Desde militantes hasta consumistas, todas asumieron sus papeles en el festejo
La crisis económica dio la pauta a la celebración del Día de la Madre
La comida rápida ganó la partida a restaurantes de postín; "aquí es más barato", dijo una clienta
JENARO VILLAMIL
El 10 de mayo en la capital de la República no ocultó los efectos de la crisis económica. Los mariachis, solitarios en Garibaldi, no llevaron muchas serenatas, las plazas comerciales, con ofertas especiales, añoraban la presencia de las madres; en la Zona Rosa, el aire maternal de sus calles sólo se detectaba en las promociones, y en parejas de mujeres solas o de pequeñas familias que ahorraron para el momento, y los grandes restaurantes perdieron la batalla frente a los establecimientos de fast food que ofrecían desde bufés de 70 pesos hasta pasteles gratis con tal de atraer a un poco más de gente.
Para muchas madres, este día sólo fue una jornada más de lucha. La maternidad es una militancia y no un festejo. Como las integrantes del Comité Eureka, encabezado por Rosario Ibarra de Piedra que volvieron a salir a las calles a efectuar un plantón frente a la Suprema Corte de Justicia. "Nuestros hijos solían decir que todos los días son Día de la Madre. Nosotros vemos este día como una estrategia de comercialización. Los únicos que sacan raja son los comerciantes y a la madre sólo se le regalan cosas para que trabaje más", subrayó Rosario Ibarra. "Para nosotras no hay mejor día de la madre que cuando alguna de las compañeras recupera a su hijo", recordó.
Visitar La Villa, lo único que no cuesta
Para otras madres, lo predominante fue el festival escolar. La maternidad es una actividad extraescolar. La salida a pasear con los hijos y recordar los versos de ocasión: "mamacita, yo quisiera para dártelas / tener rosas mil de primavera / acabadas de nacer". En las escuelas públicas y privadas, los festivales dominaron la jornada matutina. Maestras, mamás, abuelas, hijas se juntaron también para escuchar desde El cielito lindo hasta Peregrina, canciones que paradójicamente se han convertido en himnos maternos.
Las madres mediatizadas se conformaron con observar la transmisión de Las mañanitas en la Basílica de Guadalupe, con Eugenia León y Emmanuel como promotores del fervor mariano que en esta ciudad sigue siendo lo único que no cuesta, aunque se arriesgue la seguridad personal frente a los asaltos que se multiplicaron en los alrededores del templo y en otras zonas de la ciudad. Los programas matutinos de las dos principales televisoras presumieron a sus madres y abuelas con rating.
En las calles de Pino Suárez, Corregidora y en el Eje Central, el ambulantaje, fiel a los reflejos de la mercadotecnia, vendió tazas con felicitaciones, mandiles, perfumes, lencería y no pocos promovían flores piratas "más baras" que los ramos naturales. En el mercado Coyoacán, podían ir desde los 150 pesos hasta los humildes arreglos de 20 pesos; en San Angel los más ostentosos llegaron a 500 pesos, y en la colonia Roma y la Glorieta de Insurgentes, las rosas y los narcisos se quedaron esperando el boom de clientes que no llegaron.
La imaginación de algunos comercios trató de vencer la ausencia de clientela. "El mejor regalo para mamá está en Salvaje Tentación", anunciaba un local de la Zona Rosa, que además ofrecía de regalo un portarretratos en la compra de 500 pesos. "Para que amá celebre con toda la familia", invitaba otro cartel de una tienda de bolsos que puso toda la mercancía con 50 por ciento de descuento. Hasta el carrusel colocó un arco con globos rojos y rosas para atraer a las familias y promovía una copa de vino gratis.
"Inspirados en mamá", rezaba la publicidad de una famosa tienda departamental que no lucía como en sus mejores épocas, por más que todas quisieran sentirse madres totalmente Palacio. "Mira, por ver no se paga", explicaba una hija a su madre, temerosa de que al recorrer los pasillos se le fuera a ir el aire con los precios de las "ofertas" del departamento de ropa.
En Polanco, zona de mayor nivel socioeconómico, los restaurantes lucían un poco más llenos, pero sin el bullicio de otras ocasiones. "Esperamos que mejore en la tarde", repetía un mesero recordando otros años, cuando había que hacer reservación para alcanzar mesa en ese exclusivo lugar.
A los sitios de chef, los vencieron las franquicias del fast food. Las madres de la generación de la hamburguesa, del taco agringado y del pollo rostizado acudieron con sus hijos o con sus propias madres, porque "aquí es más barato y más rápido". Y parecería que la idea de la mamá en la cocina quedó atrás, porque hasta los chippendale aprovecharon para lanzar ofertas a las madres solteras en busca de galán o de diversión momentánea.
Algunos establecimientos de venta de libros aprovecharon para promover la maternidad de la autoayuda. Tus zonas erróneas, de Wayne W. Dyer, o las obras de Isabel Allende y Carlos Cuauhtémoc Sánchez fueron el centro de las ofertas del 10 de mayo.
Prácticamente toda la publicidad en prensa y medios electrónicos buscaba recordar el sentido mercadológico y americanizado de la celebración. Hasta se inventó la nueva marca Big Mother, y una empresa de adelgazamiento promovió 3x2 para las mamás excedidas de peso.
Orígenes de una celebración
Pocos sabrán que el origen del 10 de mayo es una petición del ex presidente estadunidense Woodrow Wilson, quien firmó en 1914 una petición para que se proclamara el Día de la Madre, como día de fiesta nacional, que debía ser celebrado el segundo domingo del mes de mayo. Wilson se inspiró en la iniciativa de Ana Jarvis, de Filadelfia, quien tras la muerte de su madre en 1905, envió cartas a maestros, religiosos, políticos, abogados y otros personajes para que la apoyaran en su proyecto de celebrar el "Día de la Madre" en el aniversario de la muerte de su progenitora, coincidiendo con el primer domingo de mayo.
En su libro 10 de mayo, la investigadora Martha Acevedo asegura que la institucionalización de la fiesta en México fue, en su momento, "un sucio golpe político que se le asestó a las mujeres para abortar su incipiente, pero sólido movimiento, que les permitiría el libre ejercicio de la sexualidad femenina y la libre determinación sobre su cuerpo en función de sus intereses y no de roles predeterminados por la sociedad".
Desde 1916, se conoció el folleto de Margarita Sanger, Regulación de la natalidad o brújula en el hogar, que sirvió de inspiración para el primer Congreso Feminista de México, celebrado en Yucatán, durante el gobierno de Salvador Alvarado. Su sucesor, Felipe Carrillo Puerto, decretó en 1922 la ley del divorcio, impulsó ligas feministas y se promovieron discusiones sobre el libre ejercicio de la sexualidad.
En la capital, el periódico Excélsior, entonces dirigido por Rafael Alducin, lanzó la iniciativa en el texto editorial: "Hoy, que en el extremo meridional del sureste se ha venido emprendiendo una campaña suicida y criminal contra la maternidad... denigrando la más alta función de la mujer... oponemos el Día de las Madres".
La iniciativa de Alducin recibió el aval de José Vasconcelos, entonces secretario de Educación Pública, así como de instituciones de beneficiencia, centros escolares, la Iglesia católica y los comerciantes que emprendieron desde entonces homenajes a las "santas y abnegadas mujeres que han contribuido a la prolongación de la familia mexicana con su noble y alto ejercicio de la maternidad". En 1949, el gobierno de Miguel Alemán oficializó el día con la inauguración de un monumento erigido a la madre.