Abraham Nuncio
El presidencialismo panista
Hace unas semanas la fracción panista del Congreso
de Nuevo León logró cuajar un singular esfuerzo por renovar
la aplanadora del antiguo régimen, que pugna por ser el último
en cerrar la puerta.
Los 23 diputados panistas votaron al unísono, como
para no levantar sospechas de que habían recibido línea
del gobernador, en contra de la demanda de un grupo de ciudadanos en el
sentido de que le sea practicada una auditoría al fideicomiso público
del Parque Fundidora. Un fideicomiso manejado como cosa propia en beneficio
de negocios privados. El patrimonialismo de antaño con otros colores.
Ese grupo de ciudadanos pareció no sorprenderse
demasiado con la respuesta de la diputación panista. Hace año
y medio sostuvieron un encuentro con el gobernador y los principales funcionarios
de su gabinete. A la petición de que diera a conocer los contratos
con la empresa Cart y otras que participan en la promoción de una
carrera automovilística dentro del Parque Fundidora, su respuesta
fue un rotundo no. "No se los damos porque con ellos nos van a pegar",
complementó desde una abusona dimensión de la política
real Eduardo Elizondo, entonces tesorero y ahora precandidato a la gubernatura
del estado.
En un documento entregado al gobernador del estado, el
grupo ciudadano le hace un llamado moral a ser congruente con sus palabras
al empresario y político Fernando Canales Clariond. Días
antes había insinuado que debía ser objeto de escrutinio
público la información relacionada con una segunda nómina
manejada por la anterior administración municipal de Monterrey signada
por las corruptelas del alcalde José María Elizondo (también
empresario y político; también panista). "Si lo sabe Dios,
no tiene por qué no saberlo la ciudadanía", dijo a la prensa.
En los hechos, el gobierno de Canales se ha empeñado
en ocultar la información sobre el fideicomiso del Parque Fundidora
y otros numerosos casos: la situación anómala de Raúl
Monter Ortega, en otro tiempo dirigente estatal del PAN, extrañamente
sin poder ser traído a juicio por las autoridades mexicanas en torno
al quebranto fraudulento del grupo financiero Abaco-Confia del que el propio
Canales Clariond fue uno de los principales accionistas; las cuentas públicas
de las administraciones panistas de Monterrey, una y otra vez encubiertas
por los diputados de Acción Nacional; las licitaciones de obras
públicas, tales como un costoso e impráctico puente sobre
el río Santa Catarina (la Alianza por San Pedro y el constructor
José Máiz Mier, concursante en la obra, han cuestionado la
ausencia de información sobre los estudios de impacto, contratos
y evaluaciones); los planes de desarrollo urbano, que no han tenido función
más relevante que la de cierta asepsia; casos de narcotráfico
no aclarados; la situación de los table dance que, irónicamente,
proliferaron en las administraciones panistas.
Desde el principio del gobierno de Canales fue creada
una cláusula para prohibir la divulgación de información
referente a los estímulos económicos de los secretarios de
Estado. Y ha sido práctica cotidiana la negativa de los funcionarios
de varias de las secretarías para dar a conocer información
rigurosamente pública a los ciudadanos que la han pedido.
Pero esa vocación de bóveda pasó
a ser patrimonio del pasado de un día para otro. El presidente Vicente
Fox envió al Congreso la Ley Federal de Transparencia y Acceso a
la Información Pública Gubernamental, y ésta fue aprobada
por unanimidad en la Cámara de Diputados. De inmediato hizo acto
de presencia en Nuevo León el presidente del PAN, Luis Felipe Bravo
Mena.
La primera respuesta automática partió del
diputado Mauricio Sada, jefe de la fracción panista en el Congreso
local. Y pocos días después, el gobernador Canales hizo una
doble revelación que los habitantes del estado desconocían:
haberse anticipado a la ley tratando de "mantener la mayor apertura posible"
y su vocación por la transparencia institucional y el acceso a la
información gubernamental. Si antes Nuevo León fue un lamentable
rezagado en tales materias, ahora será líder (si alguien
en este estado no tiene en su vocabulario un mecanismo de repetición
de la palabra líder pierde ipso facto su sentido de pertinencia).
Al PAN se le podrán atribuir otras cosas, menos
querer mantener enhiesto el antiguo presidencialismo tan servicial para
la toma de decisiones modernas y en el marco del cambio.
Habrá que ver lo que el aprontamiento de las autoridades
de Nuevo León interpretará como transparencia y acceso a
la información pública. Con su aplanadora en el Congreso
-la que los panistas, los empresarios y otras fuerzas vivas desean en el
plano federal- pueden seguir haciendo que el lema de la Contraloría
del estado, "Cuentas claras. Nada bajo el agua", sea en la práctica
lo que hasta hoy ha sido: turbiedad y secreto.