Angeles González Gamio
Otra vez Jesús María
En ocasiones anteriores hemos comentado con gran pena el abandono en que se encuentra el antiguo claustro del viejo convento de Jesús María, situado en la esquina de la calle que lleva su nombre y Corregidora, a unos pasos de Palacio Nacional. Es propiedad del Gobierno del Distrito Federal, que lo recibió del Instituto Nacional de Antropología e Historia, por un intercambio de predios. Ahora que se habla del rescate del Centro Histórico, con la participación de la iniciativa privada, particularmente del empresario Carlos Slim, es buena ocasión para volver a tocar el tema, a ver si ahora si se apiadan de la noble construcción. Por lo pronto, recordemos su historia.
El primer convento de monjas que se fundó en México fue el de las concepcionistas, cuya iglesia aún existe en la calle Belisario Domínguez; de él salieron religiosas para fundar muchos de los otros conventos, uno de ellos fue el de Jesús, que nació por la iniciativa de Gregorio Pesquera, acaudalado individuo, cuyo propósito fue fundar un convento para descendientes de conquistadores, que pudieran casarse sin otorgar dote. Generosamente ofreció 4 mil pesos para que se iniciara la obra; con este capital y lo que se recabó de limosnas y donaciones, en 1578 se estableció en una casa cercana a la parroquia de la Santa Veracruz, a un costado de la Alameda.
El arzobispo Moya de Contreras obtuvo la anuencia del Papa y la orden de que se hicieran cargo las concepcionistas, quienes de inmediato instalaron unas monjas en su nueva morada y al poco tiempo se quejaron de que el lugar era húmedo y estaba a las afueras de la traza de la ciudad, por lo que pedían autorización para comprar unas casas en la esquina de la Acequia Real; poco a poco fueron adquiriendo las de los alrededores, hasta que llegaron a poseer prácticamente toda la manzana, en donde edificaron un convento y un templo adyacente.
El rey Felipe II apoyó enormemente el proyecto e incluso les concedió "especiales gracias y privilegios"; la razón era que allí colocaron a una hija natural suya, quien llegó a México a los dos años de edad con el arzobispo Moya de Contreras. En ese sitio permaneció hasta su muerte por demencia, siendo una adolescente.
A pesar de ello, los inicios no fueron fáciles, pues la ambiciosa construcción proyectada debió suspenderse por falta de fondos. Las tenaces monjas estaban en la labor de conseguirlos cuando, en 1611, las obras realizadas se vinieron abajo a consecuencia de un temblor. Sin desanimarse, consiguieron que Felipe III les diera una cuantiosa suma y encargara al arquitecto Alonso Martín López la reconstrucción. Finalmente en 1621 el templo fue abierto al culto, ya decorado con bellos retablos barrocos, el del altar mayor con pinturas de Luis Juárez. Esta maravilla fue sustituida en el siglo XIX por uno de estilo neoclásico, obra de Manuel Velázquez, director de arquitectura de la Academia de San Carlos.
En ese mismo siglo se reformó la fachada de la calle, ya llamada Jesús, nombre que conserva a la fecha. Lo más sobresaliente fueron las portadas gemelas, que caracterizan los conventos de monjas y que fueron obra de Manuel Tolsá.
En sus 200 años de existencia, profesaron en el convento 525 religiosas y llegaron a tener 83 casas de renta que les producían 37 mil 271 pesos y capitales activos por 142 mil 737. Las novicias estaban sujetas a las monjas y trabajan en diversas labores para cooperar con los gastos que causaba su manutención.
Tanto el convento como el templo son construcciones majestuosas; el último permanece abierto al culto y el soberbio convento que les fue quitado a las religiosas con las Leyes de Reforma está en un lamentable abandono. Un tiempo fue el famoso cine Mundial, del que aún queda la decoración decimonónica del vestíbulo, con grandes esculturas tipo griego y en el plafón que cubre el inmenso patio sobrevive una graciosa e inmensa decoración de la época. Después fue una tienda de una cadena comercial. El soberbio inmueble está urgido de que se le recupere. Valioso desde todo punto de vista, su restauración indudablemente repercutiría en toda la zona que lo rodea, incluyendo el propio Palacio Nacional.
Y ya que andamos por el rumbo, vámonos a degustar una sabrosa comida al restaurante Mercaderes, que se encuentra en la avenida 5 de Mayo 57, en el hermoso edificio que sostienen unos gallardos atlantes de piedra. Las carnes son excelentes y las preparan en un horno especial que las conserva jugosas, pero si prefiere lo vegetariano, es muy recomendable el chile poblano relleno de queso de cabra, recubierto de dorado y crujiente hojaldre. De inicio no tiene pierde una sustanciosa sopa de lentejas.
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