viernes 17 de mayo de
2002 |
CINE Tras la muestra, Otelo juega basketbol n Alfredo Naime Padua |
La semana anterior
ofrecí en este espacio un panorama, breve, de cuatro de
las películas que nos aportó la XXXIX Muestra
Internacional de Cine. A fin de dar colofón a dicha
revisión, amplío la mirada para comentar cuatro más.
Así, tan sólo quedarán sin referencia dos cintas: La
fiebre del loco y Días perros, que no tuve oportunidad
de ver. En fin, concluyó la Muestra y aquí ofrezco el
juicio de las cuatro cintas complementarias... *Otilia Rauda. Imposible hacer una valoración justa de la película de Dana Rotberg, porque se afirma que la versión original fue reducida en casi una hora por los productores a fin de facilitar su distribución. Así pues, no podemos saber con precisión por qué no funciona esta cinta sobre una sensual mujer desfigurada, en el México cristero: ¿por deficiencias íntimas, o por la mutilación despiadada de que fue objeto? La versión ofrecida al público resulta muy desafortunada: sus diálogos son débiles, reumático su ritmo, y lamentablemente plana su historia. Pero reitero: ¿qué obra artística resiste que le arranquen una tercera parte? El film procede -al menos en su intención original- de una adaptación libre de la novela homónima de Sergio Galindo. *Cuento de hadas para dormir cocodrilos. A partir del insomnio de su personaje nuclear, el director Ignacio Ortiz Cruz desdobla el relato de una maldición familiar con varias generaciones de Caínes despachando a su respectivo Abel. Film alegórico, ambicioso, a ratos confuso, que se enmarca en varios momentos de la historia nacional, sin aprovecharlos dramáticamente. Para nada el cuento de hadas al que alude su título. Por desgracia, que la película esté bien filmada no se traduce -ni mucho menos- en que el espectador se enganche o se interese a fondo. Aun así, no se trata de una obra descartable. *Bicho de siete cabezas. En el Brasil paulista de hoy, un padre le encuentra un cigarro de mariguana a su hijo y -más irritado que preocupado- lo confina con engaños en una institución psiquiátrica. El resultado es devastador y las consecuencias totalmente contrarias a su intención de que "reciba ayuda". Mezcladas en dosis similares, la intolerancia, la corrupción, el desamparo y la ignorancia dan para una fórmula harto destructiva. El primer largometraje de Laís Bodanzki es una indignada mirada a los manicomios de ese Brasil eternamente polarizado entre la modernidad glamorosa de su vertiente turística y la inoperancia y miseria ofensiva de sus servicios públicos. Un film de denuncia que a pesar de su poca contención, y de un sensacionalismo de trazos gruesos, resulta efectivo pero también ingrato. *El amor en tiempos de odio. Durante la ocupación nazi -arriesgando su propia seguridad en favor de la fraternidad solidariaÑ un matrimonio checo esconde en su hogar a un joven judío que se ha fugado del campo de concentración. El film de Jan Hrebejk, detrás de la apariencia de "menor" que le da su tono tragicómico, es un hermoso acercamiento al corazón humano, que en tiempos oscuros debe convencer (e inflamar) a la razón cautelosa. Resulta notable que, sin diluirse el sentimiento de opresión y drama, la película consiga tanto humor y tanta dulzura. Un gran cierre para la Muestra. Por otra parte, quizá usted quiera asomarse a O, modernización de la célebre Otelo, la tragedia en cinco actos de Shakespeare. Su director, Tim Blake Nelson, la ubica en un high school gringo, a partir de las envidias y celos generados desde el equipo de basketbol. El personaje de Odin (Mekhi Phifer) sustituye a Otelo; el de Desi (Julia Stiles) a Desdémona, y el de Hugo (Josh Hartnett) a Yago. Es rotunda la traspolación espaciotemporal y sumamente distintos los marcos situacionales, pero O mantiene su anécdota apegada a lo escrito por Shakespeare hace 400 años. Y es que la premisa de partida sigue igual de vigente: perros celos, son bien canijos. Ahí está; usted decide. |