La noche detenida,
premio Ciudad de Torrevieja
El horror vende, sobre todo en la tv, dice Javier Reverte
La Europa de las libertades, incapaz
de evitar lo sucedido en la ex Yuguslavia, lamenta el narrador
CESAR GÜEMES
Con la certeza de que el siglo XX terminó de forma
trágica y con la esperanza laica de que el ser humano puede, aun
en las situaciones más adversas crearse un espacio de dignidad,
Javier Reverte emprendió la escritura de La noche detenida,
que obtuvo el Premio Ciudad de Torrevieja y que llega a México bajo
el sello de Plaza & Janés. Autor de libros de viaje como Vagabundo
en Africa y Corazón de Ulises, la trayectoria literaria
de Reverte se encuentra en novelas a caballo entre la realidad y la ficción:
Trilogía de Centroamérica, Todos los sueños del
mundo y Muerte a destiempo son ejemplos de ello.
Para
los periodistas es claro el interés que ofrecía el territorio
un día llamado Yugoslavia, pero no era tan cristalino para los escritores.
Sin embargo, Javier Reverte en tanto autor de ficción, apunta que
"es un conflicto que nos ha afectado a todos, no sólo es de carácter
periodístico o histórico sino intelectual. Al término
de la Segunda Guerra Mundial se dijo la frase aquella de nunca más
el genocidio, nunca más el holocausto. Pero en el corazón
de Europa a partir de 1989 se produjo el 'otra vez'. De nuevo vino el exterminio,
el genocidio, el éxodo masivo de poblaciones enteras por causa de
un nacionalismo radical. Eso nos hizo sentir que el siglo XX terminaba
con un gran fracaso sobre todo humano. Eso tenía que afectar por
fuerza a los creadores, no sólo a quienes viven, vivimos, de hacer
noticias. Así que desde cualquier punto de vista que se quiera,
el final del siglo pasado fue terrible para los derechos humanos, para
la paz; la propia Europa de las libertades no fue capaz de evitar todo
aquello que ocurrió en la ex Yugoslavia. En la medida en que el
acontecimiento pude verse desde la mira intelectual, es un territorio creativo".
-De tus novelas ésta es una de las que más
dosis tiene de autobiografía.
-Relativamente. Aprendí a recabar datos históricos
y políticos para mi obra literaria cuando vine en tres largos viajes
a Guatemala, Nicaragua y El Salvador para escribir la Trilogía
de Centroamérica. En esas obras no hay nada propiamente mío,
porque me dediqué a buscar detalles humanos, desde la forma de vida
hasta el tipo de modismos que empleaban en el castellano. En cuanto a Sarajevo,
las cosas fueron distintas: fui allá como periodista en 1992 a escribir
sobre Bosnia. Las vivencias que tuve ahí en principio no eran un
material literario para nada. Hice mucha crónica y reportaje. Pero
me di cuenta de que todo lo vivido en Sarajevo no era posible contarlo
sólo con las herramientas del periodista. Para La noche detenida
imaginé una ficción en la cual los personajes no son reales,
pero reflejan, espero, a muchas de las personas que conocí y las
hondas experiencias que allá me acontecieron. Habrá de autobiográfico
desde luego la peripecia que pasé para entrar y salir de Sarajevo
entre los controles armados, serbios y bosnios; y desde luego la vida al
trote en la ciudad, huyendo de los francotiradores. Lo autobiográfico
llega hasta ahí; los sentimientos del protagonista le pertenecen
casi por entero.
-Aunque también es un escritor que ha sido reportero,
como tú mismo.
-Es un periodista que quiere hacer novela, aunque le va
muy mal en ambos caminos. En eso somos distintos, a mí me ha ido
muy bien en los dos oficios. El protagonista de La noche detenida
es amargado, tiene una vida difícil en todo lo atroz que es la guerra,
pero encuentra el amor en el personaje de Alma. Quise reflejar en ese terreno,
sobre todo, el hecho de que los seres humanos pueden quererse aun en las
situaciones más atroces, como la guerra, que es infame. Incluso
en ella se puede construir un espacio de dignidad. Eso lo he visto en Centroamérica,
en Sarajevo y en muchos sitios más. Lo mejor que tenemos los seres
humanos es la capacidad de rescatar un espacio de nobleza dentro de los
espacios de dolor e indignidad.
-En efecto, hay una diferencia entre la mirada del reportero
de guerra y la del narrador: uno expone casos extremos y el otro el revés
de esa trama.
-El horror vende, particularmente vende muy bien en las
cadenas de televisión. Es una realidad que no fue inventada por
los periodistas de guerra. Me tocó ver de todo, desde el que va
haciéndose el héroe o el que casi se revuelca en la sangre
para hacer crónicas amarillistas, hasta los tipos que son muy nobles
y los escépticos, que ya no saben trabajar en otra fuente que no
sean los conflictos bélicos, porque los ha atrapado el morbo del
abismo y el resto de los hechos les parecen intrascendentes.
-¿Cuáles son tus abismos ahora que vendes
un primer tiraje de tu más reciente novela con 100 mil ejemplares?
-Son los mismos que he visto toda la vida. El hecho de
que te lean o que ganes premios ayuda a conseguir lo que todo escritor
pretende, aunque diga lo contrario: tener muchos lectores. Mis abismos
son la soledad, cuando aparece; la muerte, cuando lo rodea a uno y la indefensión
ante el hecho de que tarde o temprano desapareceremos de la faz de la tierra.
Eso está en mis libros, pero también el alma y la condición
humanas. El espacio de dignidad de que hablaba es el que empleamos para
levantarnos desde los abismos