no pudo mantener el secreto y mediante la tortura delató las actividades judaizantes de su familia.

La confesión de su herejía no bastó. Desnuda, "mostrando sus carnes" -según la narración que recoge sus súplicas para que no afrentaran así su honestidad de mujer- fue enviada nuevamente a la cámara de tormento, "amonestada de decir la verdad y con apercibimiento de que si en dicho tormento muriere o fuese lisiada, o de él se siguiere efusión de sangre o mutilación de miembro sea su culpa y cargo y no la nuestra, por no haber querido confesar enteramente la verdad".

Paso a paso se describen los sufrimientos, sus alaridos y sus súplicas para rogar que mejor le dieran muerte para ya no padecer el inmenso dolor: "y dio muchos gritos, šque se muere! Y que le den la muerte junta porque la descoyuntan del todo, que no lo puede sufrir y si mas supiera lo dijera", según recoge el escribano del juicio.

Sin embargo, no paró la tortura. "Y habiéndosele dado las cinco vueltas de cordel a los brazos, se le envió al potro, donde dijo: no tengo que decir sino testimonios, y esos no quiera Dios que los diga; sea él bendito que aquí me tratan con tanta crueldad, no sé qué decir, sino que triste nací del vientre de mi madre. Vuelta a tender en el potro y mandada ligar brazos, muslos y espinillas y que se le pongan los garrotes y prosiga el tormento, la susodicha se volvió a levantar..."

Fue el principio del fin para la familia. La ira que provocó en la Santa Inquisición la fe judía de los Carvajal los condujo finalmente a la hoguera.

Sus bienes, como los de todos aquellos condenados por el Santo Oficio, pasaban a manos del Real Fisco de la Inquisición, una fuente importante para sus finanzas.

Aún bajo el yugo del Santo Oficio fue el juicio de Miguel Hidalgo -cuyos documentos originales pueden consultarse en el AGN-, uno de los que destacan ya que se trataba de un reo de alta traición, para quien cualquier tipo de muerte no castigaría lo suficiente a un hombre "atrocísimo", como no había otro igual en la Nueva España:

"ƑCuál (muerte) será capaz de acallar los gritos lastimosos de un reino ofendido con tanto número de execrables delitos? ƑLa vindicta pública quedará satisfecha con la simple muerte de tan monstruoso reo? Me parece que aun no sería bastante destrozar su cuerpo a la cola de cuatro brutos, sacarle el corazón por las espaldas o aplicarle otro cruel género de muerte de los conocidos, aunque desusados."

Y es que el cura rebelde fue más allá de la perfidia hacia el virrey, pues incluso llegó a poner en entredicho las verdades de Dios.

Tan graves como las 400 muertes que se le adjudicaban, fueron sus dudas sobre la virginidad de María Santísima, a quien confundió con mujeres corrompidas.acta_s25s1 Tampoco le perdonaron las suspicacias sobre santa Teresa, a la que el presbítero atribuía ver visiones producto de los ayunos y azotes que se propinaba.

Este cura "sanguinario y cruel" dio otras muestras de su sacrilegio: "el desgraciado reo explica el mecanismo de la naturaleza como filósofo para asegurar, como aseguró, que la fornicación no es un pecado, ni los tactos impuros..."

Y hasta las suspicacias de Hidalgo sobre el Nuevo Testamento hicieron pensar al Santo Oficio de su conversión al judaísmo, cosa ya no investigada para no perder más tiempo con ese hombre, convencidos de que "estaba poseído por el frenesí."

Todos estas tentaciones no tendrían más fin que la excomunión y su condena a ser pasado por las armas.

Asimismo, existen documentos acerca de los delitos imputados al Siervo de la Nación, José María Morelos, que no van a la zaga de los que se acusaba a Hidalgo: hereje formal, apóstata de nuestra sagrada religión, materialista, deísta, libertino, sedicioso, reo de lesa majestad divina y humana, enemigo implacable del cristianismo y del Estado, seductor, protervo, hipócrita, astuto, traidor al rey y a la patria, lascivo, pertinaz, contumaz y rebelde al Santo Oficio".

Todo eso y más fue para los inquisidores el genio militar y político de la Independencia, cuya causa íntegra se encuentra en el volumen 588 del AGN, un grueso legajo que describe a detalle el juicio que concluyó con su fusilamiento, luego que se descartó la remotísima posibilidad de que se le perdonara la vida para enviarlo a Africa y condenarlo a que ahí rezara todos los salmos penitenciales y el rosario por el resto de sus días.

Y es que don José Antonio Tirado y Prieto -responsable de la acusación criminal contra Morelos- jamás entendió las razones por las que un hombre bautizado y confirmado en la fe católica pregonara ideas "abominables e impuras" venidas de Hobbes, Voltaire y Lutero, llegadas de Europa.

De aquellas tierras vendría Maximiliano de Habsburgo a encabezar el segundo Imperio. Su juicio íntegro, como los de "sus llamados generales", Miguel Miramón y Tomás Mejía, o las imputaciones que les hiciera a nombre de la República Mariano Escobedo, forman parte de los procesos históricos documentados en el AGN.

Así también, la caja seis del ex fondo reservado de Gobernación del AGN alberga las diligencias del primer magnidicio del México posrevolucionario: el asesinato del general Alvaro Obregón.

Las confesiones de José de León Toral sobre la planeación del homicidio, sus frustrados intentos hasta aquel 28 de julio de 1928, cuando lo consumó en el restaurante La Bombilla, minutos después de haber ingerido medio litro de cerveza y haber entrado en el migitorio para acomodarse la pistola antes de salir al encuentro fatal con el general.

No sólo esa parte conocida de la historia se detalla de la propia confesión, sino también otros detalles del juicio, como el instructivo que siguieron los peritos para dilucidar si lo mató por un mero acto criminal o había tras de sí una intención megalómana e incluso si en el fondo la causa fue un trastorno ocasionado por sus prácticas sexuales.

Y es que la orden girada por Miguel Collado instruye a los peritos a desentrañar cualquier indicio de arteriosclerosis cerebral, como también indagar si León Toral era aquejado por un delirio mítico o padecía trastornos "meninge-encefalíticos crónicos agudos", que pudieran tener un origen sifilítico.

Para ello era menester preguntarle a quien ha pasado a la historia como un fanático religioso, sobre sus amores pasados y si alguno de ellos le contagió alguna enfermedad venérea, estableciendo su duración y tratamiento para descartar hipótesis de que el asesinato pudiera tener origen en trastornos cerebrales consecuencia de su vida sexual.

Había que preguntarle también -según se recoge en el obsesivo interrogatorio sobre sus posibles trastornos mentales- si estaba triste, si se sentía infeliz o si pensaba quitarse la vida, así como cuestionarlo sobre sus dogmas religiosos.

Todo ello para que los peritos pudieran determinar si, a su juicio, hay duda fundada de que José de León Toral padecía trastornos mentales a la hora de ejecutar al general Obregón.

Ahí quedan esas interrogantes poco conocidas en esa nuestra historia oficial.

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