viernes 24 de mayo de
2002 |
Entrepanes La equidad de géneros n Alejandra Fonseca |
La tía es brava.
Cuando viene de Estados Unidos a ver a sus hermanas, sea
a Veracruz, Puebla o el Defe, llega y pone en su lugar a
todos y cada uno de quienes se cruzan en su camino. Sus
pláticas las inicia con el: "¿Y a ti cómo te ha
ido, hermana?", y la hermana en turno le platica sus
alegrías y pesares. Ella tiene 78 años, es viuda y
jubilada, está entera, con el detalle que un jijodeputa
que manejaba un camión de pasajeros la atropelló hace
un año y quedó un poco lastimada de su pierna, por lo
que camina despacio. De la familia fueron 11 hermanos, ocho mujeres y tres hombres. Han fallecido dos hombres, una mujer y ambos padres. La tía, siempre que viene a Puebla, no falla en visitar el panteón y tampoco falla en llorar la falta de sus viejos. Con ojos llenos de lágrimas y voz dolorosamente entrecortada, al salir del municipal nada más repite: "¡Ay, hija, cuánto los extraño!" Para luego con coraje decir: "¡Estos cabrones usan la tumba de mi madre como muladar! ¡Ya me fui a quejar a la administración que si no tienen un lugar para echar la basura! Si pagué 3 mil 300 dólares para que mi madre tuviera su tumba con su lápida bien bonita, y ya ves, hija, cuando vengo, nada más llego a hacer corajes con estos pendejos que no respetan ni a la muerte!" Sus hermanas y sobrinas se quejan de su vocabulario: "Es que te pasas, tía, la gente no está acostumbrada a esas palabras", a lo que ella, sabiamente, responde: "¡Pus que se tapen los oídos! Aquí todo es como las llamadas a misa: ¡A chingar a su madre al que no le parezca!" En el Defe visitó a otra de sus hermanas, una de las menoras. "Pero es muy pendeja, hija -dice con pesar-, porque se deja mangonear por el puto de su hijo. ¿Sabes que el Pepe le vendió su casa y se clavó la lana? Y tiene un restaurant que puso en sociedad con otro puto con el que vive, donde a mi hermana, ¡que es la madre de uno de los socios!, la tratan como mucama. Y la madre del otro puto, nada más está sentadita recibiendo el dinero, ¡la muy güevona! Y todos agarran dinero menos la mensa de mi hermana, que es la que más trabaja. ¡Pero ella tiene la culpa por ser pendeja! "¡Fíjate nada más! -comentaba-. La otra vez estábamos en el restaurant haciendo las salsas, ya sabes que mi hermana guisa muy rico. Y me levanté y dije: 'Con el respeto de la mesa, voy a desaguarÕ, y me fui al baño. El Pepe como anda en lo de su trabajo, no va al restaurant, pero el otro puto ese día estaba ahí y que le ordena a mi hermana: '¡Traiga las salsas a las mesas!Õ, y ni él, ni los meseros, ni la güevona de su madre, ni nadie trabaja, sólo mi hermana. Y que lo oigo al salir del baño, y viendo la situación, hija, de la bola de guevones mirones putos, machos y la vieja pendeja, que me sale la equidad de géneros y que le respondo al hijo de su puta madre: '¡¡¡No!!! ¡Vámonos chingando todos parejitos!Õ" |