Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 23 de mayo de 2002
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Mundo

Angel Guerra Cabrera

Cuba ante Bush

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, dedicó el pasado 20 de mayo a celebrar el centenario de lo que él llama la independencia de Cuba. En rigor lo que festejaron él y sus acompañantes fue la instauración en 1902 del protectorado yanqui en la isla. En sendas ceremonias celebradas en Washington y en Miami, el inquilino de la Casa Blanca habló a una regocijada audiencia de contrarrevolucionarios de origen cubano, entre ellos miembros prominentes de su gobierno, legisladores por Florida y connotados terroristas, alguno de los cuales llegó a exclamar eufórico que ellos habrían escrito "igual" las palabras leídas. Y no era para menos. Según Bush, la república cubana fue "secuestrada" hace más de cuatro décadas. Obvia referencia al aluvión de pueblo que acompañando a Fidel Castro y al ejército rebelde desalojó del poder en 1959 a los latifundistas, los burgueses y los politiqueros y en poco tiempo puso fin al dominio yanqui en la isla; el que más tarde inició la construcción del socialismo, dio su mano solidaria a las luchas de liberación del tercer mundo y actualmente envía cientos de médicos y colaboradores civiles a zonas apartadas de América Latina y Africa; el que hasta hoy ha construido y defendido la independencia, la justicia social y la auténtica democracia en Cuba.

Abrumado por la ola de reparos al ocultamiento de los informes de inteligencia que alertaron desde meses antes del 11 de septiembre sobre la amenaza de atentados terroristas contra su país, en ninguna parte podía haberse sentido Bush tan reconocido y apapachado como en Miami. Para cerrar con broche de oro su estancia, los contrarrevolucionarios le obsequiaron con un banquete de 25 mil dólares el cubierto, destinados a la campaña de su hermano Jeb para relegirse gobernador de Florida. Se ha hablado mucho en la prensa estadunidense de la motivación electorera de las palabras de Bush ante un grupo que fue decisivo para subirlo a la poltrona presidencial pese a haber obtenido menos sufragios que su contrincante y a que hasta hoy una mayoría de analistas opine que fue Al Gore quien ganó los codiciados 22 votos electorales de Florida. En efecto, la influencia electoral de la extrema derecha cubana en ese estado y, sobre todo, los mafiosos procedimientos con que en 2000 impidió o hizo anular allí el sufragio de miles de afroestadunidenses podrían servir este año para que Jeb obtenga un segundo mandato y eventualmente ayudar en 2004 a la relección del propio presidente. Pero sería ingenuo y reduccionista circunscribir a un interés meramente electoral el objetivo expresado el 20 de mayo por Bush de desmantelar el sistema social de Cuba, que eso es lo que quieren decir los cínicos condicionamientos para que haga reformas "democráticas" y de "libre" mercado si desea que Washington, "entonces y sólo entonces", inicie un cambio en su política hacia la isla. Porque Cuba es el obstáculo mayor que se erige hoy ante los planes de hegemonía mundial de la ultraderecha fundamentalista que de forma espuria se adueñó del poder en Estados Unidos en 2000. Lo que no se le perdona a la isla es su capacidad para continuar resistiendo con éxito la hostilidad estadunidense después de la caída del muro de Berlín y que se haya negado tozudamente a aplicar las recetas neoliberales aceptadas en el resto del mundo. Peor aún, que en tan difíciles circunstancias haya perfeccionado y hecho avanzar su experiencia social alternativa. Allí están sus logros singulares en la educación, la salud pública, la cultura, la creación artística, el deporte y una economía que desde hace años es la única que crece sostenidamente en América Latina, todo lo cual ha permitido continuar forjando un ser humano solidario, universal y no alienado por la propiedad privada, que sin dejar de sentirse cubano se considera a la vez ciudadano del mundo. El principal pecado de Cuba es el desafío para los planes de Bush y su grupo que entraña la enorme fuerza moral de su ejemplo.

Ello explica la obstinación en inventar pretextos para recrudecer el bloqueo, fomentar la subversión y eventualmente lanzar una agresión directa contra la isla, aunque esta actitud sea contraria a la de la inmensa mayoría de las naciones y a la de la opinión pública y el Congreso estadunidenses. Incluso contraria, como revelan las encuestas, a la de un creciente sector de cubanos en Miami.

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